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GEES

La vía europea al crecimiento

Europa saldrá reforzada si se desprende del corsé impuesto por los desmentidos dogmas socialistas, que aun después de muertos, causan desorden, confusión y miseria.

Regresan las reuniones. Sarkozy y Merkel reafirman su voluntad de saldar la deuda y piden a Grecia, otra vez, que cumpla. Subrayan la necesidad de crecimiento y empleo. Merkel traslada a Monti, que presentó una mejora del déficit al 2,7%, exigencias para seguir reformando. Momento de hacer memoria.

La crisis surgió porque países esclerotizados económicamente se creyeron obligados por la catástrofe bancaria de 2007-2008 a asumir la labor crediticia. Esta tarea en estados saneados y condiciones asumibles no provocó más de un año de decrecimiento. Pero aquellos cuyas cuentas públicas estaban más desequilibradas o dependían de recursos recaudatorios incapacitados por la ruptura de la burbuja, incrementaron sus gastos desmesuradamente.

El primero en caer fue Grecia. Requirió un rescate de 110.000 millones. Pronto sucedería lo mismo con Irlanda (85.000 millones €), por diferentes razones, y Portugal (78.ooo millones €). Paralelamente los socialistas de todos los partidos se quejaron de que la contrapartida a las ayudas fuera, como fue siempre, la contracción del gasto y la vigilancia del presupuesto por los acreedores. Pedían emisión sobrada de dinero artificial por parte del BCE. Para calmarlos, intervino comprando deuda de los estados miembros vulnerando el tratado y se estableció un fondo de rescate. Pero la gravedad de la situación y la insistencia de muchos políticos en aprovecharse del respaldo de los ricos –Grecia, ejemplo paradigmático– produjeron cambios de gobierno. Portugal e Irlanda expulsaron a quienes les quebraron. Grecia e Italia intentaron resistir las reformas alemanas –respaldadas desde el acuerdo de Deauville de 2010 por Francia– viéndose obligadas a cambiar de primer ministro tras la desfachatez de Papandreu de renegociar los nuevos 130.000 millones de ayuda y la obligación a las entidades privadas de anotarse pérdidas del 50% sobre sus bonos. España, Zapatero entonces, instada por el BCE, fingió reformas mientras convocaba elecciones, que arrollaron al partido incapaz.

Así las cosas, el acuerdo griego de octubre es ya insuficiente, la recesión acecha y los tratados para controlar presupuestos y apoderar al fondo llegan tarde. Además, el relleno del FMI, que serviría para préstamos de último recurso que Alemania se niega a proporcionar al BCE, no acaban de desembolsarse y ésta hace depender su contribución de la inglesa.

El mantra socialista, rebautizado keynesianismo, era que sin gasto no habría crecimiento. Hasta aquí nos trajo. Ahora, avisan desde esos cuarteles, la austeridad provocará recesión. No si se funda en restringir el gasto y deja respirar a los ciudadanos. Demasiadas medidas se basan en incrementos impositivos: justificados en España por la obligatoriedad de cumplir a corto plazo la disminución drástica del déficit ante la UE e inversores. Más allá de que el culpable fuera el socialismo, arma de destrucción masiva de la riqueza, los dirigentes deben centrarse en el crecimiento a largo plazo. Solo vendrá favoreciendo el ahorro privado y reduciendo cargas públicas. Europa saldrá reforzada si se desprende del corsé impuesto por los desmentidos dogmas socialistas, que aun después de muertos, causan desorden, confusión y miseria.

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