Una vez sentado el principio de que el deudor reconoce que no puede afrontar sus pagos, por muy poco que sea, el grifo de los mercados financieros internacionales se cierra.

Europa comprará tiempo a un precio carísimo: el precio de retrasar el desapalancamiento financiero y el reajuste de las economías periféricas.

Ocultar los datos, como pretende el comisario, es una forma de proteger al negligente, a quien defraudó la confianza depositada, a quien cometió irregularidades y hasta delitos en la gestión de los recursos ajenos.

El objetivo y función primordial del Eurosistema (constituido por el Banco Central Europeo y los Bancos Centrales Nacionales integrados en el euro) es el de "mantener la estabilidad de precios en aras del bien común".

La UE piensa que así podrá cortar la hemorragia bursátil y de deuda que sufre la zona euro, como si eliminar las señales de alerta fuera suficiente para atajar los graves problemas de solvencia que registran varios estados y bancos.

El objetivo de PP y PSOE, pues, es simple: los bancos solo tienen que ahorrar y gastar a la vez. Tan sencillo como eso.

Cada vez que Durao Barroso se refiere a las garantías o a una posible quita de la deuda española, uno se pregunta qué puede saber la Unión Europea sobre las finanzas públicas españolas que los españoles, empezando por el PP, desconozcamos.

El himno a la irresponsabilidad no puede ser mayor. Seguimos teniendo a la zorra guardando el gallinero, y en esta situación no es de extrañar que al final se acabe fastidiando a los buenos.

Tras un vistazo rápido a las propuestas del PSOE, lo único que queda claro es que no han entendido en qué consiste el fraude fiscal. Y es que la evasión es una decisión económica. Es decir, es la respuesta a una evaluación de beneficios contra costes.

Lo confieso. Estoy de acuerdo con los que quieren ocupar Wall Street. Si aún no ha dejado de leer la columna permítame que me explique, no he perdido la cabeza del todo.