La Encuesta de Población Activa del último trimestre de 2011 muestra la faceta más dramática de la situación de emergencia en la que se encuentra España. Más de 5,2 millones de personas que buscan empleo y no lo encuentran; 3,4 millones de parados más que hace cinco años, cuando el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero llamaba antipatriotas a quienes advertían del inicio de la crisis; 1,8 millones de hogares con todos sus miembros activos en paro; 2,9 millones de empleos destruidos en apenas un lustro,… Los datos figuran un auténtico desastre económico y moral, con una generación de españoles perdida y otra venidera que, por primera vez desde la postguerra, vivirá en un lugar más pobre que el de sus padres. Ha vuelto la emigración y una corriente de españoles ha emprendido el éxodo en busca de oportunidades en América y al otro lado de los Pirineos, como hicieron nuestros abuelos. Han sido 64.000 en 2011, mayormente jóvenes bien preparados que no pueden crear y prosperar en su país. Y todo indica que esta riada se hará más caudalosa, al menos en los próximos dos años.
EDITORIAL
El paro, una emergencia nacional
Ni siquiera el desolador panorama de la última EPA del año señala el fondo del pozo. La previsión del Banco de España, conocida esta semana, de que la economía caerá un 1,5 anuncia medio millón de personas en paro más al finalizar 2012
Ni siquiera el desolador panorama de la última EPA del año señala el fondo del pozo. La previsión del Banco de España, conocida esta semana, de que la economía caerá un 1,5 anuncia medio millón de personas en paro más al finalizar 2012. El desbocado desempleo español asombra y preocupa en Europa.
Un país en el filo de la insolvencia, vigilado por el exorbitado déficit público causado por políticos irresponsables, obligado por sus excesos a un recorte del gasto sin precedentes y cuyo gobierno acaba de aprobar una subida de impuestos que nos coloca al nivel de los países con las exacciones más altas de Europa (pero sin la calidad de sus servicios públicos), es un país expuesto (si no dentro) a un círculo de frustración.
Así las cosas, no es de extrañar que la canciller alemana Ángela Merkel haya enfatizado la urgencia de la reforma laboral española, en su reunión de este jueves con el presidente Mariano Rajoy. Un cambio profundo, sin prejuicios ni condiciones, sin apriorismos ni líneas rojas marcadas por el corporativismo sindical, es, no ya urgente, sino acuciante para vislumbrar una salida del pozo. El rígido sistema de contratación y despido, la granítica liturgia de la negociación colectiva impuesta por sindicatos y patronal, han sido elementos muy destacados del problema. Es hora de gobernar con decisión a favor de la libertad de las personas para decidir sobre sus contratos de trabajo. El señor Rajoy dio un plazo a los sindicatos y la patronal para ponerse de acuerdo. El plazo ha vencido. Hay 5,2 millones de razones para no esperar un día más.
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