Hace ahora un año comentábamos en estas mismas páginas que 2011 bien podría terminar con el rescate internacional de España en caso de no acometer las reformas precisas y, por desgracia, los peores augurios se han cumplido. El Banco Central Europeo (BCE) intervino, finalmente, el mercado de deuda nacional el pasado agosto para tratar de frenar la hemorragia, permitiendo así al Estado seguir cumpliendo sus compromisos financieros. De hecho, aún sobrevuela sobre el país la sombra de un rescate directo por parte de las autoridades europeas o el Fondo Monetario Internacional (FMI). Así pues, el escenario económico que se presenta de cara a 2012 será, sin duda, uno de los más complejos y difíciles de las últimas décadas y, por tanto, el reto que deberá afrontar Rajoy el más arduo de la historia de la democracia.
Pese a ello, el ejercicio que está a punto de comenzar podría marcar un punto de inflexión en la larga crisis que sufre España desde 2007, aunque ello dependerá, en gran medida, de la nueva política económica que ponga en marcha el Partido Popular. Si el Gobierno de Rajoy aplica un duro y drástico plan de austeridad pública junto a profundas reformas estructurales en el mercado laboral, financiero, energético y administrativo, entre otras materias, tendentes a liberalizar de forma sustancial el sistema productivo y a desmontar, al menos parcialmente, el Estado del Bienestar, ello permitirá sentar las bases para una posterior recuperación sobre cimientos sólidos. Por el contrario, si el nuevo presidente titubea, manteniendo una política socialdemócrata de perfil bajo y, como resultado, quedándose a medias en estas tareas pendientes, la crisis no sólo se prolongará en el tiempo sino que el futuro de España seguirá dependiendo de la benevolencia de los socios europeos más fuertes.
Y es que, aun haciendo las cosas bien, el brutal proceso de desapalancamiento que debe afrontar la economía española llevará tiempo. El leve crecimiento experimentado en 2011, interpretado por el PSOE y no pocos economistas como el inicio de la recuperación, ha sido un mero espejismo. España regresará a la recesión en 2012, el paro seguirá creciendo y el déficit aumentará en ausencia de fuertes recortes públicos. Se atisba, pues, un escenario similar al vivido en 2008 y 2009, sólo que peor, puesto que la situación de partida está mucho más deteriorada que entonces –España cuenta ya con más de 5 millones de parados–.
El único hecho diferencial reside en las medidas a aplicar. La economía se saneará si el Gobierno permite que el mercado depure por completo los errores de inversión cometidos en la etapa previa de burbuja, así como el reajuste de los factores productivos hacia nuevos modelos de negocio que posibiliten el crecimiento. Es decir, desde esta perspectiva, 2012 no ha de ser visto como otro año perdido sino como una auténtica oportunidad de cambio. La situación mejorará, y mucho, a medio plazo si el nuevo Ejecutivo elimina de facto los convenios colectivos; reduce el déficit público sin subir un solo impuesto; permite un severo ajuste del sector inmobiliario, con un brusco y rápido desplome de precios, aflorando con ello las pérdidas reales del sistema financiero; acomete el necesario saneamiento de la banca sin necesidad de inyectar recursos públicos; recorta el asfixiante peso del Estado en la economía y, por tanto, el intervencionismo a su mínima expresión, lo cual también implica reformar la prestación de servicios básicos (Estado del Bienestar); apuesta por energías eficientes, etc.
¿Lo hará Rajoy? Esta es la gran duda. El presidente puede escoger entre dos caminos claramente diferenciados: la senda correcta emprendida por Irlanda y los países bálticos, o la infructuosa vía escogida por Grecia, Portugal o Italia. Y ello, con independencia de las protestas, huelgas y manifestaciones que, muy probablemente, protagonizará la izquierda en los próximos meses. Todo está por hacer, y según se vaya haciendo el fin de la crisis estará cada vez más cerca. Pero como Rajoy aún sigue siendo la incógnita a despejar, tan sólo cabe decir que ojalá 2012 sea el año en el que España tocó fondo.