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Manuel Fernández Ordóñez

¿Qué hay de Irán?

Irán ha prohibido nuevamente la entrada de los inspectores a las instalaciones de Parchin, aumentando las tensiones internacionales ya de por sí suficientemente tirantes. Las reacciones no se han hecho esperar

Irán ha prohibido nuevamente la entrada de los inspectores a las instalaciones de Parchin, aumentando las tensiones internacionales ya de por sí suficientemente tirantes. Las reacciones no se han hecho esperar

Un fracaso. Así se ha calificado la última visita de los inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica a Teherán para tratar de acercar posturas con respecto al programa nuclear iraní. Hace dos días finalizaba una inspección que trataba de despejar dudas sobre las posibles dimensiones militares del programa nuclear persa, hechas públicas mediante el rotundo informe de la AIEA publicado el pasado noviembre. El propio Director General de la organización, Yukiya Amano, ha declarado: "hemos entablado conversaciones con un espíritu constructivo, pero no se ha alcanzado ningún acuerdo".

El problema es que Irán, además de no cumplir con sus compromisos internacionales vinculados al Tratado de No Proliferación, no sólo está lejos de despejar las dudas sobre la posible condición militar de su programa nuclear, sino que no parece tener interés en que dichas dudas se despejen. El informe del pasado noviembre mostraba una preocupación especial por la instalación militar de Parchin, situada 30 kilómetros al sur de Teherán. Según las informaciones recibidas por la Agencia, se habría construido allí un dispositivo para albergar pruebas de explosivos de gran potencia. Estas informaciones, conjuntamente con otras que demuestran la realización de experimentos en hidrodinámica y trabajos para detonar cargas semiesféricas (necesarias para una cabeza nuclear), sitúan a Irán en una incómoda posición donde muchas cuestiones necesitan respuestas.

Lejos de proporcionarlas, Irán ha prohibido nuevamente la entrada de los inspectores a las instalaciones de Parchin, aumentando las tensiones internacionales ya de por sí suficientemente tirantes. Las reacciones no se han hecho esperar y el propio Amano declaró ayer que "es decepcionante que Irán no aceptara nuestra petición de visitar Parchin". Hemos podido ver declaraciones similares realizadas desde la Casa Blanca o Londres mientras el crudo alcanza en el mercado de futuros los precios más elevados en los últimos nueve meses ante una posible restricción en la oferta. Conviene recordar las reiteradas amenazas del régimen de Jamenei de cerrar el estratégico Estrecho de Ormuz, por donde circula el 20 por ciento del petróleo mundial.

La realidad es que son demasiados los factores que invitan a dudar, al menos, de las intenciones exclusivamente civiles del programa nuclear persa. Hay muchas preguntas sin respuesta y muchas dudas sin resolver. Si el programa nuclear es pacífico ¿por qué se compraba la tecnología en el mercado negro? Si no se tienen pretensiones militares ¿por qué se viola sistemáticamente el Tratado de No Proliferación y se ha mantenido el programa nuclear oculto durante tantos años? Si Irán tiene un programa de enriquecimiento de uranio ¿para qué necesitan un reactor que utiliza como combustible uranio natural (sin enriquecer)? Este tipo de reactores tienen una “habilidad” especial para producir plutonio y se ha demostrado que Irán desarrolló en el pasado experimentos de separación de plutonio. Además, en Teherán existe un reactor experimental que utiliza uranio enriquecido hasta un grado del 20 por ciento. Ya han fabricado uranio con ese enriquecimiento para abastecer su reactor durante muchos años. ¿Para qué pretenden seguir entonces enriqueciendo hasta el 20 por ciento? ¿Y por qué lo pretenden hacer en una instalación subterránea escondida de la AIEA que no estaba declarada y con centrifugadoras de última generación? Si el programa nuclear es civil ¿por qué ocultan las instalaciones bajo tierra? Y lo que es más importante: ¿Por qué Irán no tiene ningún tipo de interés en responder a estas cuestiones?

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