"No se puede gastar más de lo que se ingresa, y sobre el que gaste más caerá el peso de la ley, porque la primera obligación de un responsable político es saber gestionar con lo que tiene y no comprometer el futuro con lo que no tiene". Me temo que tan encomiables palabras de la vicepresidenta del Gobierno a favor del equilibrio presupuestario van a tener muy escaso reflejo en la Ley Orgánica de Estabilidad y Sostenibilidad Presupuestaria que ultima el gobierno. Y no lo digo sólo porque en el anteproyecto de ley semejante objetivo se posponga hasta 2020, fecha a partir de la cual el déficit estructural no podrá superar el 0,4 por ciento; ni tampoco lo digo porque, aun para entonces, ese límite se podrá sobrepasar si se dan "situaciones excepcionales". A lo que me refiero, concretamente, es al inconcreto "peso de la ley", a las desconocidas sanciones o castigos que se aplicaran a los que, más que de una mala gestión, son responsables de una apropiación indebida de las recaudaciones de legislaturas venideras.
Si el déficit tuviera un tratamiento penal, como una especie de "apropiación indebida", en el sentido antes señalado, no dudo que el efecto disuasorio del castigo conduciría a la observancia de la ley. Sin embargo, si el castigo va a consistir, tal y como parece, en sanciones económicas cuyo peso no lo va a soportar el gobernante manirroto sino los ciudadanos, me temo que los techos de gasto de los que nos habla el gobierno van a quedar en papel mojado. Y es que, tanto si consiste en una multa como en un descuento en las siguientes transferencias del Estado a la Comunidad incumplidora, corremos el riesgo de que la aplicación de la sanción suponga una mayor vulneración de la ley que esa sanción venía a castigar. Dicho en otras palabras, corremos el riesgo de que el castigo por el déficit se traduzca en un déficit aun mayor.
Así las cosas, creo que, en lugar de amenazar teatralmente a los gobernantes manirrotos con el "peso de la ley", más le valdría al PP anunciar que retirará como candidato en las próximas elecciones municipales y autonómicas a todo aquel alcalde y presidente autonómico que gaste más de lo que ingrese. Así, seguro que espabilan.
Claro que para ello, las palabras de Sáenz de Santa María habría que entenderlas como un sincero compromiso con el equilibrio presupuestario, y no como un homenaje más que el vicio rinde a la virtud.