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Carlos Rodríguez Braun

Ha-Joon Chang x 10

Desde los años de Reagan y Thatcher, según Chang, funcionamos con una política de “enriquecer a los ricos”. Otra vez, sugerente reiteración: lo malo viene de los años de Reagan y Thatcher, es decir, los años de la crisis del comunismo.

Desde los años de Reagan y Thatcher, según Chang, funcionamos con una política de “enriquecer a los ricos”. Otra vez, sugerente reiteración: lo malo viene de los años de Reagan y Thatcher, es decir, los años de la crisis del comunismo.

A menudo los economistas ignoramos una incómoda verdad: las mayores tonterías económicas las decimos nosotros. Esto no es autoflagelación sino mero reconocimiento de lo obvio: después de todo, son los economistas los que se dedican a elaborar argumentos económicos, y es razonable por tanto diagnosticar que serán los responsables de las ideas más tontas y más falsas; alivia pensar que también de las más perceptivas y verdaderas. Pero ninguna titulación, ningún galardón, inmuniza a nadie contra el disparate, tampoco a los economistas.

Así sucede con el doctor Ha-Joon Chang, profesor de Economía en Cambridge, que fue entrevistado por Carlos Fresneda en El Mundo. Y soltó los siguientes diez traspiés.

Uno: la crisis se ha debido al exceso del mercado. Esta fantasía, jaleada por tantos, no se sostiene: los Estados, sus impuestos, controles y regulaciones, no han disminuido. Sostener que el mercado libre es “la ideología dominante durante estos 30 últimos años” es no atender a lo que sucedió en realidad. Por cierto, lo de insistir en dicho periodo invita a sospechar que para algunos la caída del Muro de Berlín no fue una gran noticia.

Dos: “El libre mercado no existe” porque “todos los mercados tienen reglas”. La pregunta es: ¿qué pensará el doctor Chang que es la libertad, acaso la selva? Las normas son la esencia de la libertad, no su refutación. La clave estriba en si son producto evolutivo de la interacción de personas libres o arbitrarios dictados políticos.

Tres: “Los accionistas no defienden los intereses de las compañías, sino sus propios intereses”. El profesor de Cambridge alega que esto queda probado porque conservan durante menos tiempo sus acciones antes de venderlas. Parece que lo que le gustaría es que la gente no pudiese decidir libremente sobre lo que es suyo, protegiese los intereses de las empresas, así como entes separados, antes que los suyos propios, y se quedase con acciones aunque su valor no aumentase.

Cuatro: ahora se quiere “desmantelar” el Estado del Bienestar. Nadie con poder pretende semejante cosa.

Cinco: en “estos 30 años de experimento del libre mercado han servido para crear grandes desigualdades económicas y crisis cada vez más frecuentes”. Las desigualdades han disminuido en el planeta, en particular por el crecimiento registrado en los países más poblados, China e India, y las crisis no son producto de la libertad puesto que su origen es financiero, y el dinero y las finanzas están profundamente intervenidos por las autoridades.

Seis: “es del todo injusto que un alto directivo gane de 300 a 400 veces más que un empleado de su empresa”. Pero no hay forma de precisar cuál es la diferencia de ingresos “del todo justa”. Y si la brecha deriva del intervencionismo, como sucede con la banca y las finanzas, lo correcto es censurar esta circunstancia y no la libertad capitalista.

Siete: “Los ricos nos hacen cada vez más pobres”. Desde los años de Reagan y Thatcher, según Chang, funcionamos con una política de “enriquecer a los ricos”. Otra vez, sugerente reiteración: lo malo viene de los años de Reagan y Thatcher, es decir, los años de la crisis del comunismo. Y no es verdad que el enriquecimiento de los ricos comporte necesariamente el empobrecimiento de los pobres.

Ocho: “Asume lo peor de la gente y obtendrás lo peor”. Dice Carlos Fresneda que Chang dispara contra la esencia egoísta del capitalismo, “la avaricia del carnicero y del panadero” a los que apelaba Adam Smith. Casi nadie repara en que la esencia del anticapitalismo no es obviamente generosa, ni en que Adam Smith, que era profesor de Moral, no suponía que la gente era mala sino que actuaba conforme a sus intereses.

Nueve: “Los países ricos quieren imponer sus recetas del 'libre mercado' a los países en desarrollo, cuando lo cierto es que ellos mismos se enriquecieron con un equilibrio de comercio y medidas proteccionistas. Así es como creció Corea del Sur. La falacia del libre mercado ha convertido raramente a un país pobre en un país rico, con la excepción de Chile”. Pero el hecho de que los países crezcan con políticas que combinan libertad y coacción no quiere decir por sí mismo que la coacción sea buena. Al contrario, las políticas que abren las economías suelen dar buenos resultados en términos de crecimiento, lo que no puede ser casual. Chile no es una excepción, porque también sucedió lo mismo en muchos otros países.

Diez: a pesar de todo, el doctor Chang no quiere abolir el capitalismo de la noche a la mañana, lo que no deja de ser un detalle por su parte. Presenta esta aceptación resignada del capitalismo (el peor sistema a excepción de los demás, etc. etc.) como si fuera una concesión al realismo, pero aclara que hay que reformarlo y para ello hay que aprender de los “indignados”, aplicar la “tasa Tobin”, y demás consignas intervencionistas políticamente correctas. Pereza de tío, oiga.
 

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