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Juan Velarde

La crisis ideológica del socialismo

Privado de Marx primero –definitivamente en Suresnes–, y de Keynes después, en la crisis del petróleo, concretamente el socialismo español parecía haber perdido todo mensaje coherente capaz de convertirlo en un partido de masas.

Privado de Marx primero –definitivamente en Suresnes–, y de Keynes después, en la crisis del petróleo, concretamente el socialismo español parecía haber perdido todo mensaje coherente capaz de convertirlo en un partido de masas.

Privado de Marx primero –definitivamente en Suresnes–, y de Keynes después, en la crisis del petróleo, concretamente el socialismo español parecía haber perdido todo mensaje coherente capaz de convertirlo en un partido de masas. Gidden es uno de los que lo han mostrado, en busca de otro socialismo. Mas en España, liquidado así definitivamente, se buscó mantener el socialismo como un partido de masas por otro sendero. La economía se dejaba a un lado y se adoptaba cualquier medida que pareciese mínimamente aceptable. Ya no había de verdad pugna en este sentido con UCD, AP o PP, y regionalmente con CiU. Todo esto obligaba a buscar una ideología que atrajese a las masas, y fueron a encontrarlas en el partido radical francés de hace exactamente un siglo. Un punto de apoyo esencial pasó a ser el anticlericalismo, y por tanto, todos los planteamientos ligados al pensamiento cristiano tradicional en España, fueron atacados. Del mismo modo que en la obra de É. Faguet, L’Anticlericalisme, publicada en 1905, se deja claro que entonces, aprovechando su centenario, se idealizó la Revolución Francesa, en España se volvió la vista al bando republicano de la Guerra Civil, con planteamientos como el de la "Memoria Histórica".

Entonces, en Francia, el mensaje no venía del socialismo, sino del Gran Oriente. En España ha provenido del ansia del partido socialista, de tener un mensaje para captar adeptos, al haber fracasado ruidosamente en el aspecto económico. Las disposiciones sobre la enseñanza, sobre el matrimonio, sobre el aborto, tienen como base la búsqueda de una clientela que en el viejo marxismo, que en la vieja socialdemocracia, quedaban muy atrás de políticas fiscales, sindicales, estatificadoras, de búsqueda de igualación de rentas. Asombró, por ejemplo, la falta de reacción de Rubalcaba frente a Rajoy en su debate electoral, cuanto éste le mostró cómo, en la Administración socialista, había empeorado la distribución personal de la renta. Pero con qué orgullo Rubalcaba defendió el matrimonio entre homosexuales, una de las varias manifestaciones anticlericales. O pudiera haber sostenido estas palabras que tomo de Pierre Chevallier, en el tomo III de su espléndida Histoire de la franc-maçonnerie française refiriéndose a sus planteamientos a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, aupadas por el partido radical: "Si el laicismo en su escuela y en la enseñanza debía permitir sustraer a una masa cada vez mayor de alumnos al mensaje de ‘fanatismo’ y de la ‘superstición’, el restablecimiento del divorcio, era, asimismo, la afirmación renovada y confirmada por la ley, del carácter civil y puramente contractual del matrimonio". En 1901, en Francia, con "circulares ministeriales prescribieron la desaparición de los crucifijos en las escuelas, la supresión del rezo al inicio de la clase, y causaron la prohibición a los maestros de que llevaran a sus alumnos a servicios religiosos".

Nuestro partido socialista ha abandonado a Marx primero; a Keynes, después, y se ha refugiado en Combes, primer ministro radical francés de 1901 a 1905. De dos genios ¡lo que ha descendido su calidad intelectual!

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