Mariano Rajoy se revolvió en su asiento cuando escuchó al líder socialista echarle en cara el "baile de cifras" que el Gobierno y Bruselas han protagonizado a consecuencia del techo de déficit público para 2012. Tuvo que escuchar de Alfredo Pérez Rubalcaba las palabras "improvisación" y "chapuza" al referirse a las gestiones del Ejecutivo cuando aún no se han cumplido ni cien días desde que se hiciera con las riendas del poder. Por eso, en el turno de réplica, mandó a su rival al ostracismo a golpe de hemeroteca.
La herencia sigue pesando como una losa y el Gobierno no está dispuesto a que el PSOE pase al ataque sin recordar qué pasó hasta el 20-N. Incluso después, en el periodo de transición. En opinión de un ministro, están "en el todo vale para calentar la calle" y "rascar un puñado de votos" en las elecciones andaluzas y asturianas, pero de igual forma considera que "los españoles tienen muy claro por qué hemos llegado a esta situación".
Por si quedaba alguna duda, Rajoy hizo de máquina del tiempo e invalidó el ataque de Rubalcaba. Solo necesitó recordar el origen de la crisis de credibilidad del país, el gran germen en opinión del Gobierno, y que provocó un efecto dominó en contra de los intereses económicos en contra de los intereses españoles: el maquillaje de cifras que el anterior gabinete mantuvo ante las autoridades comunitarias hasta el último minuto. Ese 6% de déficit público que, según los populares, "sabían de sobra, y con informes en la mano, que no podían cumplir".
El equipo del presidente no se cansa de repetir que Bruselas "no entiende de colores políticos". Para la UE, "el Gobierno de España es el Gobierno de España independientemente de quién esté en el poder", inciden. Por ello, cuando Hacienda desveló la cifra real de déficit, del 8,5%, no dudaron en sospechar. "Creyeron el dato" ofrecido por Zapatero y "por eso se sintieron sorprendidos", expuso Rajoy sin medias tintas.
El jefe del Ejecutivo fue aún más clarificador: "Dijeron que era sorprendente y que habíamos inflado el déficit", expuso. Por ello mandaron una delegación a Madrid para recabar información y abrir los cajones. "Sin ánimo de mirar atrás, les diré que eso nos ha hecho mucho daño. Fue un gran baldón en nuestra credibilidad que nos ha obligado a dar muchas explicaciones", añadió Rajoy. En los pasillos, varios miembros de su Consejo de Ministros añadían: "Elena Salgado -vicepresidenta económica de entonces- estuvo hasta el último minuto vendiendo esa cifra a Bruselas".
"Lo más grave que le ha pasado a España ha sido incumplir un compromiso. Haber llevado a la UE que íbamos a cumplir con el 6%. Eso es lo más grave. Cuando se comprometió y luego lo mantuvo en una sucesión de reuniones hasta que se fue del Gobierno", sentenció Rajoy, aún en su réplica a un Rubalcaba incómodo. La bancada del PP respondía a cada golpe con un sonoro aplauso. "No lo hago para reprochar nada a nadie, lo hago para explicarlo a la Cámara", remató.
Dada una "lección", según sus propias palabras, volvió al estribillo para explicar "lo que ha ocurrido con las cifras de déficit" en las últimas fechas. Esto es que Bruselas ha reclamado, y el Gobierno aceptado, que la cifra se rebaje del 5,8 al 5,3% para el presente año. Lo bueno, que la UE ""acepta que la cifra del 4,4 no tenía ningún sentido". Lo no tan bueno, que el grueso de los ajustes tendrá que ejecutarse en 2012.
"Se nos ha pedido un esfuerzo mayor para este año y menor para el que viene. Conscientes de que tenemos que mantener siempre el máximo nivel de coordinación con nuestros socios europeos, hemos decidido aceptar este planteamiento", expuso el presidente. Además, puso mucho empeño en recalcar que "España cumplirá escrupulosamente con esa recomendación a pesar de la recesión".
Lo mejor, en opinión del presidente, es que España "ha dejado de estar en tela de juicio" y las instituciones comunitarias vuelven a confiar en su palabra. Y eso, según el Gobierno, es el mejor síntoma para iniciar la recuperación.