Parece ser que algunos gobiernos, no sólo el español, se han propuesto gobernar, hasta el último momento, en fraude de los ciudadanos. Actitudes fraudulentas que unas veces revisten la forma de promesas imposibles de cumplir, cuando en otras se instrumentan mediante informaciones falsas para impedir al ciudadano conocer los pormenores de la situación en que vive. De ambos tipos hay cumplidos ejemplos también en nuestra España; aquí, no falta de nada.
Pero la modalidad más sutil de fraude es aquella que se presenta de forma subrepticia, a través de instituciones o de instrumentos que, creados para un fin, mutan su naturaleza para complacer los deseos bastardos del gobernante, manteniendo sólo una apariencia y muy lejos del objetivo pretendido en el momento de su creación.
La última muestra de este tipo de fraude se produce en nuestro país apenas tres días antes de las elecciones generales, convocadas para el próximo 20 de noviembre de 2011. La cuestión no es menor, porque supone un cambio de status de un instrumento, de interés y protección de los ciudadanos titulares de depósitos en las entidades bancarias.
El actual Fondo de Garantía de Depósitos de Entidades de Crédito agrupa y sustituye los tres antiguos Fondos de Cajas de Ahorros, de Establecimientos Bancarios y de Cooperativas de Crédito. Pero no se trata de una simple agrupación, manteniendo las mismas funciones, sino que se amplía el marco garantizado, asumiendo también el compromiso para la viabilidad de entidades en dificultades. O sea, mal, muy mal. Nada tiene que ver el ahorrador que confía sus depósitos a un Banco o Caja, con el que invierte en títulos con la pretensión de un beneficio por encima del interés del mercado, y menos aún con el futuro de una entidad mal gestionada.
Pues bien, por si no había bastante con lo dicho, el Fondo acaba de ser autorizado a invertir sus recursos en Deuda Pública del Estado español. Una deuda reconocida en situación de quiebra parcial, con un quebranto que oscila, de momento, en el entorno del diez por ciento. Ello significa un claro adiós a la garantía, ya que el instrumento que la respalda carece de solvencia. Por tanto, seguir llamando a eso Fondo de Garantía de Depósitos, no pasa de ser un eufemismo fraudulento, pues no es capaz de garantizar lo que dice que garantiza. ¿Habrá que recurrir al colchón para ganar seguridad?
Un fraude que se une a otros muchos, como la incógnita de una Seguridad Social, con un sistema sanitario público insostenible, y un sistema de pensiones públicas en quiebra técnica, si contabilizamos el valor de los derechos adquiridos por los cotizantes y los recursos disponibles para hacerles frente. ¿Merece esto llamarse Seguridad? Como fraude son las estadísticas de Paro Registrado, del Ministerio de Trabajo, cuando no se incluye a todos los parados.
El gobierno que termina, tras una larga agonía, parece haber alcanzado la pretensión que siempre se consideró imposible: engañar a todos todo el tiempo.