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Alemania baraja por primera vez que el BCE compre deuda de forma masiva

Uno de los principales asesores económicos de Merkel recomienda que el BCE compre deuda periférica de forma masiva para evitar un colapso financiero.

Por primera vez en la historia del euro, destacados responsables de la política germana abren la puerta a una monetización masiva de deuda pública por parte del Banco Central Europeo (BCE). Peter Bofinger, uno de los principales asesores del Ejecutivo de Merkel, señala que el BCE debería fijar un límite máximo en la rentabilidad de los bonos soberanos para tratar de contener la crisis de deuda, abriendo así la posibilidad de que la entidad monetaria amplíe de forma masiva sus compras de bonos.

"Estamos en una situación de emergencia", advirtió Bofinger en una conferencia en Frankfurt. "Si las cosas se ponen feas, el BCE tiene que actuar antes de que el sistema financiero caiga. Y si actúa, debe hacerlo correctamente y establecer un límite máximo de rendimientos soberanos". Bofinger, defensor del keynesianismo, es uno de los miembros del Consejo de Expertos Económicos de Alemania, conocido popularmente como los cinco sabios, encargado de asesorar en materia económica al Ejecutivo germano.

Bofinger se convierte con su propuesta en una de las escasas voces discordantes con el mensaje oficial que hasta el momento mantiene Berlín sobre esta materia. De hecho, en su último informe, este particular Consejo criticaba el programa de compra de deuda pública en los mercados secundarios por parte del BCE, ya que deteriora la credibilidad e independencia del instituto emisor europeo.

Asimismo, el Bundesbank rechazó abiertamente esta propuesta, pese a las crecientes presiones (políticas y financieras) que está recibiendo el BCE en las últimas semanas para que abra de par en par sus compuertas con el fin de monetizar deuda periférica de forma masiva. Los políticos europeos y los grandes bancos presionan para que Berlín dé su brazo a torcer, convirtiendo así al BCE en el "prestamista de última instancia" de los países insolventes.

Hasta el momento, la entidad acumula en su balance cerca de 190.000 millones de euros de bonos periféricos desde que, en mayo de 2010, inició este programa de compras extraordinario -e ilegal, según los propios estatutos del BCE y los tratados fundacionales de la UE-. Sin embargo, esteriliza estas compras aplicando un drenaje de igual cuantía en el sistema bancario. El debate ahora no radica en ampliar estas adquisiciones sino en imitar las compras masivas de deuda pública llevadas a cabo por otros bancos centrales, tales como la Reserva Federal de EEUU (FED) o el Banco de Inglaterra -los llamados quantitative easing-.

El problema es que el BCE carece de mandato para ello y, por tanto, Bruselas tendría que modificar los estatutos de la institución. De ahí, precisamente, que el BCE advirtiera hace escasos días que poco más puede hacer por tratar de contener las crecientes primas de riesgo de los países más débiles, y que tal cuestión era responsabilidad de cada estado. En este sentido, Bofinger advirtió de que "es ingenuo creer que Italia puede resolver sus problemas por sí solo. Las reformas estructurales no pueden ser implementadas de un día para otro. El área euro sólo tiene una oportunidad si lucha unida", informa Bloomberg.

Sin embargo, el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, evocó nuevamente la tragedia de la hiperinflación que sufrió Alemania tras la Primera Guerra Mundial para rechazar la posibilidad de monetizar deuda soberana de alto riesgo. No es el único. El ex economista jefe del BCE, Jürgen Stark -anunció su dimisión-, indicó que la entidad monetaria "nunca" se convertirá en prestamista de última instancia para los gobiernos; el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schaeuble, dijo el lunes que el BCE no debe financiar a los estados endeudados, y que deberán acudir al actual Fondo de rescate europeo en caso de necesidad; por último, el ministro de Economía, Philipp Roesler, también rechazó esta opción la pasada semana, ya que una vez abierta esta puerta "nunca se cerraría de nuevo".

Mientras, la tensión sobre los mercados de deuda sigue creciendo, de modo que Europa  se debate en estos momentos entre la monetización masiva o la quiebra y salida del euro de uno o varios países.

Merkel, Boefer y Deutsche

La cuestión clave es que empiezan a surgir ciertas grietas en la hasta ahora férrea posición germana. La canciller alemana, Angela Merkel, destacó el lunes ante sus filas la necesidad de rescatar a los socios de la UE en apuros "porque sus problemas son los nuestros", aunque sin especificar cómo. La UE está "probablemente en su hora más difícil desde la Segunda Guerra Mundial", advirtiendo de que "si fracasa el euro, fracasa Europa". Por otro lado, la canciller defendió la introducción de una suerte de salario mínimo en Alemania -hasta ahora inexistente, salvo algunas excepciones-, curiosamente, una de las medidas estrella que defiende Bofinger.

Pero, al mismo tiempo, el Congreso del partido de Merkel (CDU) -muy crítico con la canciller- aprobó una moción en la que se aboga por crear algún tipo de mecanismo que permita expulsar del euro a los países que no cumplan con los criterios de déficit. Si una medida similar a ésta llegase al Parlamento germano y saliera adelante podría ser el inicio del camino de la salida de Grecia de la moneda única. Hasta ahora, la postura oficial del Gobierno alemán era que no se iba a dejar a nadie atrás. Pero Merkel sabe que sus votantes no están dispuestos a sostener a Atenas a cualquier precio. Por eso, no es extraño que la CDU haya lanzado un aviso a navegantes: romper el euro ha dejado de ser un tabú.

También destaca el hecho de que el Deutsche Bank afirmara recientemente que "Italia es la primera línea donde se decidirá si el euro sigue o no existiendo en su forma actual [...] Lo que Italia necesita es una reducción de los rendimientos de sus bonos. Si eso no sucede, Monti fracasará. Lo que necesitamos es una acción urgente que sólo el BCE puede tomar". Es decir, la entidad abría también la puerta a la monetización de deuda periférica. Así pues, la propia Alemania debate ahora qué hacer: o monetizar o expulsar países.

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