Todo Gobierno puede y debe dialogar con los sindicatos. De entrada, es una cuestión de buenas maneras e, incluso, si se quiere, estratégica ya que si el Ejecutivo de Rajoy está dispuesto a sacar adelante la reforma laboral que necesita este país, lo que creo que no debe hacer es dar a las centrales sindicales la baza de que le puedan acusar de no querer hablar con ellas y darles, de esta forma, la excusa para que se echen a la calle en contra de las medidas que pudiera aprobar. Lo que no debe confundir el Gobierno es el diálogo con la política. El Ejecutivo está para gobernar buscando lo mejor para el país y si para ello tiene que atacar frontalmente los intereses de algunos grupos de presión, no debería temblarle lo más mínimo el pulso a la hora de hacerlo, sobre todo cuando dichos intereses se traducen en millones de parados y la sociedad, en su gran mayoría, reniega de quienes los defienden porque sufre las consecuencias de los mismos en forma de desempleo.
Los sindicatos no quieren reformar la negociación colectiva porque en ella reside uno de los pilares básicos de su poder. Sin ella, los sindicatos no son prácticamente nada en términos políticos. De ahí que estén dispuestos a luchar con uñas y dientes por mantener las cosas como están. Sin embargo, la reforma de la negociación colectiva resulta del todo punto necesaria para frenar la destrucción de empleo y poder empezar a generar puestos de trabajo en este país. De hecho, el sistema actual es el que explica que, con cinco millones de parados oficiales como hay en España, los salarios sigan creciendo por encima de la inflación. Esto explica también por qué la economía española ha perdido el 30% de su competitividad desde que entró en vigor el euro, o que las empresas acudan a los despidos, en lugar de a las rebajas salariales, como forma de ajustarse a la crisis. La reforma de la negociación colectiva, para llevarla al nivel de empresa, resulta, por tanto, una de las piezas clave para que se pueda empezar a generar puestos de trabajo. Si el Gobierno cree que tiene alternativa, se equivoca porque como no se puede devaluar, ya que somos parte del euro, o eliminamos las rigideces del mercado de trabajo, o no saldremos nunca de la crisis.
Fátima Báñez y Mariano Rajoy deben tener esto muy presente. A ellos se les ha elegido para gobernar, para hacer lo que hay que hacer con el fin de que el paro pase a ser un mal recuerdo de una de las peores crisis de la España contemporánea, y si eso supone enfrentarse a los sindicatos, no debe temblarles lo más mínimo el pulso a la hora de hacerlo, sobre todo cuando la mayoría de la sociedad les apoyaría y cuando tienen instrumentos más que de sobra para hacer frente a la oposición sindical. Lo peor que podría ocurrirle a este país, y al propio Gobierno de Mariano Rajoy, es que cambie todo para que todo siga igual solo por tratar de llevarse bien con los sindicatos para evitar que se echen a la calle. Éstos lo van a hacer en cuanto tengan ocasión. Entonces, ¿por qué andarse con tanto miramiento hacia ellos, especialmente cuando hay cinco millones de personas que solo podrán salir del paro cuando se haga lo que los sindicatos no quieren que se haga?