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El control tiene un precio

En la Bolsa conviven dos ámbitos, el mercado por el control de las compañías y el de las participaciones minoristas.

La batalla por el control de Repsol sigue su curso. Pemex, que hasta ahora había sido "socio durmiente" de Repsol con un 4,81% de participación, se ha aliado con el Sacyr de del Rivero, empeñado desde hace tiempo en hacerse con el control de la petrolera. Tras la alianza, Pemex, petrolera estatal mexicana, tenía la intención de duplicar su participación. Así, entre ambas compañías sumarían un capital cercano al 30% del total de la compañía, nivel que si se alcanzara posibilitaría la realización de una Opa hostil a Repsol.

El enorme endeudamiento de Sacyr, con una importante porción que además vencerá en un corto plazo, unido a las diferencias con la dirección en la política de reparto de dividendos –por su evolución descendiente en los últimos años–, explica en buena medida sus deseos de hacerse con el control.

El interés de Pemex reside en que se le abrirían las puertas para ejercer influencia en las decisiones estratégicas de Repsol, compañía que se ha sabido expandir más allá de nuestras fronteras, además de en la posibilidad extraer beneficios directos gracias al acceso a la tecnología de exploración y producción de Repsol o el desvío de flujos de crudo hacia sus refinerías.

Antonio Brufau, presidente de Repsol, no se ha quedado de brazos cruzados y su reacción no se ha hecho esperar. A la negativa de la CNE de permitir una operación de incremento de la participación de una compañía estatal extranjera como Pemex en un sector crítico para la economía nacional como el representado por Gas Natural Fenosa (participada por Repsol y La Caixa), se ha unido que el Consejo de Repsol ha cerrado filas en torno a su presidente, el cual adicionalmente pretende promover cambios en el reglamento de la compañía para expulsar a los representantes de estas dos compañías hostiles.

Toda esta historia no es más que un reflejo de lo que se nos aparece con meridiana claridad en el mercado bursátil. En él, conviven dos mercados marcadamente diferenciados, pues son distintas las facultades que cada uno conlleva. Así, tenemos el mercado por el control de las compañías y el mercado de las participaciones en forma de pasivo minoritario externo, como los llama Martin Whitman.

La existencia simultánea de ambos tiene gran trascendencia para un inversor particular (integrado en el segundo tipo), pues el precio de una acción, según predomine uno u otro mercado en cada momento, tenderá a variar y arbitrar entre ambos puede suponer suculentos beneficios. Detengámonos en las facultades y limitaciones que uno y otro conllevan.

Dentro de las ventajas asociadas al control, que, como verá el lector, son bastante parecidas a las asociadas al desempeño de cargos en política, se encuentran entre otras:

  • El nombramiento del equipo directivo, así como las generosas retribuciones del mismo tanto monetarias como en especie, directas e indirectas incluido el blindaje de contratos.
  • Influir en los procesos de creación de valor de la compañía cambiando la forma en que están siendo empleados los activos.
  • La posibilidad de utilizar el músculo financiero de la compañía, ya sea en la forma de mayor apalancamiento o de adquisiciones contra emisión de acciones si el mercado valora éstas de forma generosa.
  • La posibilidad de canalizar o retirar contratos y negocios de la compañía con terceros con los que se mantienen lazos de diversos tipos.
  • Un conocimiento más pormenorizado de la marcha de los negocios que permite una mejor estimación del precio de las acciones y la oportunidad de realizar mejores compras y ventas cuando los precios del mercado lo posibiliten.

Si bien estas ventajas son muy significativas, no debe el lector concluir que invertir como minoritario externo pasivo (la forma en la que la gran mayoría de nosotros sólo podemos acceder) es necesariamente un mal negocio. Ventajas de los minoritarios externos pasivos entre otras serían:

  • Mucha mayor facilidad para deshacer posiciones y corregir errores caso de cometerse.
  • Mucha mayor facilidad para encontrar ocasiones de inversión atractivas, ya que las oportunidades de hacerse con el control de una empresa a buen precio son mucho menores en número que las de encontrar acciones a buenos precios en régimen de minoritario.
  • Las fluctuaciones en las cotizaciones, tanto por debajo como por encima de los precios que han de pagarse para hacerse con el control, son grandes, lo que permite posibilidades de grandes plusvalías si se compra y se vende en esos rangos.
  • La inversión como outside passive minority investor (OPMI, por sus siglas en inglés) implica considerablemente menos trabajo ya que no hace falta involucrarse en la gestión y basta con dedicarse a analizar los fundamentales del negocio.

En resumen, aunque la mayoría de nosotros nunca podamos aspirar a comprar tantas acciones como para dominar una compañía cotizada, conocer bien la dinámica y la lógica del mercado por el control es requisito sine qua non de todo buen inversor.

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