Menú
Juan Velarde

Reflexiones sobre el gobierno económico europeo

Somos nosotros los que hemos organizado nuestra crisis, esa que traspasa ahora mismo Zapatero a Rajoy. Sólo la encuentro parecida con la que la Guerra Civil traspasó a Larraz el 9 de agosto de 1939.

Somos nosotros los que hemos organizado nuestra crisis, esa que traspasa ahora mismo Zapatero a Rajoy. Sólo la encuentro parecida con la que la Guerra Civil traspasó a Larraz el 9 de agosto de 1939.

El hundimiento del telón de acero, que suponía el final de la Guerra Fría y el triunfo de los países europeos y norteamericanos aliados, condujo, como con agudeza señaló entonces Marcelino Oreja, a la convicción de que los Estados Unidos dejarían de comportarse en lo económico como un fiel aliado, y surgirían tensiones con los países europeos que éstos podrían superar con garbo sólo si, efectivamente, unían íntimamente sus economías. Eso, cabalmente, fue lo que cristalizó en Maastricht. Como se recordará, frutos inmediatos fueron, por un lado, la liquidación el 1 de enero de 1993 de las restricciones para el comercio internacional entre los países de la Unión Europea, y el 1 de enero de 1999 un grupo de países, tras el aprendizaje del Sistema Monetario Europeo y la toma de conciencia de la necesidad de homogeneizar todo el conjunto de realidades macroeconómicas –entre otras, la deuda pública– comenzase a funcionar la Zona del Euro, con un foco esencial: el Banco Central Europeo.

Contra lo que pudiera en principio parecer, los países de la Eurozona no fueron disciplinados. Aumentaron el gasto público de modo tal que surgió en más de dos de ellos un déficit considerable. En España se desató esto, como una especie de mecanismo para evitar el choque evidente que se nos venía encima desde 2007, a través del déficit por cuenta corriente a partir de 2009. No nos podemos cansar de repetir que un 11’1% del PIB de déficit del sector público no lo habíamos experimentado jamás en nuestra economía, al menos desde que existen estadísticas anuales de déficit y de PIB, o sea, desde 1850. Y esa altura del déficit, en el 9% en 2010, y en torno al 7% en 2011, genera una oferta de deuda pública que, además, para nuestra desgracia, no es sólo española, sino de los países más significativos de la Zona del Euro, incluida Alemania. España no puede decir con gozo que ha colocado en el exterior tanto y más cuanto de su deuda pública y considerar que así dispone de fondos suficientes para hacer frente a la compensación de su déficit público. De pronto, ante España y el área del euro ha surgido lo que econométricamente nos han expuesto Reinhart y Rogoff. Nos lo ha advertido Juergen B. Donges en Madrid el 24 de noviembre de 2011 en la Fundación Rafael del Pino: al acercarnos con eso "al umbral crítico del 90%... la tasa secular de crecimiento económico puede disminuir por lo menos medio punto porcentual al año..., pues el servicio de la deuda pública reduce el margen para inversiones productivas del Estado (por ejemplo, infraestructuras), el pago de interés a acreedores extranjeros disminuye la renta nacional disponible y con ello la capacidad de consumo de los hogares y las necesidades de refinanciación de la deuda soberana dificulta la financiación de las empresas privadas en los mercados de capitales, efecto expulsión".

La amenaza para España la vemos diariamente en la subida de los tipos de interés que en los mercados internacionales se fijan, por ejemplo, para nuestros bonos estatales a 10 años. Respecto a la cotización de los bonos alemanes de las mismas características, cuando comenzaron estas tensiones, el 24 de septiembre de 2009, el diferencial de interés de ese bono español con el alemán, era del 0’51%; cuando redacto esta nota, el 1 de diciembre de 2011, ese diferencial era del 3’55%.

Y la culpa esencial de todo esto es de cada uno de los países, pero muy en vanguardia de la propia España. No nos hemos ocupado de nuestra competitividad. Parecía que eso que sobre la energía eléctrica acaba de decir Galán en su doctorado "Honoris causa" en Salamanca, o que el Manifiesto de los 100 acerca de la reforma del mercado del trabajo, o las advertencias de Linde de Castro sobre la ruptura del mercado interior por las políticas económicas autonómicas, y así sucesivamente, no merecía que entretuviesen a la acción política. Como resultado, según el Foro Económico Mundial, para 2011-2012 ocupamos en competitividad el puesto 36. Corea, Singapur, Suecia, Finlandia y Alemania ocupan la cabeza, por este orden de la clasificación. O nos acercamos a ellos y mejoramos nuestro déficit, o no hay solución. Y nada de lloriquear por lo perversos que son los mercados.

Somos nosotros los que hemos organizado nuestra crisis, esa que traspasa ahora mismo Rodríguez Zapatero a Mariano Rajoy el 21 de diciembre de 2011. Sólo la encuentro parecida con la que la Guerra Civil traspasó a Larraz el 9 de agosto de 1939.

En Libre Mercado

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Libro
    • Curso
    • Escultura