"¿Qué es atracar un banco comparado con el hecho de fundarlo?". Quién le habría de decir a Bertolt Brecht que en el Partido Popular estarían tentados de darle la razón con su célebre boutade. Y es que promover un banco malo a cargo exclusivo de los contribuyentes, la idea que ahora mismo ronda por ciertas cabezas rectoras de Génova, no dejaría de constituir un genuino atraco a mano armada. Se mire como se mire, despilfarrar en torno a cien mil millones de euros –¡cien mil millones!– subvencionando con dinero público a los propietarios del sistema financiero sería, en palabras de Talleyrand, algo mucho peor que un crimen: sería un error.
Un inmenso error que, a buen seguro, acabaría llevándose por delante la credibilidad política toda de Mariano Rajoy apenas estrenada la Presidencia. Sin ir más lejos, y ante alarde semejante de prodigalidad, ¿cómo hacer del relato puritano a cuenta de la Administración austera algo creíble? ¿O con qué cara explicar al respetable las muy balsámicas virtudes de haber elevado a imperativo constitucional el equilibrio presupuestario? Al respecto, y en otro orden de perplejidades, uno, que a estas alturas ya debería andar curado de espanto, nunca dejará de pasmarse ante la facilidad con que tantos liberales devienen fervientes socialistas si de regalar el dinero del prójimo se trata. ¡Qué novela no escribiría Lampedusa con semejantes doctrinarios!
Volviendo al asunto, a alguien le tengo leído –quizá a Charles Foster– que las financieras encarnan un tipo especial de burbuja. Las otras, por ejemplo las inmobiliarias, se parecen a los hongos venenosos. La gente los ingiere, enferma y, en caso de sobrevivir, aprende a evitarlos. Pero las bancarias resultan distintas. El crédito es el aire que respiran los mercados, y cuando el aire está envenenado, no hay lugar donde esconderse. Ninguno. De ahí que se antoje inevitable auxiliar a los bancos para que se deshagan cuanto antes de las montañas de inmundicia que hoy infestan sus balances. Pero no gratis et amore. Y menos considerando el precedente del difunto "tigre celta". No se olvide que el banco malo de Irlanda, su particular proyecto gubernamental de cambiar dinero por basura, fue causa efectiva de la bancarrota del Estado y posterior intervención del país. No rehabilitemos a Brecht.