Diversos negociadores de Estados Unidos se han reunido este mes de febrero con sus homólogos de Corea del Norte para tomarle el pulso al régimen del nuevo dictador comunista Kim Jong Un. Buena parte de los análisis de los expertos se han centrado en las aspiraciones nucleares de la dictadura coreana. Sin embargo, otro asunto viene enfrentando a ambos países desde hace años: EEUU acusa al régimen comunista de fabricar y distribuir millones de dólares norteamericanos falsos.
Los superdólares de la dictadura comunista
Se trata de billetes de 100 dólares falsos, apodados superdólares, que fabrica el régimen de Pyongyang, distribuyéndolos después por varios países. En la mayoría de los casos, sólo los bancos del Sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) son capaces de distinguirlos de los billetes auténticos. Un investigador de la Europol especializado en la lucha contra las falsificaciones afirmó que "los superdólares son como los dólares norteamericanos, sólo que no los fabrica el Gobierno de Estados Unidos".
Según la BBC, un desertor norcoreano que afirmaba haber trabajado en la planta donde se falsificaban los billetes aseguró haber entregado unos cuantos "a la agencia de inteligencia de Corea del Sur". Según un informe del Servicio de Investigaciones del Congreso de Estados Unidos, Corea del Norte podría haber "ganado de 15 a 25 millones de dólares anualmente durante varios años procedentes de la falsificación", y algunas estimaciones sitúan la cifra total en varios centenares de millones de dólares. Los servicios de inteligencia surcoreanos confirmaron que Corea del Norte había producido divisas norteamericanas falsificadas desde antes de 1998. En enero de 2006, investigadores chinos también confirmaron que Corea del Norte falsificaba dólares e, incluso, detectaron su circulación en zonas próximas a la frontera entre ambos países.
Aparentemente, la dictadura comunista dispone del mismo tipo de imprenta que la usada por el Gobierno norteamericano. Se cree que cuando la Guerra Fría tocaba a su fin, en 1989, las máquinas llegaron a Corea del Norte procedentes de Alemania Oriental, donde habrían sido utilizadas para producir diversos documentos falsos. Además, el papel es, prácticamente, el mismo que se usa para fabricar los dólares genuinos y el régimen coreano adquiere la tinta del mismo suministrador suizo que emplean los norteamericanos.
Incluso si el total alcanza varios centenares de millones de dólares, se trata de una cantidad insignificante comparada con el billón de dólares que hay en circulación hoy en día. Por lo tanto, con estas magnitudes, los superdólares no representan de por sí un peligro serio para la economía de Estados Unidos. Pero sí pueden representar una forma de financiación ilegal muy interesante para la desastrosa economía comunista de Corea del Norte, que en 2009 practicó una devaluación brutal, eliminando dos ceros de su divisa, el won.
Otra posible utilidad de los billetes falsificados la ha aventurado el Cuerpo Especial contra el Terrorismo y la Guerra No Convencional de los Estados Unidos, que considera que los superdólares podrían formar parte de los esfuerzos de la dictadura comunista para adquirir materiales para la construcción de armas nucleares.
Antecedentes históricos
No es la primera vez que un gobierno enemigo se dedica a falsificar la moneda de los Estados Unidos. Ya lo hizo Gran Bretaña incluso antes de que América adoptase definitivamente el dólar. Fue durante la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos (1775-1783), cuando los británicos imprimieron falsificaciones de los billetes utilizados por los rebeldes americanos, los ya de por sí endebles continentals.
De hecho, ha habido muchos más casos en la historia: durante las Guerras Napoleónicas, Francia falsificó tanto el gulden austriaco como el rublo ruso. Sucedió también durante las revoluciones mejicana de 1910 y rusa de 1917. Durante la Primera Guerra Mundial, los británicos volvieron a las andadas intentando falsificar la moneda de Turquía y la de Alemania.
Uno de los casos más conocidos fue la Operación Bernhard, con la que el Tercer Reich consiguió falsificar durante la Segunda Guerra Mundial la libra esterlina con tanto éxito que se estima que las falsificaciones llegaron a representar el 40% de la circulación, alcanzando una cifra de 100 millones de libras falsas. Esto obligó a Gran Bretaña a emitir una serie de billetes nuevos para ir reemplazando los falsificados. En esta historia se basó la película austriaca Los falsificadores (Die Fälscher), ganadora de un Oscar en 2007.
La conexión norirlandesa, con escala en Moscú
Ahora, la historia de los superdólares norcoreanos también podría llegar a la gran pantalla, vía Irlanda del Norte. Los diplomáticos de Corea del Norte suelen hacer escala en Moscú. En la embajada norcoreana en la capital rusa, los diplomáticos reciben dólares para sus gastos. Según otro desertor norcoreano, las falsificaciones se mezclaban con dólares auténticos en una proporción aproximada de 1 por 1. Según aseguró, los propios diplomáticos no sabían que, aproximadamente, la mitad de aquellos billetes eran falsos.
Entre diciembre de 1997 y julio de 2000, el presidente del Partido de los Trabajadores Irlandeses, brazo político del IRA Oficial, Seán Garland, fue visto en compañía de diplomáticos norcoreanos en Moscú. Allí habría tomado 250.000 dólares en billetes falsos para transportarlos a Dublín y a Birmingham para cambiarlos por dólares auténticos o por libras esterlinas. Se calcula, sin embargo, que sólo a Birmingham llegaron superdólares por valor de 37 millones.
Pero los planes quedaron frustrados por la Operación Mali, que se saldó con el arresto de siete hombres, entre ellos Garland, cuya extradición fue solicitada por Estados Unidos en mayo de 2005. Finalmente, el mes pasado, el Alto Tribunal de Dublín rechazó la petición. Peor suerte corrieron los implicados de Birmingham: Alan Jones, de 55 años, que fue sentenciado a tres años de prisión en 2006 después de cuatro años fugado; Terence Silcock, de 67 años, fue condenado a seis años por actuar como agente distribuidor; Mark Adderley, de 54, fue sentenciado a cuatro años por actuar como intermediario.
Según la Justicia norteamericana, fue el exagente de la KGB David Levin quien introdujo al trío de Birmingham en la trama. Levin estuvo encarcelado durante nueve años por conspirar para importar y distribuir los billetes.
Estados Unidos considera que el hombre clave para introducir los billetes en Europa vía Moscú era Garland, que ahora tiene 77 años, y siempre se ha manifestado inocente. Pero ahora que el Alto Tribunal irlandés ha impedido su extradición, un antiguo compañero del IRA ha puesto a la venta un libro, titulado Superdollar, en el que desvela la trama norirlandesa. No lo ha hecho antes porque, asegura, "no quería perjudicar su caso".
El autor, Joe Brennan, describe la obra como un relato de ficción basado en hechos reales. Una agencia de Hollywood se ha puesto en contacto con él para adquirir los derechos cinematográficos. Dice Brennan que Corea del Norte "eligió Irlanda del Norte como base para sus operaciones porque allí ya había una red paramilitar bien establecida, que no podría ser fácilmente penetrada por las agencias anticrimen, así que era ideal para distribuir los superdólares".
Brennan hace hincapié en que se trata de delincuentes de poca monta que se vieron implicados en una trama de proporciones internacionales. "Terminaban su turno de trabajo en la obra, se ponían el traje y se implicaban en una conspiración global para destruir la economía de los Estados Unidos". El autor asegura que estos "tipos normales" no tenían ni idea de la dimensión real del asunto y, simplemente, "lo vieron como una forma de ganar dinero rápido", pero "no tenían ni idea de con quién o con qué estaban tratando".