Hace más de 1.020 días que el presidente de EEUU, Barack Obama, no presenta un presupuesto público ante el Senado para su aprobación. El pasado 3 de febrero, Harry Reid, el líder de la mayoría demócrata en el Senado, afirmó que "no es necesario llevar un presupuesto [al Senado] este año". De ser así, se trataría del tercer año consecutivo en que no se presenta presupuesto, algo inaudito en la historia norteamericana. Reid se refería a la vigencia del acuerdo alcanzado entre los dos grandes partidos el año pasado. Acuerdo que, por cierto, permitió que la Casa Blanca ni siquiera llegase a hacer público su borrador para el presupuesto.
Apelado sobre los efectos que esta incertidumbre podría tener sobre la economía, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, contestó: "¿Es la incertidumbre mala para el crecimiento? Yo creo que sí". Cuando la prensa pidió al portavoz de la Casa Blanca que se pronunciara sobre esta valoración dijo: "No tengo ninguna opinión. La Casa Blanca no tiene ninguna opinión".
¿Cuántos votos para qué?
Pasadas dos semanas, ha sido Jacob J. Lew, el actual jefe de gabinete de Obama y exdirector de la Oficina de Gestión del Presupuesto, quien ha reavivado la polémica. En un programa de la CNN, Lew afirmó: "Tenemos que ser honestos, no puedes aprobar un presupuesto en el Senado de los Estados Unidos sin sesenta votos. Y no puedes conseguir sesenta votos sin apoyo de ambos partidos". Posteriormente, Lew reincidió en el mismo argumento en la cadena NBC.
En el Senado de los Estados Unidos hay 100 escaños, de los cuales 53 corresponden a los demócratas y los demás a los republicanos. Según la legislación norteamericana, para aprobar los Presupuestos bastan 51 votos. Por tanto, las afirmaciones de Lew son simplemente falsas. Obviamente, es imposible que el exdirector de la Oficina de Gestión del Presupuesto desconozca este dato elemental.
Los 60 votos a los que se refiere Lew no son los necesarios para aprobar un presupuesto sino para elevar el techo de gasto. Es decir, los demócratas tienen votos suficientes para aprobar un presupuesto en el Senado, pero ese presupuesto no puede superar el actual techo de deuda, ya que no tienen los escaños senatoriales suficientes para hacerlo.
El techo en permanente ascenso
Desde que se estableció por vez primera el techo de gasto federal en 1917, este límite se ha modificado al alza nada menos que 103 veces. Es decir, un promedio de más de una vez por año. Teniendo esto en cuenta, no es tan extraño que Lew dé por sentado que para aprobar un nuevo presupuesto, primero es absolutamente imprescindible elevar el límite vigente. Claro que si cada nuevo presupuesto requiere la aprobación de un techo superior, este límite ilimitado es ridículamente inútil.
En abril, Obama presumía de haber conseguido "el mayor recorte anual de gasto de la historia" gracias al acuerdo con los republicanos. Sin embargo, el recorte real del acuerdo era 100 veces menor de lo anunciado. Y los problemas continuaron. El Washington Post elaboró el pasado mes de junio un gráfico en el que puede apreciarse claramente el aumento de la deuda pública (National debt), paralelo a los sucesivos aumentos del techo de gasto (Debt ceiling) desde 1980 hasta 2011. En junio de 2011, el techo de deuda ya había rebasado los 14 billones de dólares.
En agosto, después de dos meses de acalorados debates y polémicas entre ambos partidos, se acordó elevar, una vez más, el techo de deuda pública. La Ley de Control Presupuestario de 2011 incluyó, además, un concepto legal denominado sequestration, ya incluido en una ley similar de 1985. Se trata de un complejo procedimiento mediante el cual se activa automáticamente un recorte en el gasto cuando éste alcanza cierto límite para así garantizar el cumplimiento del techo establecido.
En esta ocasión, y a diferencia del año pasado, ahora la Administración Obama sí dispone de una propuesta de presupuesto. Y lo que se han encontrado los republicanos al analizar la propuesta ha sido, para empezar, que Obama ha ignorado completamente el sequester. Por este motivo, entre otros, los analistas han concluido que la propuesta de Obama rebasa el techo de deuda.
¿Gasta más o gasta menos?
Los republicanos han intentado aprovechar los comités de control del Senado para analizar la propuesta. Pero las respuestas de los burócratas les han dejando boquiabiertos.
El pasado martes, el senador Jefferson Sessions le preguntó a Jeffrey Zients, actual director en funciones de la Oficina de Gestión del Presupuesto: "Señor Zients, ¿no es cierto [...] su presupuesto gasta más dinero que lo que el Congreso propuso gastar mediante el proceso de control presupuestario durante los próximos diez años?" Zients se va por las ramas y el senador de Alabama le insiste: "No, ¿proponen ustedes gastar más dinero durante los próximos diez años que lo que nos obligaría a gastar la Ley de Control Presupuestario?". Y Zients vuelve a intentar lo mismo de antes. "¿Sí o no?" insiste Sessions. Tras mucho insistir, Zients dice que con este presupuesto se gastará "menos dinero".
Algo parecido sucede con el sequester. En un primer momento Zients afirma: "Éste es un punto muy importante, el presidente no está proponiendo la eliminación del sequester. El sequester es una función muy importante para realizar la reducción del déficit". Para acto seguido afirmar: "El sequester será sustituido"; y después rematar: "El sequester es una mala política". Harto de tantas idas y vueltas, Sessions le pregunta: "Si usted se equivoca al decir que no se aumenta el gasto por encima de la legislación vigente, ¿consideraría usted dimitir de su cargo?"; a lo que Zients intenta responder con un "permítame volver a [hablar de] el enfoque del balance..."
Pero el rifirrafe ente Sessions y Zients fue sólo el aperitivo de la intervención del todavía secretario del Tesoro, Timothy Geithner. Sessions empieza con la misma pregunta: "¿No es cierto que este presupuesto gasta más dinero que la legislación actual que se aprobó el pasado agosto?". Geithner se escabulle: "Permítame que intente contestar de esta manera: nosotros propusimos reducir el déficit por debajo del 3% del PIB". El secretario del Tesoro sigue evitando contestar y Sessions pasa al tema del sequester, a lo que Geithner le responde directamente: "Nosotros no queremos respetar el sequester, queremos sustituirlo".
La actitud chulesca de Geithner ofendió al republicano Jason Chaffetz, que le dijo: "Puede usted sonreir y reírse tanto como quiera", para afirmar más tarde que estaba harto de la "sonrisita estúpida" del Secretario del Tesoro.
La sonrisa del secretario del Tesoro, Tim Geithner
Curiosamente, sin embargo, Geithner reconoció lo que los defensores del llamado Estado del Bienestar siempre se empeñan en negar. A saber, que "incluso si el Congreso aprobara este presupuesto, todavía nos quedaríamos en las próximas décadas, a medida que millones de americanos se jubilen, con compromisos insostenibles en Medicaid y Medicare", la Seguridad Social estadounidense.
¿4 billones o 0,27 billones?
Según la Administración Obama, la nueva propuesta conseguiría una reducción del déficit de 4 billones de dólares en los próximos diez años. Pero el Comité Presupuestario del Senado, presidido por el senador Sessions, afirma que la cifra real es de 273.000 millones (0,27 billones). Es decir, 15 veces menos.
Según Sessions, el principal motivo es que el plan de Obama no tiene en cuenta el coste de sustituir el sequester de 1,2 billones, que es obligatorio según la legislación vigente. Lo que hace el plan del presidente es eliminar las reducciones de gasto, a las que la ley que él mismo firmó obliga, y sustituirlas por aumentos de impuestos, sin tener en cuenta el coste de la eliminación. Además, se computa la reducción de los costes bélicos en Afganistán (dinero prestado en su totalidad) como una reducción del gasto de 1 billón de dólares.
Chris Edwards, del Cato Institute, observa algunos datos muy esclarecedores sobre la evolución del gasto en los años más recientes. "El gasto ha aumentado desde los 2,98 billones de 2008, el año anterior a la llegada de Obama a la Casa Blanca, hasta los 3,8 billones propuestos para 2013. Esto es un aumento del 28% en cinco años".
El gráfico de Edwards parece indicar que el gasto sí se está estancando de 2012 a 2013, en 3,8 billones. Pero afirma que esto "no es una victoria de la frugalidad. Para empezar, el gasto en la ley del estímulo de 2009 tocó techo en 2010, con 235.000 millones, y ahora está cayendo. Será de unos 30.000 millones en 2013".
Algo parecido sucede con la reducción del coste bélico en Irak y Afganistán. Pero Obama, simplemente, "está usando el dinero para aumentar el gasto en otros programas" por lo que, a pesar de que estos importantes factores del gasto se reduzcan, el gasto total no lo hace.
Otro dramón justo antes de las elecciones
Peter Orszag, analizando los datos de la Administración Obama, comentaba: "Incluso con una previsión algo soleada para el crecimiento económico este año, la cantidad de deuda pública que es aplicable al límite de deuda se calcula que alcanzará, antes de que acabe septiembre, 16,3 billones de dólares. El propio límite de deuda se sitúa actualmente en 16,4 billones. Así que antes del próximo enero, si no antes, volveremos a estar debatiendo el aumento del techo de deuda". Y concluía: "El viaje a través de este laberinto fiscal el año que viene hará que le debate del límite de gasto del verano pasado parezca un juego de niños".
Es decir, Sessions llevaba razón al decirles a Zients y a Geithner que la propuesta de Obama significa gastar más que lo establecido por el techo de deuda. De hecho, el día 16, el Secretario del Tesoro reconoció: "No esperamos alcanzar el límite de deuda hasta finales de año, significativamente después del final del ejercicio fiscal (30 de septiembre), pero antes de que acabe el año natural".
Pero con tantos números, y tan grandes, tantos análisis y tantas contradicciones, es fácil que las confesiones más escandalosas pasen desapercibidas. No es el caso de Damian Paletta, que observa que la propia propuesta de la Casa Blanca admite: "La Casa Blanca espera que la deuda del Gobierno de los Estados Unidos sujeta al límite de gasto legal el 30 de septiembre de 2012 sea de 16,3339 billones" de dólares.
Pero el techo de deuda actual está fijado en 16,3940 billones de modo que, según las estimaciones de la propia Casa Blanca, el 30 de septiembre apenas quedará un margen de endeudamiento de 60.000 millones. Y, puesto que el ritmo de gasto actual es de 133.000 millones al mes, esto significa que la deuda se estampará contra el techo el próximo octubre, justo antes de las elecciones presidenciales del 6 de noviembre.
Por lo tanto, si los republicanos ahora permiten que Obama gaste a lo loco, estarán facilitando que el presidente se quede sin fondos a menos de dos meses de las elecciones en las que aspira a la reelección. Se entiende mejor así que, de repente, los republicanos estén dispuestos a dar su brazo a torcer, como mostraron el lunes 13, anunciando que podrían aceptar reducciones en la imposición sobre las rentas del trabajo sin que medien reducciones de gastos para compensarlo. Esto implicaría un incremento de deuda de 160.000 millones y un final de campaña sonado.