La crisis financiera desencadenada en 2007-2008 produjo un shock tanto en académicos como en inversores institucionales que venían trabajando durante el último cuarto de siglo con el paradigma de la economía neoclásica, su hipótesis de mercados eficientes (efficient market hypothesis) y la moderna teoría del portfolio (MPT).
Aun sin acaparar los focos del escenario mediático, sí que se escuchaban las advertencias de un grupo de profesionales, tanto del campo de la empresa y la inversión como de la economía, que venían alertando de la grave crisis que se avecinaba. Era ésta una época nada atractiva para realizar tales planteamientos al público, estando como nos hallábamos en lo más álgido de una burbuja financiera e inmobiliaria, sobre todo en España, EEUU, Irlanda e Inglaterra. Esta clase de discurso no era precisamente bienvenido. Eran tachados de cenizos, cuando no de iluminados apocalípticos.
No es cuestión de hacer leña del árbol caído. Tampoco la situación actual, nada agradable para una economía como la española, debiera utilizarse para blandir con regocijo un "ya os avisamos". Resulta de mal gusto y de poco sirve ya. Pero dos cuestiones son innegables. La primera de ellas, que sí hubo un marco teórico y analítico que dio cuenta del peligro que acechaba a la economía a raíz de la política laxa de expansión del crédito y la falta de sensatez de todos los agentes de la economía, que este núcleo de profesionales y académicos propuso un cambio de rumbo para evitar el colapso final, y que las consecuencias de haber sido ignoradas estas voces las estamos padeciendo ahora. Hay mensajes tremendamente impopulares, especialmente en un mundo como el actual en el que todo está sometido a escrutinio público. Parece claro, pues, que estos paradigmas más minoritarios, que se mueven al margen del mainstream y que venían resaltando las carencias de las visiones predominantes en los campos de la economía y la inversión, estaban mucho más cerca de explicar la realidad.
El segundo factor es que quien fue lo suficientemente perspicaz o pudo acercarse a estas enseñanzas a tiempo, ya sea por la labor de medios como éste o de los escasísimos centros de formación donde fluyen estas ideas, estuvo en situación de no entramparse en según qué proyectos de inversión o fue lo suficientemente prudente para no descuidar su propia solvencia y liquidez. Y si en su momento no derrochó, no se endeudó y ahora cuenta con la liquidez suficiente, los tiempos de deflación pueden serle muy propicios para efectuar compras de bienes inmuebles, activos financieros u otros bienes similares a precios atractivos. Habrán aprendido a tener el estómago de ser prudentes cuando nadie lo está siendo y más osados cuando tampoco nadie lo es.
Estas aproximaciones están siendo redescubiertas por cada vez un mayor número de estudiantes y estudiosos insatisfechos, a los que ya no es posible mantener a oscuras. Es el momento de poner nombre a las escuelas que no dejan de dar en el clavo. Entre ellas, destacan la Escuela Austríaca de Economía, la del Value Investing y la casi olvidada Teoría de la Liquidez en Banca y Finanzas, las cuales constituyen una refundación de la teoría económico-financiera con bases mucho más sólidas.
Un programa formativo único en su enfoque
Hace escasos días se ha anunciado el que será el primer máster en el mundo que, desde su nacimiento, pretende combinar las aportaciones teóricas de estos tres paradigmas para facilitar la comprensión del desenvolvimiento económico y empresarial y su plasmación práctica en el campo de la inversión exitosa a largo plazo.
Se trata del Máster en Value Investing y Teoría del Ciclo, que arrancará el próximo 9 de abril y está impulsado por el Centro de Estudios Superiores Manuel Ayau. Su formato telepresencial, el cual será posible gracias a punteras tecnologías audiovisuales y de formación online de carácter presencial, hace posible cursarlo desde cualquier lugar del mundo.
Sin teoría, sin las "gafas adecuadas", como gusta decir al profesor Huerta de Soto, no hay posible explicación de la realidad y aprovechamiento de las oportunidades que ésta nos ofrece, en este caso, en el ámbito de la inversión.
Así pues, este programa aportará en su primera fase de desarrollo un entendimiento del "proceso empresarial, organización industrial y estructura de mercados, evolución de las diversas macromagnitudes, grado de estabilidad del sistema financiero, valoración relativa de clases de activos y seguimiento de la coyuntura". Para ello, se echará mano de las aportaciones de la Escuela Austríaca en el campo de la micro y la macroeconomía (con su teoría del ciclo, entre otros) y se complementarán con los de la Escuela de la Liquidez.
Con estos rudimentos aprehendidos, entrará en escena en la segunda parte del máster el tercer paradigma, procediéndose a enseñar las estrategias de inversión conocidas globalmente con el nombre de inversión en valor (value investing).
De esta manera, no quedarán desvinculados, como dos islas sin puentes de conexión, el marco teórico y su plasmación más práctica. Se entrelazarán los fundamentos financieros, macro y microeconómicos que explican el éxito de la estrategia value, cómo analizar el estadio del ciclo para así invertir en unos u otros proyectos o tipos de activos, así como por qué otras estrategias de inversión pueden tener más o menos éxito.
Los tres paradigmas del éxito
De los tres paradigmas, el lector habitual de esta columna me habrá leído hacer alusiones a la Teoría Austríaca del Ciclo y la Inversión en Valor. Con respecto a esta última, Benjamin Graham es el padre de esta escuela de inversión. Ésta se enmarca dentro del análisis de la inversión fundamental en contraposición con el técnico y, por ello, pone el énfasis en los fundamentos financieros de la empresa y no tanto en cómo ha evolucionado el precio de su acción históricamente. Graham hablaba del margen de seguridad para recomendar compras de acciones "buenas" a un precio que le confiriera un buen margen de crecimiento. En otras palabras, alentaba comprar acciones muy infravaloradas. En el peor de los casos, no subirá demasiado (pero no habrá sido una ruina) y, en el mejor, se conseguirán importantes rentabilidades. De manera muy básica, en esto consiste invertir en valor. El principal ratio en que fijarse sería el PER, aunque hay muchos otros, además del propio conocimiento de la empresa y el sector. Otro autor notable es Peter Lynch. De él, pueden obtenerse igualmente grandes consejos sobre cómo invertir en empresas en crecimiento, cíclicas, recuperables o con activos ocultos. Como se ve, abre el abanico de posibilidades respecto a aquellas inversiones más conservadoras a las que se aferran inversores como Graham o ahora Buffett. Pero siempre teniendo bajo sus pies los sólidos cimientos de la inversión fundamental y a largo plazo.
La Teoría de la Liquidez y la Teoría del Ciclo, por su parte, están muy fuertemente intricadas. No en vano, en 1871, el padre de la Escuela Austríaca de Economía, Carl Menger, presentó el concepto de la liquidez de las mercancías y procedió a explicar el origen del dinero a partir de él. Menger descubrió que un bien económico (o un activo financiero) es una entidad de dos dimensiones: valor y liquidez. La liquidez sirve para explicar la capacidad que tiene dicha mercancía o activo de no perder valor conforme se incrementa su cantidad vendida. Pongámoslo con un ejemplo. Si nos ofrecen cincuenta kilos de fresas, estaremos dispuestos a pagar mucho menos por kilo que si sólo adquirimos un kilo. ¿Por qué? Porque, salvo que vayamos a celebrar las bodas de Camacho o regentemos un negocio, más de tres cuartas partes habremos de tirarlas a la basura a los pocos días. Se trata de un bien bastante ilíquido para nosotros. En cambio, no pasa lo mismo con un anillo de oro. El sacrificio en el precio que debe hacer el vendedor por colocarnos dos, tres, cuatro anillos es nulo. ¿Por qué? Porque es muy duradero, muy deseado, es la forma de dinero histórica, muy útil en caso de colapso económico y un largo etcétera de atributos que le confieren esa sobresaliente liquidez.
Muy líquido es el dinero y cualquier bien fácilmente convertible en éste. Ilíquidos son, por el contrario, los activos que sean muy específicos e indivisibles, tales como una grúa, una tuneladora, un centro comercial o una red de tiendas propia. Tienen una utilidad muy específica y si esa actividad económica deja de "estar en valor" también lo estarán sus activos. Esos activos muy ilíquidos por eso mismo caen dentro de la categoría de activos fijos; además, suelen poseer otras propiedades que los hacen peligrosos: ser caros y ser a menudo financiados con endeudamiento.
Se hace obvia así la conexión de la liquidez con la inversión y con la teoría del ciclo. Durante el auge aumenta mucho la iliquidez de los agentes, que se han endeudado enormemente y han adquirido activos muy ilíquidos. Aquellos bienes que, durante el auge, parecían funcionar como un tiro, pues como un tiro funcionaban los negocios en que estaban insertos, caen de precio a plomo cuando se desencadena la crisis. Por ello, en los booms, se salen de los mercados o de ciertas empresas los conocedores del funcionamiento de los ciclos y de los peligros del crecimiento basado en el apalancamiento extremo, como hizo por ejemplo la gestora Bestinver con inmobiliarias y bancos bastante antes del colapso.
Todo este saber se pone ahora al alcance de los estudiantes con este ambicioso máster en el que tengo la fortuna de haber sido invitada a participar como profesora, junto a grandes profesionales de la enseñanza económica, el mundo de los negocios y la inversión. Arrancamos en abril.