¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Grecia es un país obsesionado con el gasto público y con la expansión del Estado vía endeudamiento. Para que nos hagamos una idea, en los últimos 30 años el Gobierno griego no ha cuadrado ni un solo ejercicio –repito, ni uno solo– con superávit en sus cuentas públicas. Comprensiblemente, la deuda pública, que estaba en el 22% sobre el PIB en el año 1980, hoy ha ascendido al 150%. Y todo, ¿para qué? Pues para edificar un parque temático socialista: el gasto público pasó de representar el 25% del PIB al 50%.
¿Cómo influyó en este proceso su entrada en el euro?
El euro proporcionó financiación barata a un Gobierno que ya estaba cayendo en la asfixia financiera y que en 1998 ya tenía que pagar unos tipos de interés superiores al 8%. Gracias a la expansión crediticia que llevó a cabo el sistema bancario europeo, comandado por el Banco Central Europeo (BCE), Grecia pudo financiarse en 2005 a tipos de interés del 3,5% y con una prima de riesgo del 0 puntos básicos.
¿Significa eso que no deberían de haber entrado en el euro?
No, Grecia debió entrar en el euro pero no en el Banco Central Europeo. La diferencia es clave: en Kósovo usan el euro pero sus bancos no tienen acceso al BCE para refinanciarse merced a la deuda pública de este Estado; en Panamá y Ecuador emplean el dólar pero no pueden acceder a la Reserva Federal estadounidense. Grecia debió de haberse eurizado pero no como accionista del BCE, sino como una economía que acepta pasivamente una moneda externa sobre la que no puede ejercer ningún control. Y, en este sentido, las manipulaciones de sus cuentas habrían sido bastante irrelevantes: también mintió Argentina en 2001 y a EEUU le afectó bien poquito. En definitiva, lo ideal habría sido que el Gobierno griego renunciara del todo a la política monetaria y que no pudiera aprovecharse de la financiación barata generada por el BCE.
Y ahora, ¿por qué no les echamos del euro?
Porque no se puede echar a un país del euro: nadie puede impedir que los griegos usen los euros que poseen y que sus bancos denominen sus depósitos en la divisa que les plazca. En España, por ejemplo, podemos abrir depósitos en dólares, y Obama tiene escasa capacidad para impedírnoslo. Lo mismo con Grecia: si desean emplear los euros para sus transacciones monetarias, nadie puede hacer nada. Lo que sí puede hacerse y debería hacerse es cerrarles a los griegos definitivamente el acceso al BCE: el banco central todavía acepta sus pasivos estatales para las operaciones de refinanciación con los bancos. Hay que proceder de manera inmediata a cerrarles la ventanilla del banco central, no como medida de represalia, sino porque un banco central jamás debería comprar activos basura.
Si amenazan con impagar su deuda, ¿no podemos embargarles?
No, no hay ninguna autoridad internacional autorizada para embargar a un país. Los Estados mantienen la soberanía sobre su territorio y no se les puede intervenir en contra de su voluntad. Por eso, los Estados no quiebran, suspenden pagos o, mejor dicho, repudian la deuda.
¿Por qué se dice que, si suspenden pagos, saldrán del euro?
Porque el Gobierno no querrá asumir las consecuencias de quebrar manteniéndose en el euro. Ahora mismo, Grecia gasta más de lo que ingresa y mantiene sus enormes desembolsos captando capital en el exterior. Sin embargo, el Gobierno no puede financiarse en el mercado: los tipos de interés que ha de pagar para endeudarse superan el 100% a un año. Si hasta ahora ha podido mantener los pagos a proveedores, funcionarios y pensionistas, ha sido gracias al plan de rescate europeo que ahora amenaza con someter a referéndum, es decir, gracias a que Alemania y el resto de países la seguían concediendo crédito a costa de sus contribuyentes. Sin embargo, si Grecia rechaza el plan de rescate y suspende pagos, no podrá captar capital ni del mercado ni de los Estados europeos, por lo que debería acometer recortes y privatizaciones mucho más duros e intensos de los que hasta ahora se le exigían (el Gobierno sólo podría gastar cuanto ingresara internamente). La alternativa irresponsable y sencilla del Ejecutivo será la de salir del euro y ponerse a imprimir los dracmas que necesita para cubrir sus déficits.
¿Solventará el dracma los problemas griegos?
Al contrario. Por un lado, la inflación del dracma supondrá una masiva redistribución de la renta: desde los ciudadanos a los funcionarios griegos. No olvidemos que la inflación equivale a un impuesto a aquellos que ven incrementadas sus rentas más tarde que los precios (y los funcionarios son quienes primero cobran el dinero recién impreso). Por otro, la devaluación del dracma provocará una fuga de capitales que sólo con el tiempo revertirá en forma de afluencia de inversión extranjera para adquirir activos nacionales griegos a precio de saldo (por la devaluación). Pero el caos monetario inflacionista y devaluacionista provocará un desaguisado interno masivo: empresas que eran rentables dejarán de serlo y otras que no lo eran pasarán a serlo, teniéndose que reajustar toda la estructura productiva en unos momentos de elevada conflictividad social.
¿Quiénes serían los principales perjudicados del repudio de su deuda?
Los bancos franceses y alemanes y, sobre todo, el Banco Central Europeo son los principales tenedores de deuda griega: el BCE posee en torno a 50.000 millones como consecuencia de la negligente decisión de Trichet y de Draghi de adquirir deuda basura griega en contra del mucho más sensato criterio del cesado Axel Weber.
Mas, ¿acaso Alemania no se ha lucrado durante años a costa de Grecia?
Se dice que Alemania sufrirá del impago griego pero que, previamente, se había lucrado durante años de manera muy considerable vendiéndoles sus manufacturas a los griegos gracias al crédito barato que les proporcionaban. Sin embargo, el hecho de que Grecia tenga muchas deudas pendientes con Alemania significa, en el fondo, que los teutones todavía no han cobrado los bienes que les vendieron. Por consiguiente, el impago de la deuda les dejará un agujero en sus cuentas: los alemanes habrán estado trabajando y produciendo mercancías para que los griegos se las apropien y no se las paguen.
Entonces, ¿por qué el miedo se ha extendido a España?
España no sale directamente perjudicada por la suspensión de pagos griega, salvo por el dinero que de manera imprudente les hemos prestado a los griegos como parte del plan de rescate europeo. Sin embargo, el repudio heleno sí pone de relieve cuatro cosas: una, que los países del euro también quiebran a pesar de todos los rescates eurocráticos que se aprueben; dos, que las finanzas públicas italianas se parecen de manera inquietante a las griegas y si siguieran la misma senda el país sería irrescatable; tres, que la banca francesa, repleta de bonos griegos e italianos, podría hallarse en una situación delicada. Y la solvencia de Europa depende, ahora mismo, de Alemania y de Francia; y cuatro, que para bien o para mal, la Eurozona se está construyendo de espaldas a una población que, en su mayor parte y debido a su cortoplacismo y escasa amplitud de miras, prefiere la quiebra, la devaluación masiva, la inflación y el aislamiento exterior a los ajustes y las privatizaciones: nada de lo que sentirse orgullosos, pero con esos bueyes hay que arar y es de entender que los inversores internacionales no se sientan demasiado cómodos con unas sociedades tan inmaduras.