La reforma laboral que aprobó el Gobierno el pasado 10 de febrero ha sido muy polémica desde el inicio. Tanto que le va a costar a Mariano Rajoy su primera huelga general. Desde que se conoció su contenido, se han escrito numerosos artículos a favor y en contra, se han analizado los cambios que introduce y se han ofrecido alternativas a casi todas sus propuestas. De hecho, se ha vendido como un cambio completo del mercado laboral: en los modelos de contratación, en los costes del despido o en la negociación colectiva.
Sin embargo, hay una cuestión de la que se ha hablado muy poquito, a pesar de su importancia. El Real Decreto prácticamente no toca las políticas activas de empleo, pese a que todos los expertos reclaman un cambio en esta cuestión. El único cambio ha sido que se ha abierto la mano, para que otros agentes puedan intervenir en la formación de los trabajadores, quitándole el monopolio que hasta ahora detentaban sindicatos y patronal. Nada más se ha hecho en este aspecto. Es la asignatura pendiente de la reforma laboral.
Subsidios y parados
Una cuestión poco comentada en España es la incidencia que tiene el subsidio de desempleo en la permanencia en el paro. Según el Observatorio Laboral de la Crisis de Fedea: "El cobro del subsidio se manifiesta como un "freno" a la salida del desempleo. Entre dos individuos muy similares en cuanto a sus características personales y laborales, que comparten la misma duración en el desempleo pero se diferencian en que uno cobra subsidio y el otro no, aquel que no cobra subsidio tiene una probabilidad de salida del desempleo hacia el empleo que es el doble de la del otro trabajador. Este hecho está claramente relacionado con la intensidad de búsqueda, que decrece claramente mientras existe el cobro de subsidio de desempleo".
Es una frase contundente que sirve como denuncia a un hecho que los expertos han repetido en muchas ocasiones. Samuel Bentolilla definía muy bien el problema este miércoles en Nada es Gratis: "En Europa hay un amplio consenso sobre [que] la percepción de prestaciones por desempleo, además de un programa esencial para mitigar los muy negativos efectos de la situación de desempleo sobre las personas, no es solo un derecho adquirido por la contribución previa, sino que también conlleva el deber de buscar trabajo. Por tanto, debe estar condicionada a la búsqueda efectiva de empleo o a la participación en programas de reinserción laboral o de formación".
En España, mientras, se entiende que simplemente una paga que puede alargarse durante dos años. Esto no es un problema personal de los parados (que no querrían trabajar), sino de incentivos. Muy poco en la legislación española ayuda a que los desempleados encuentren un nuevo trabajo, se formen en un nuevo sector de actividad o acorten su período de paro.
Las cifras
Según el Avance del Mercado Laboral publicado por Agett este miércoles, la "cuantía media de la prestación contributiva es de 846 euros". Eso sí, los beneficiarios del subsidio de desempleo han caído un 15% desde el máximo de 2009, cuando llegaron a ser 1,67 millones. Ahora, son 1,42 millones.
Por el contrario, ha crecido el número de los que cobran prestaciones no contributivas (la más conocida es la famosa de los 420 euros). En el primer mes del año ya había 1,43 millones. Hasta comienzos de 2010, siempre había habido muchos más beneficiarios del subsidio tradicional que de prestaciones no contributivas, pero los estragos de la crisis y el incremento de los parados de larga duración han cambiado esta tendencia.
En total, los beneficiarios por prestaciones han ido cayendo en los últimos dos años. El máximo "se alcanzó a principios de 2010, con más de tres millones y una cobertura del 70%. La agudización de la crisis y el alargamiento del período de desempleo está reduciendo la cobertura hasta alcanzar a comienzos de 2012 niveles similares a los de 2007 (en enero fue del 62,1%)".
Parados eternos
Lo que finalmente aparece es un panorama en el que cada vez más personas acaban engrosando las filas de los parados de larga duración. Y en España, estar más de un año en situación de desempleo es un lastre enorme para reincorporarse al mercado laboral. El Observatorio Laboral de Fedea muestra que aquellas personas con más de doce meses en paro tienen muchísimo más difícil encontrar un empleo (el primer mes tras dejar un trabajo es el mejor momento para reincorporarse).
Para acabar con esta situación, una de las palabras de moda es la flexiseguridad. Con este término se definen las políticas de empleo de algunos países del norte de Europa (Dinamarca o Suecia son dos de los mejores ejemplos), que mezclan una gran seguridad para el trabajador en paro, con una enorme ayuda para que encuentre empleo.
En el país danés, por ejemplo, los parados tienen derecho a subsidio durante hasta cuatro años (el doble que en España), sin embargo, esto se combina con mucho gasto en formación (de calidad, no como los cursillos del INEM españoles) y con la exigencia al desempleado a buscar un trabajo y a coger las ofertas que se le hagan dentro de su categoría profesional. De esta manera, su paro está por debajo del 5%.
Mientras, en España, como denuncia Florentino Felgueroso, "en el año 2008, nos gastamos un 0,68% de nuestro PIB en políticas activas. Francia y Alemania se gastaban un 0,80%, por ejemplo, aunque si de Dinamarca (1,2%), Holanda (1.04%) o Suecia (0,93%). Las diferencias venían sin embargo del tipo de políticas activas por las que hemos apostado en los últimos 15 años: mucho más que los demás en subvenciones al empleo (principalmente bonificaciones a la Seguridad Social), bastante menos en formación y casi nada en orientación a los desempleados. Al margen de las subvenciones, el gasto por parado también era pobre en términos relativos. Por ejemplo, el gasto en formación por parado era más del triple en Alemania o en Francia (medido en ppa). Según los datos de Eurostat, el porcentaje de personas que recibían servicios de orientación entre los que deseaban trabajar no llegaban al 1%, frente al 94% en Francia (quizás un pelín exagerado), el 71% en Suecia o el 31% en Holanda. Sólo un 4% de estas personas recibía formación para el empleo, frente al 20% en Francia, 26,8% en Dinamarca, o el 15% en Alemania. En definitiva, un sistema que apostó por subvencionar, en especial el empleo estable, y escasamente otras vías como las de la formación y la orientación".
Pero como recuerda el profesor Bentolilla, "en España el porcentaje del gasto en políticas activas que va a bonificaciones ya era el doble que en la OCDE en 2009, el 32% frente al 16%, mientras que gastamos menos en formación, 22% frente al 29%. Es sabido que las bonificaciones tienen escasos efectos de creación de empleo neto. Las bonificaciones sí tienen, por otra parte, un claro efecto de desplazamiento de la contratación hacia los colectivos bonificados frente a los no bonificados. Además, la rotación de los trabajadores con bonificaciones es un 25%-45% superior a los no bonificados el primer año del contrato".
La imagen que se desprende de todos estos datos es un parado dejado a su suerte, al que se le ofrecen pocas y muy malas opciones de formación, al que desde los Servicios Públicos le llegan poquísimas ofertas de empleo (menos de un 3% de los contratos firmados por los desempleados tuvieron su origen en los SPEE), y al que se le otorga el subsidio sin exigirle ningún tipo de implicación en la búsqueda de empleo. Y muchas veces la única salida que le queda es estar dentro de uno de esos grupos bonificados (que al final van a acabar siendo todos: menores de 30, mayores de 45, mujeres, parados con cargas familiares,...).
El resultado es un parado que pasa mucho más tiempo desempleado que en los países de nuestro entorno y que cuando quiere salir de esta situación se encuentra encerrado en el círculo vicioso del que hablábamos antes (cuanto más tiempo sin trabajo, menos opciones de encontrar uno). Nada de esto se ha tocado en la reforma, quizás para no molestar a los sindicatos, principales beneficiarios del sistema de cursillos. Es su asignatura pendiente. Habrá que ver si en las próximas semanas, el Ministerio de Empleo se atreve a enfrentarla.