Según el ministro español, sus colegas "entienden perfectamente" esas nuevas circunstancias, concretadas en la "situación de crecimiento económico negativo". Una comprensión, la de los países europeos, que España espera rentabilizar en unos meses, cuando Bruselas podría abrir la mano y relajar sus exigencias.
En todo caso, de momento, Bruselas tira de calendario e insiste en que necesita tener los presupuestos para entrar a valorar la situación. "En este momento, no sería correcto por parte de la Comisión Europea emitir un juicio sin tener las cifras y todos los argumentos sobre la mesa", insistió Barroso este jueves horas antes del cónclave de líderes. La letanía oficial que se oirá esta noche y que estos días han repetido las autoridades comunitarias es que, antes de ceder a las pretensiones del Gobierno, Bruselas necesita conocer los porqués de la desviación de este año y, sobre todo, tener un claro propósito de la enmienda de Madrid sobre la mesa. Será entonces, a partir de abril, con el nuevo presupuesto en la mano, cuando pueda hacerse un eventual revisión. Si bien De Guindos apuntó a mayo, Barroso recalcó que la propuesta tendría que pasar primero por la Comisión Europea. Además, la próxima cita de jefes de Estado y de Gobierno está prevista para el 28 y 29 de junio.
Aunque la primera versión del texto que firmarán los líderes en esta cumbre pide que los países se ciñan a los objetivos acordados (el famoso 4’4% que quita el sueño al Gobierno de Rajoy), en Bruselas no se descarta relajar algunas décimas en el futuro. De hecho, el mismo borrador que circula hace horas entre la prensa abre la puerta a ablandar la mano en una mención reveladora que podría gustar en Madrid: "La consolidación fiscal será diferenciada según la situación de los Estados miembros", reza el texto.
Fuera de la agenda
Pese a la gran atención –y, según algunas fuentes, hasta recelo- que estos días ha despertado la pretensión de Madrid de recibir un trato de favor en cuanto a los objetivos del déficit, el Consejo Europeo transcurre ajeno al caso español. Diversas fuentes comunitarias se mostraron incluso sorprendidas por la insistencia con que preguntaba la prensa. "Hoy estamos aquí para hablar de Grecia", atajó el ministro alemán, Wolfgang Schäuble, al inicio de la reunión.
Ahora bien, el ministro español llegó ante sus colegas con la intención de explicar su desviación de 2011, y así lo hizo. A petición del propio De Guindos, el caso español (su desvío y el crecimiento negativo en que está inmerso) se coló en la reunión con una "buena acogida" por parte de los socios del euro. Además, el ministro español se jactó de las reformas: "Mis colegas han valorado muy positivamente las reformas estructurales en España", presumió.
En cambio, varios portavoces comunitarios han aireado estos días cierto malestar entre los socios ante la pretensión española de recibir un trato de favor. Sin embargo, curiosamente, el presidente del pelotón del euro, Jean Claude Juncker, nada amigo de los paños calientes, y conocido precisamente por su dureza dialéctica contra los desmanes de los países derrochadores, animó esta semana a "no dramatizar" los dos puntos y medio en que se materializado el incumplimiento español. Además, Juncker aplaudió unas reformas, la laboral y del sistema financiero, que han inflamado los ánimos en las calles españolas, pero que según él, gustan en Europa.