El debate que mantuvieron el lunes por la noche Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy no dejó demasiadas novedades ni llamativas propuestas a los electores. La estrategia de uno fue demostrar que el PP tiene un programa oculto que no quiere mostrar, mientras que el otro se centraba en criticar la herencia económica socialista. En medio, apenas unos apuntes sobre ayudas a las pymes, cambio en el impuesto de sociedades o algún tributo nuevo a la banca o las grandes fortunas.
De hecho, lo más destaca en el campo económico llegó en la primer intervención del candidato socialista. Rubalcaba miró a la cámara y acusó al PP de "no poner soluciones encima de la mesa y afirmó: "Yo voy a hacerlo". A continuación desgranó las tres grandes medidas de recuperación económica que plantearía si llegase a la presidencia del Gobierno: "Le pediría a Europa que retrase dos años el ajuste hasta 2015, le pediría al BCE que baje más los tipos de interés y al Banco Europeo de Inversiones que hiciera un gran Plan Marshall con 70.000 millones".
Lo primero que llama la atención es que el cumplimiento de ninguna de las tres propuestas estrellas del PSOE está en su mano. Las tres son una mera declaración de intenciones: si Rubalcaba llega al Gobierno lo que hará es ir a Bruselas y Fráncfort a suplicar que acepten lo que el lunes prometió delante de millones de españoles. Pero claro, entonces habría que ver si la UE, el BCE o el BEI lo aceptarían.
Pero más allá de esto, lo que destaca sobremanera de la actuación de Rubalcaba ayer en el debate es que el recetario económico que perfiló (tanto en sus propuestas como en sus críticas al PP) suena a conocido. En realidad es lo que ha hecho Grecia desde comienzos de 2010. No es extraño que la propia Elena Salgado tardase menos de 24 horas en destrozar por completo la argumentación de su compañero de partido y asegurase que nadie en la UE se plantea en estos momentos rebajar las exigencias para que los países periféricos cumplan los objetivos de déficit. Rubalcaba se ha quedado solo en su defensa de más gasto público; quizás ahora que Yorgos Papandreu ya no es primer ministro griego, pueda llamarle para que venga a España y explique cómo lo ha hecho él en estos dos años.
De Papandreu a Rubalcaba
A comienzos de 2010, los medios de toda Europa a dirigieron sus miradas hacia Atenas. Fue entonces cuando se supo que Grecia había mentido en sus estadísticas y que su deuda y déficit públicos eran muy superiores a los previstos. A partir de ahí, comenzó la cuesta abajo: los bonos helenos se desplomaron en los mercados de deuda y la UE tuvo que intervenir prestando dinero al Estado.
Ahora, casi dos años después, ya se sabe que Grecia no cumplirá su objetivo de déficit, la quiebra es una realidad y se comienza a hablar de su salida del euro. Estos son los pasos que siguió el Ejecutivo de Yorgos Papandreu hasta llegar a este punto:
1. Rescate de la UE
Lo primero que hizo Grecia fue desviar la atención. Lo primordial no eran las reformas en el sector público, ni los recortes del gasto, ni una nueva regulación laboral o empresarial. Lo que importaba cuando se conocieron las cifras era buscar la complicidad de Bruselas y conseguir que Alemania, Francia u Holanda pagasen el rescate. Luego, una vez se sabe que Atenas ha vuelto a incumplir sus compromisos, se vuelven a hacer parecidas promesas de reducción del gasto.
Es más o menos lo mismo que pide Rubalcaba cuando dice que irá a Bruselas a convencer a la UE de que retrase el plan de ajuste dos años, hasta 2015. Esto querría decir que España mantendría un déficit por encima del 3% fijado en el Pacto de Estabilidad desde 2008 hasta 2015 (ocho ejercicios seguidos). La prima de riesgo española rondaba este martes los 400 puntos, y eso que el actual plan de ajuste prevé una previsión de reducción del déficit del 3% en 2013.
¿Hasta dónde llegaría la prima de riesgo si el nuevo presidente dijera que no cumplirá con ese 3% hasta 2015? ¿Estarán los inversores dispuestos a prestar más dinero a España en este caso? Si la respuesta a esta última pregunta es "No", entonces a Rubalcaba sólo le quedaría una salida: pedir el dinero a la UE y prometer a sus socios comunitarios los mismos ajustes que prometió el Gobierno heleno.
2. Incumplimientos
Para conseguir que la UE le prestase el dinero que necesitaba para no quebrar, Papandreu hizo infinidad de promesas a sus socios comunitarios sobre recortes de gasto, reformas estructurales, cambios que permitieran a Grecia crecer, etc... Un año y medio después, muy poco de esto se ha hecho. La reducción en el gasto público ha sido meramente cosmética. Es evidente que ha sido duro para algunos sectores de la sociedad, pero no han logrado atajar de verdad el problema, entre otras cosas porque han mantenido la esclerótica estructura productiva helena, sin enfrentarse a los grupos de presión (sindicatos, funcionarios, trabajadores de empresas públicas,...). Por eso, Atenas incumplirá también este año su objetivo de déficit. Y por la misma causa el Estado griego ha quebrado: nadie confía en su capacidad para pagar sus deudas.
Rubalcaba no sólo pretende retrasar las reformas, a la espera de que una recuperación de la economía mundial impulse el crecimiento económico en Europa y ayude a España a salir del agujero, sino que su pretensión es que la UE a través del BEI comience un plan de 70.000 millones de euros (Plan Marshall lo denominó el candidato socialista) para reactivar la economía europea. El objetivo esbozado por el socialista es doble: por un lado me salto los compromisos adquiridos hasta ahora y por otro pido a la UE que pague (puesto que ningún inversor privado estará dispuesto a hacerlo). Hace menos de dos semanas, en la cumbre de Bruselas, los países de la UE esbozaron un plan de reformas para España que incluía cambios en el mercado laboral y un fuerte ahorro por parte de las administraciones. No se sabe qué argumentos emplearía Rubalcaba para convencer a Angela Merkel o Nicolas Sarkozy de que olviden este acuerdo y le den dos años más de margen.
Además, en mitad de una crisis de deuda pública sin precedentes, que ha llevado al límite las finanzas de la Eurozona, la receta de Rubalcaba es incrementar el gasto público. Y dentro de cuatro años, en 2015, Dios dirá.
3. Ninguna reforma
Junto a esta apuesta por el incremento del gasto público, la flexibilización de los objetivos de déficit y la suavización de los recortes, Rubalcaba hizo otra declaración de intenciones: no planteó ninguna reforma pendiente en el mercado laboral. Más o menos es lo mismo que ha ocurrido en Grecia. Ninguno de los problemas estructurales de la economía helena ha sido abordado. Los sindicatos siguen dominando el mercado laboral, que mantiene una legislación casi tan rígida como la española, los sectores protegidos casi se han incrementado en los últimos dos años y no se ha tocado prácticamente nada el mastodóntico aparato de empresas públicas.
El programa del PP no es nada revolucionario, pero apunta dos posibles modificaciones en la legislación laboral que van muy en la línea de lo que solicitan los expertos. Las dos fueron duramente atacadas este lunes por Rubalcaba. El socialista no admite la más mínima modificación de un sistema que ha generado uno de los mercados laborales más rígidos del mundo, un paro del 22% (muy superior, incluso, al griego) y una falta de competitividad crónica.
Por un lado, el PP insinúa en su programa que implantará un fondo individual de capitalización, lo que se conoce como modelo austriaco. De esta manera, los trabajadores irían acumulando una bolsa de dinero que serviría para pagar las indemnizaciones en caso de despido y también para el subsidio de desempleo. Esto reduciría el coste para las empresas, haría más sencillo los ajustes de plantilla, no dejaría desprotegido al trabajador y, además, promocionaría el ahorro (y aquel que llegase a la jubilación sin ser despedido tendría un buen pico de dinero extra al de su pensión). Pues bien, nada de esto le gusta al candidato socialista que exigió a su rival que se pronunciase sobre si lo implantará o no si gobierna.
Aún más sorprendente es el segundo motivo de polémica entre los dos candidatos. Rubalcaba repitió en infinidad de ocasiones que el PP quiere "sacar a las pymes del modelo de negociación colectiva, como pide la CEOE". Esto se basa en un apartado del programa del PP en el que dice que promoverá la prevalencia del "convenio de empresa" sobre el de sector, provincia o región. De nuevo, no hay nada de lo que los populares debieran avergonzarse. La negociación colectiva es considerada por muchos como una de las principales causas del alto nivel de desempleo en España. Las empresas están atadas por convenios sectoriales y cuando llegan las dificultades sólo pueden ajustar los gastos de una forma: despidiendo. Además, cambiar este modelo también significaría el fin del poder de las grandes centrales sindicales (UGT y CCOO básicamente), que serían sustituidas por los sindicatos de empresa, más cercanos a los trabajadores. Rubalcaba también dejó claro que no tiene ninguna intención de modificar este modelo. Grecia tampoco lo ha hecho.