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Carlos Rodríguez Braun

Impuestos y justicia

Los economistas Roberto Velasco, Arsenio Tazón y Joaquín Leguina reclamaron en 'El País' “una profunda reforma fiscal” gracias a la cual “se reduciría el déficit y hasta se podría mantener el Estado de Bienestar”.

Los economistas Roberto Velasco, Arsenio Tazón y Joaquín Leguina reclamaron en 'El País' “una profunda reforma fiscal” gracias a la cual “se reduciría el déficit y hasta se podría mantener el Estado de Bienestar”.

Los economistas Roberto Velasco, Arsenio Tazón y Joaquín Leguina reclamaron en El País "una profunda reforma fiscal" gracias a la cual "se reduciría el déficit y hasta se podría mantener el Estado de Bienestar". Miel sobre hojuelas: ¿es que alguien podría oponerse a un esquema tan clamorosamente benéfico?

Proponen subir el tipo marginal del IRPF al 50 % para los que ganen 300.000 euros anuales, fijarles a los directivos "una retribución máxima compatible con la decencia (por ejemplo, 200.000 euros anuales, que ya está bien)" y a partir de ahí que no sea gasto deducible en el Impuesto de Sociedades. Llegan, como se ve, a precisar el límite económico de la decencia de los directivos: 200.000 euros anuales, y añaden ¡que ya está bien!

Se llega a dictaminar lo que es decente y ya no se puede parar, claro. Los autores siguen pidiendo más impuestos: recomiendan subir el IS, también el Impuesto de Patrimonio, y también subir el IVA y además, hacerlo progresivo. Pues claro ¿por qué no? ¿O no es lógico que el IVA de las viviendas aumente con su precio? Pues claro.

Y siguen. Quieren fijar un umbral para los bienes de lujo, los coches y los yates, y a partir de ese umbral subir los impuestos de manera progresiva. Pues claro, el lujo debe ser castigado. ¿Quién se opondrá?

También quieren subir el IVA sobre las bebidas alcohólicas, porque el alcohol es malo para la salud. ¿Quién lo negará?

Toda su exposición sigue esa misma línea moralista que pretende cargarse de razón porque los impuestos o bien son justos porque su objetivo lo es o bien son justos porque se descargan sobre una minoría de privilegiados que, por esa razón, deben ser con justicia castigados. Un ejemplo de su retórica es esta pregunta: "¿Sería injusto que la Seguridad Social aplicase un 10 % cuando la retribución por cualquier concepto supere el millón de euros anuales?". La pregunta equivale a la respuesta: sería muy justo castigar aún más a esa minoría de favorecidos.

Y con toda esa subida de impuestos, moralmente justificada y además primada por la decencia, para colmo de bienes lo que se podría hacer es impecable, porque no solo se puede reducir el déficit "sino que se hubieran obtenido ingresos para mantener los estándares en sanidad y educación, así como para avanzar en la aplicación de la Ley de Dependencia, que es una buena generadora de empleo".

Por alguna extraña razón no piensan en que conviene aumentar el gasto en la partida de Dependencia hasta acabar con el paro. Por alguna escalofriante razón no piensan en que la libertad tiene que ver con los límites del poder y con los derechos de las personas, y que la moralización de la política en nombre de la justicia pulveriza los primeros e infringe los segundos. Y por alguna desasosegante razón no piensan en que la creatividad a la hora de hacer cosas buenas por los ciudadanos es ilimitada si partimos de la base de que es justo que el Estado viole su propiedad y quebrante sus contratos.

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