El currículum vitae de Eduardo Serra (Madrid, 1946) presenta algunas características muy poco comunes en España. En 1977 entró a trabajar en el gabinete de Alberto Oliart, a la sazón ministro de Industria de UCD. Cuando éste pasó al Ministerio de Defensa, se llevó a Serra con él y le nombró subsecretario. Hasta aquí, nada anormal, es una carrera lógica para un alto funcionario que entró como número 1 de su promoción en el Cuerpo de Abogados del Estado.
Lo llamativo comienza en 1982, cuando el PSOE llega al poder y el nuevo ministro de Defensa, Narcís Serra, decide mantenerle en su puesto. De esta manera, pese a su pasado en el Gobierno de la UCD, mantendría su lugar como número 2 del Ministerio hasta 1987. Y aquí no acaba todo, porque apenas nueve años después, José María Aznar lo recuperaba para la función pública nombrándole ministro de Defensa, cargo que mantuvo durante toda la primera legislatura popular.
Una carrera tan peculiar, por la confianza demostrada en su persona por políticos tan diferentes, es relativamente habitual en los países de nuestro entorno. Otros gobiernos europeos se vanaglorian de su capacidad de incluir a los mejores, tengan la ideología que tengan. Mientras, en España, cada administración hace tabla rasa, como si cualquiera que hubiera trabajado con el adversario político fuese un apestado. Por eso, pocas personas hay en España que atesoren una experiencia más valiosa que la de Eduardo Serra a la hora de valorar con algo de perspectiva la actual crisis.
Serra se ha puesto a la tarea desde su cargo como presidente de la Fundación Everis. Junto con Marc Alba y David García, ha escrito un libro, Las claves para transformar España. La sociedad civil toma la palabra (Ediciones Destino), en el que explican sus recetas para sacar al país del marasmo en que se encuentra. Pese a la situación actual, el exministro es optimista y asegura que existen motivos para la esperanza. Libre Mercado habló con él hace unos días.
Pregunta (P): En su libro se habla mucho de la importancia del consenso y de la necesidad de construir el país a base de acuerdos. Pero esto podría ser contraproducente. En el tema laboral, por ejemplo, todas las reformas excepto la recién aprobada, se hicieron a base de pactos entre sindicatos, patronal y Gobierno... Y tenemos más de 5,3 millones de parados. Al final, el Gobierno ha decidido legislar y mucha gente cree que ha sido una buena reforma
Respuesta (R): La reforma laboral llevaba esperando cincuenta años. Lo que hay que hacer hay que hacerlo. Y esto era imperioso. Si había alguna duda, cinco millones de parados deben disiparla. Parece mentira que en todos los aspectos estamos más o menos igual de mal o de bien que nuestros vecinos, salvo en el desempleo, que les doblamos. Que todavía estemos discutiendo si son galgos y podencos y no flexibilicemos el mercado, eso no puede ser.
Otra cosa es que las grandes políticas de Estado deben ser consensuadas entre los partidos que tienen vocación de Gobierno. Los ejemplos que nosotros siempre ponemos son política energética, educativa, de I+D+i, científica... Junto a los tradicionales de política exterior y de defensa. Eso sí,, una persona tan sensata como Miquel Roca me decía que para hacer consensos tiene uno que tener muy claro su programa de Gobierno.
P: Pero, siguiendo con la reforma laboral, todo el mundo está hablando de los despidos, de bajadas de sueldo, como si los empresarios estuvieran deseando poder echar a sus trabajadores...
R: Estamos formando e informando al país en la dirección equivocada. Parece que queremos crear puestos de trabajo dificultando la vida de la empresa.
P: Eso está claro. Uno de los temas que más nos interesan en Libre Mercado es el de la consideración de los empresarios. ¿Por qué en España se tiene tan mala imagen de ellos, cuando son gente que se dedica a crear riqueza?
R: Es un tema al que yo le he dado muchísimas vueltas. España entra con el pie cambiado en la Edad Moderna. Se le da más valor al honor que al emprendedor. Incluso, hay algún noble al que se quiere quitar el título porque se dedicó a la banca. No hablo de ayer, sino de anteayer: hemos llegado a 1950 con grandes latifundistas, pero no teníamos grandes empresas españolas descollando en Europa. Había una pequeña zona en Cataluña y otra en el País Vasco, pero el resto, empresarialmente hablando, era un erial. Se llamaba empresario al que tenía concesiones o regalías, pero no había creadores de riqueza.
Yo llamo empresario al señor que crea riqueza y al que lo consigue ganando dinero. Dígame usted qué nos ha quitado al resto de la humanidad Bill Gates y gana más dinero que 600 millones de seres humanos, pero no le ha quitado nada de nada a esos 600 millones. Cuando tienes un Bill Gates, un Steve Jobs, un Henry Ford, a esos todo el mundo les reconoce. En España, había poco reconocimiento porque se confundía la figura del empresario con la figura del favorecido.
Ahora la situación es distinta... ¿Amancio Ortega y Juan Roig qué están haciendo? Creando riqueza. Por eso, creo que no hay demasiada contestación contra ellos. Lo que hay que hacer es generalizar esto. Si usted quiere que nazcan más Amancio Ortega o Juan Roig lo que tiene que hacer es poner el caldo de cultivo apropiado, pero que seamos el país nosecuantos del mundo en dificultad para crear una empresa...
P: Sí, nosotros en Libre Mercado le prestamos mucha atención a este tema. Es algo muy doloroso...
R: Claro, porque no es sólo crear una empresa. Es que conseguir una autorización para hacer una obra es complicadísimo. Uno no fracasa si no hace nada. Pero lo que hay que decir es que el que fracasa no es una persona que ya está condenado en la vida civil al ostracismo. No nos damos cuenta de que si queremos que salgan más de este tipo de empresarios hay que generar el caldo de cultivo adecuado.
Hace unos días me hacían una entrevista en una radio y hablaban de los empresarios como si fueran Satanás ¡Pero no ve usted que esta reforma da todo el poder a los empresarios para despedir...! ¿Quién es el empresario? Desde luego lo son Amancio Ortega y Juan Roig, pero también el chico que pone un bar en Terrasa o en Almería. ¿A ése le podemos decir: usted puede contratar un camarero o no puede contratarlo? ¿O si lo contrata se lo tiene que quedar para toda la vida? ¿Qué le decimos a un restaurante de Madrid que ha tenido que cerrar porque no podía pagar todas las indemnizaciones a todo el personal? Si hubiera tenido otras opciones seguiría existiendo y la mitad de los empleados seguirían trabajando.
P: ¿Y qué hay que hacer para romper esta dinámica que nos paraliza a veces?
R: Tenemos algunos grupos parasitarios: el absentista, el de la economía sumergida, el defraudador fiscal... La palabra clave es flexibilizar. Si se hace, estos grupos se caen de la brocha, no tienen donde agarrarse. España ha dado una lección fantástica de cómo cambiar. Hemos pasado de una economía agrícola a una industrial y de servicios; de una economía autárquica a una integrada en el mundo... Si hemos hecho esos cambios, los que nos quedan son pecata minuta, aunque hay que tener el valor de hacerlos.
P: ¿Hay algún país que nos pueda servir como modelo?
R: Cada país es único. De lo que se trata aquí es de preguntarse, ¿quién es el que tiene la mejor política de atracción de talento, la mejor política de imagen-país, la mejor política laboral,...? Y luego hay que coger lo mejor de cada uno.
Pero en conjunto debemos formar nuestro propio modelo. Tenemos una extraordinaria infraestructura y empresas turísticas: pues no desperdiciemos esa ventaja. Si en política tecnológica lo hace bien Finlandia, ¡pues vamos a ver qué está haciendo Finlandia! Y si en política laboral lo hace bien Austria, ¡pues veamos lo que están haciendo bien allí! Se pueden tener modelos parciales, pero la personalidad del modelo económico español como conjunto debe ser singular.
P: Su libro intenta ser optimista sobre las posibilidades de nuestro país. ¿En qué cree usted que es mejor España? ¿Cuáles son nuestras ventajas respecto a otros países?
R: Nadie nos podrá acusar de no ser optimistas. Cada día hablamos de esas cosas en las que somos buenos. Todo el mundo quiere venir a España a vivir. No es sólo que los embajadores se queden aquí a vivir cuando termina su mandato, que lo hacen muchos, sino que todo el mundo quiere venir. Somos un país imán, que atrae a la gente. Si esto es así, ¿por qué no hacemos algo para que venga la gente buena, los mejores?
P: Efectivamente, yo siempre digo si tú le ofreces a un ingeniero de Telecomunicaciones las mismas condiciones laborales por vivir en Helsinki o en Málaga, se va a venir a Málaga seguro. Entonces, ¿por qué viven todos en Helsinki?
R: Claro, lo que tenemos que hacer es decirle, mire usted, su régimen de vida va a ser éste, su régimen fiscal va a ser éste... Seríamos un polo de atracción como no lo pueden ser Finlandia, Bélgica o Dinamarca, ¿Por qué no jugamos a eso? De lo que se trata es de fijarte en lo que puedes descollar y aprovechar eso.