Zapatero aseguró –tantas cosas prometió la criatura– que con él al frente del Gobierno volveríamos al corazón de Europa, una chorrada solemne con metáfora anatómica añadida que hacía presagiar lo peor. También en esto se equivocó el presidente cesante, porque nuestra situación en el cuerpo europeo no está precisamente en la cavidad izquierda del tórax sino en el tracto final de su recorrido digestivo, posición por otra parte a la que España ya está habituada dentro de la escena internacional.
La presencia en solitario de ZP en la cumbre europea que pretende dar una vuelta de tuerca a la gestión política de los asuntos continentales habría sido la garantía del desastre para los intereses patrios, como ha ocurrido siempre que el muchacho ha acudido a los foros en los que se dirimen asuntos de trascendencia internacional. Por suerte esta vez ha ido acompañado del equipo de Mariano Rajoy, cuyas indicaciones acerca de cómo defender los intereses de España el leonés ha tratado de no contradecir en demasía.
La presencia de Mariano en la cumbre europea ha sido una cuestión estética, que tiene que ver más con la imagen de un futuro presidente dándose a conocer que con su capacidad para sentar plaza en Europa exigiendo para nuestro país la relevancia política que le corresponde. No porque Rajoy no sea consciente del déficit institucional que Zapatero le ha dejado como herencia, sino porque, tal y como están las cosas, España parte de una situación de país comparsa al que no se puede tomar en serio salvo que cambie diametralmente de rumbo a partir del año próximo.
Ahora bien, los expertos de Rajoy para asuntos europeos, los vituperados "tecnócratas", parece que han trabajado lo suyo dándole a ZP una clase magistral de legislación europea en menos de dos tardes, porque el tiempo apremiaba y, además, el alumno no da para sesiones de estudio más prolongadas.
El resultado es que seguimos a merced de lo que decidan Alemania y Francia, sin margen de maniobra para exigir un nivel de decisión acorde con la importancia de nuestro país en el concierto europeo, una situación que al PP no parece preocuparle demasiado por el momento. Si hay que subir el IVA y armonizar por arriba nuestro sistema fiscal, mejor que sea por imposición del a UE. Con las guerras que va a tener que librar Mariano de fronteras hacia dentro, mejor tener a alguien a quien culpar por la derrota en la batalla del fisco. Al final, estar en el recto de Europa va a acabar teniendo alguna ventaja.