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Manuel Llamas

La partitura

En este caso, no todos los caminos conducen a Roma. La detallada partitura que muestre Rajoy en los siguientes meses será crucial para determinar o no el buen rumbo económico de España. Habrá que esperar.

En este caso, no todos los caminos conducen a Roma. La detallada partitura que muestre Rajoy en los siguientes meses será crucial para determinar o no el buen rumbo económico de España. Habrá que esperar.

Durante su discurso de investidura, Mariano Rajoy desveló de forma superficial la música de su nuevo Gobierno a fin de lanzar un doble mensaje, uno a nivel interno y otro a nivel externo, consistente en que la recuperación económica de España es posible y que, en todo caso, cumplirá con las exigencias marcadas por Bruselas para frenar la crisis de deuda. Para ello, el nuevo presidente insistió en la necesidad imperiosa de poner en marcha un amplio y profundo programa de reformas estructurales y de austeridad pública, algo que, hasta la fecha, ha brillado por su ausencia desde el inicio de la crisis. Y ello, sin tener que subir aún más los impuestos. Su cambio de rumbo parece, de inicio, firme y bien encaminado, pues las medidas anunciadas hasta ahora nada tienen que ver con la suicida política económica de su predecesor en el cargo y, aún menos, con las recetas socialistas de su adversario electoral, Pérez Rubalcaba.

El siguiente paso de Rajoy ha consistido en formar la orquesta que, a su juicio, es la más acorde al tono de su sintonía. Como era de esperar, no ha habido grandes sorpresas. El presidente se ha rodeado de gente de su plena confianza, sin que ello reste credibilidad a la valía de tales designaciones para afrontar las tareas encomendadas. Así, Luis de Guindos es un economista de prestigio, con una amplia experiencia en el ámbito financiero, que apuesta por potenciar la competitividad de la economía nacional, ajustar de forma drástica el precio artificialmente inflado del sector inmobiliario y sanear de forma definitiva el sistema financiero. Cristóbal Montoro, por su parte, ya demostró con el Ejecutivo de Aznar su capacidad para mantener a raya las cuentas públicas. Ambos desempeñarán el papel económico más relevante en esta nueva etapa de Gobierno, ya que el primero tendrá por misión limpiar los balances bancarios e impulsar el crecimiento, mientras que el segundo deberá cumplir al pie de la letra los objetivos de reducción de déficit marcados desde la UE.

Asimismo, en segunda línea, el nombramiento de Jaime García-Legaz como secretario de Estado de Comercio o de Antonio Beteta en Administraciones Públicas son del todo certeros dada la valía mostrada por ambos en sus respectivas trayectorias políticas.

Todos ellos constituyen un equipo perfectamente cualificado y sobradamente preparado para los retos que se avecinan. Sin embargo, el concierto bien podría resultar un fiasco en caso de que la música y la orquesta no vayan acompañados de la partitura correcta y, sobre todo, la férrea disciplina, liderazgo y convicción que imparte la batuta. Es decir, de nada servirán las buenas intenciones mostradas por Rajoy o la adecuada preparación de sus ministros y gestores si, al final, la letra de los nuevos proyectos de ley no atina el tiro. No en vano, la reestructuración de la banca se puede alcanzar a través de diversos mecanismos, tales como nacionalizar entidades, crear un banco malo o convertir deuda en acciones para recapitalizar los balances. Lo mismo sucede con la reducción del déficit: es posible subir impuestos, reducir gastos, combinar ambas medidas o reformar el Estado del Bienestar...

Y es que, en este caso, no todos los caminos conducen a Roma. La detallada partitura que muestre Rajoy en los siguientes meses será crucial para determinar o no el buen rumbo económico de España. Habrá que esperar.

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