En junio de 2008, por primera vez desde que se realizaba la encuesta, el índice PMI de servicios de España -un indicador independiente de actividad que elabora Markit Economics- resultó ser menor de 40. Concretamente 36,72, una cifra tan baja que sorprendió a todos los analistas por el deterioro que reflejaba en la actividad económica del país.
De forma sorprendente, y a pesar de que el índice llevaba seis meses marcando contracción económica, las afiliaciones a la Seguridad Social durante ese mes fueron de 19,36 millones, sólo 19.000 personas menos que un año antes. Por ello, este dato no llamó demasiado la atención, y mientras los líderes políticos hablaban de que "era discutible si había o no crisis", una bomba de relojería estaba a punto de estallar en la economía española. Un año más tarde se habían destruido 1,25 millones de empleos y el optimismo que había inundado el país desde hacía una década se había esfumado para siempre, junto con la financiación exterior que lo alimentó.
Los responsables políticos y sus asesores económicos no fueron capaces de valorar correctamente la gravedad de la situación, así como tampoco entendieron el desfase temporal que existe entre una caída en la actividad económica y el aumento del desempleo, sobre todo cuando esta caída es brusca.
En el siguiente gráfico se puede apreciar ese desfase temporal que se dio en 2008, cuando el PMI de servicios entró en terreno contractivo en enero y, sin embargo, el empleo no comenzó a desplomarse hasta agosto. Si descendemos hasta el nivel empresarial, es fácil entender que una empresa ante una caída de la facturación no comienza de inmediato los despidos, sino que espera un tiempo prudencial hasta ver si esa bajada se consolida o es coyuntural. De ahí este desfase.
Lo más preocupante de la situación actual es que mientras destacados miembros del partido ganador en las últimas elecciones comentan que "la situación no es tan mala como en 1996", el índice PMI de servicios ha vuelto a desplomarse hasta 36,83 el pasado mes de noviembre, cuando en junio aún se encontraba por encima de la línea de separación entre expansión y contracción (50). Además, el desfase entre la economía europea y la española es similar (o incluso algo menor) del que había en 2008, con lo que no podremos esperar ningún tipo de ayuda de la demanda exterior.
El PMI de manufacturas también se encuentra en zona fuertemente contractiva (43,77, el nivel de mayo de 2008), mientras que en Europa la industria esta vez se está contrayendo antes que en 2008 y su PMI está en 46,37, similar al de julio de 2008.
Ante el panorama que se presenta para 2012, con un fuerte ajuste fiscal, contracción del crédito y parón de la demanda externa y, probablemente, del turismo por la crisis europea, las perspectivas para el empleo, partiendo del dramático nivel en que estamos, no pueden ser peores. Todos estos factores contribuirán a deprimir la actividad económica y es de prever que su impacto sobre el empleo llegará con toda su fuerza a partir del primer trimestre del próximo año. Así, las previsiones de JP Morgan, que hace unos días nos hablaban de que 2012 terminaría con un desempleo del 27%, desgraciadamente es muy posible que se cumplan.
El Gobierno entrante lo primero que debería hacer es reconocer la extrema gravedad de la situación, ya que sin ello es totalmente imposible tomar ninguna medida encaminada a paliar los efectos de esta nueva oleada recesiva. La capacidad de aguante de las familias y las empresas está sumamente mermada después de 4 años de crisis, con lo que de no tomarse medidas encaminadas a paliar el nuevo golpe que se avecina podríamos vernos abocados a una fractura social de consecuencias imprevisibles.