En el sector financiero, este invierno se recordará por el intenso frío que rodea a los bancos europeos. Evidentemente, esta situación no tiene nada que ver con la temperatura ambiente (que además no es especialmente baja para lo habitual en estas fechas del año), sino con un mercado completamente congelado, en el que imperan el miedo y la desconfianza. Y ante las inclemencias, las entidades han acudido en masa a buscar refugio en el Banco Central Europeo (BCE).
Este lunes se conocía que los depósitos de la banca en el BCE habían alcanzado su récord histórico la semana pasada (411.000 millones) y la tendencia se ha mantenido en los últimos días: de esta manera, la cantidad ha alcanzado los 452.000 millones de euros este martes. El anterior récord se alcanzó en junio de 2010, en medio del primer pánico desatado por la crisis de deuda soberana, con 384.000 millones. Ni siquiera cuando quebró Lehman Brothers se alcanzaron las cifras actuales.
La noticia es especialmente llamativa si se tiene en cuenta que hace unos días el organismo presidido por Mario Draghi abrió una línea extraordinaria de liquidez con el objetivo de recalentar un poco el mercado financiero. Sin embargo, al menos en lo que respecta al crédito a familias y empresas, no ha cumplido con su propósito. Pese a que los balances de las entidades están ahora en una situación mucho mejor que hace un mes, gracias al dinero obtenido en la ventanilla del BCE, estos fondos no parece que vayan a reactivar el mercado crediticio.
Depósitos de la banca europea en el BCE en 2011
Incluso aunque con este proceso pueden estar perdiendo dinero a medio plazo, lo que los bancos buscan en estos momentos es ganar liquidez a corto, para pasar los primeros meses de 2012, que se antojan muy complicados. El BCE les prestó al 1% a tres años y sólo remunera al 0,25% los depósitos; pero así, hay cola en Fráncfort para meter el dinero en la caja del banco central.
Las razones de estos movimientos son dos: desconfianza y necesidad de liquidez. Por una parte, nadie se fía de nadie (hace mucho frío ahí fuera), por lo que el mercado interbancario no funciona como antes de la crisis. Aún a costa de perder rentabilidad, las entidades prefieren la seguridad y calidez del refugio que proporciona el BCE para pasar este largo invierno.
En segundo lugar, está la necesidad de sanear sus balances. Las nuevas exigencias de capital de las autoridades europeas han forzado a las entidades a buscar liquidez a toda costa. Por eso, no están dispuestas a llevar al público (créditos a empresas y particulares) los fondos que reciban. Todo lo que logran acaparar en las subastas del BCE se guarda para maquillar las cuentas, al menos hasta que venzan las obligaciones de 2012 y puedan ir, poco a poco, saneando el balance.
Tampoco las malas perspectivas de crecimiento ayudan, porque el miedo hacia una posible recesión en la UE hace que los bancos sean muy reticentes a prestar dinero a las empresas del Viejo Continente. En este caso, el problema es que puede convertirse en una profecía auto-cumplida: si no hay crédito es mucho más fácil que llegue esa tan temida recesión.