De entre todas las noticias económicas que se han sucedido en los últimos días (datos del paro, rescates bancarios, deuda autonómica...) ha habido una que ha pasado casi desapercibida, aunque podría ser la que más importancia tenga para el futuro de España en el medio y largo plazo. Evidentemente, en el próximo año, la prioridad estará centrada en volver a recomponer las cuentas públicas, completar las reformas necesarias y buscar la competitividad perdida. Pero dentro de una o dos décadas, puede que todas estas importantes cuestiones ya sean sólo un recuerdo. Sin embargo, los datos de la encuesta del INE Proyección de la Población de España a Corto Plazo 2011–2021 seguirán teniendo su reflejo en 2020, 2030 y mucho más allá. Aunque puede que por entonces ya no tengan remedio.
Según dicho estudio, España perderá casi un tercio de sus mejores trabajadores y empresarios en la próxima década. ¿Y quienes forman parte de esa élite? Simplemente, los jóvenes de entre 25 y 40 años, que verán reducido su número en un 29,7% si se cumplen las previsiones del INE.
En cualquier país y en cualquier situación, son las personas con edades entre 25 y 50 años los que forman el grueso del mercado laboral y los más importantes para el funcionamiento del mismo. Los más jóvenes están aún en fase de formación, incluso en aquellos casos en los que ya disfrutan de su primer empleo; y los mayores de 50 años, aunque aportan su valiosa experiencia, sus enormes conocimientos y pueden invertir el capital acumulado, ya están en un alto porcentaje en proceso de dejar paso a las nuevas generaciones. De esta manera, los cuadros medios de las compañías, los ejecutivos más innovadores, los empleados más al día tecnológicamente o los emprendedores más audaces salen, en un alto porcentaje, de entre la población de mediana edad (eso que ahora se denomina como jóvenes adultos).
Pues bien, España tiene en estos momentos 11.151.244 habitantes de entre 25 y 40 años: 3,2 millones de 25 a 30 y casi 4 millones de 30 a 35 y de 35 a 40. Mientras, si las cifras siguen la tendencia de los últimos años, en 2021 sólo tendrá 7,8 millones de trabajadores en este grupo de edad. Es un 29,7% menos, un auténtico drama para cualquier sociedad.
Las causas
Las razones de este dramático descenso en el número de treintañeros son fundamentalmente dos: la primera es ya inevitable y tiene que ver con la bajísima tasa de natalidad de los años 80 y 90. En 2021, tendrán 40 años los nacidos en 1981 y 25 años los nacidos en 1996. En estos años, la tasa de natalidad se desplomó, pasando del 18,74% de 1976 al 9,23% de 1995. Luego, se ha recuperado algo, gracias fundamentalmente a la población de origen inmigrante. Pero hay una generación vacía que ya no se podrá recuperar.
Por otro lado, el INE anunció la semana pasada que espera un descenso de la población española de más de medio millón de personas en la próxima década, en gran parte debido a la crisis. De nuevo, lo normal no es que los mayores de 50 años o los menores de 20 emigren. En esta coyuntura, son los jóvenes recién entrados al mercado laboral los que salen al extranjero en busca de oportunidades que puede que en su país no tengan. Algo lógico desde el punto de vista personal se convierte en un motivo de preocupación añadido para el país que lo sufre.
Los agravantes
Pero además de la pura cuestión demográfica, hay algunos aspectos que oscurecen aún más la foto de los próximos jóvenes españoles, que se supone que son los que tendrán que levantar el país que supere esta crisis.
Los que ahora tienen entre 15 y 29 años serán los que tengan de 25 a 39 en el año 2021. Es decir, ahora mismo están estudiando bachillerato, FP, universidad o comenzando su carrera laboral. Pues bien, tampoco ninguna de estas perspectivas es especialmente alentadora. Para empezar, aquellos que estén en el Instituto tienen que hacer frente a una de las tasas de fracaso escolar más elevadas de Europa. Casi 3 de cada diez adolescentes españoles sale del sistema educativo sin el título mínimo requerido para la enseñanza obligatoria (ahora mismo es el título de la ESO).
Los que acuden a la universidad se encuentran con unas facultades completamente al margen de los modernos sistemas de enseñanza y con muy poca relación con el mundo empresarial. En el último informe sobre los campus de todo el mundo publicado por Thomson Reuters hace unos días, sólo un centro español, la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona se cuela entre los 200 mejores del mundo (y no en un puesto especialmente relevante, el 186º).
Por último, la perspectiva para aquellos que están metiendo la cabeza en el mercado laboral no puede ser más negra. El paro de los menores de 25 años es superior al 45%. Los jóvenes no sólo no tienen trabajo, sino que cuando lo encuentran es frecuente que encadenen contratos temporales que no se sirven ni para formarse ni para consolidarse en una empresa y comenzar a ser verdaderamente productivos. La escandalosa dualidad del mercado laboral español se ceba especialmente con aquellos que están comenzando.
El resumen es que aquellos que tendrán que tomar el relevo a partir del año 2020 o están en un sistema educativo bastante mediocre o se pelean para escapar del paro. En ambos casos, no es una perspectiva muy alentadora desde el punto de vista formativo. Los trabajadores de la década de los veinte no están teniendo el aprendizaje que deberían, ni en la escuela ni en sus primeros empleos.
Es posible que estas cifras no se discutan en la campaña electoral, en la que todo el mundo estará pendiente del último dato de desempleo, PIB o déficit. Pero para un país sometido a la presión demográfica que soporta España, con millones de personas que se espera que se jubilen en las próximas décadas, con el gasto en pensiones y sanidad que eso supone, la perspectiva de perder a un tercio de su mejor fuerza laboral no puede ser más preocupante.