"Oh vosotros, los que entráis, abandonad toda esperanza", rezaba en el marco de las puertas del infierno de Dante. Un lema similar se podría grabar en la sede de la entidad gallega, cuyo viaje iniciático no acaba más que de empezar, y a la que le esperan todavía los momentos más duros. En su camino, si bien no sirve de consuelo, comparte destino con muchas otras (CCM, CAM, UNIMM, Catalunya Caixa...), actuando el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez (Mafo), a modo de Mefistófeles del otrora glorioso, y hoy ruinoso, sector de las Cajas de Ahorro patrias.
En estos días nos hemos desayunado con la polémica, más bien anecdótica, acerca de las liquidaciones millonarias que están percibiendo los antiguos directivos de Caixa Galicia y Caixa Nova, a cuenta de los programas de prejubilaciones y los procesos de renovación de la cúpula directiva que ahora lidera José María Castellano. Si bien hay que reconocer que el asunto se ha llevado con evidente torpeza, puesto que es difícil entender para un contribuyente el por qué se les prejubila con cifras millonarias a directivos que han llevado a las entidades a la nacionalización.
Ante el escándalo y malestar de la sociedad, el Consejo ha reaccionado y anuncia que "investigará las indemnizaciones millonarias de los directivos", lo cual no deja de ser un eufemismo, dado que no hay nada que investigar, ya que son directivos que compartían hasta ahora cuadro de mando con la actual cúpula, y de cuyas liquidaciones son perfectamente conocedores, entre otras cosas, porque las han tenido que autorizar. Pero más allá de tácticas dilatorias con las que tratar de echar tierra y tiempo al asunto, resulta de mayor interés centrarnos en la parte del león en lo que a NovaCaixaGalicia se refiere, y esto no es más ni menos que su situación actual, y previsible evolución futura.
La semana pasada culminaba un proceso gestado hace meses, mediante el cual el Gobierno y el Banco de España han tratado de reestructurar las Cajas de Ahorros españolas, tratando de dar solución, por una parte, a los requisitos impuestos desde nuestros administradores concursales nacionales (esto es, Bruselas), y por el otro, recapitalizar las entidades, concentrándolas en bancos, para supuestamente lanzarlas a mercado y asegurar su supervivencia.
El proceso ha sido largo y plagado de dificultades más que previsibles: resistencias por parte de los Gobiernos Autonómicos, oposición y dilatación en el tiempo por parte de unos directivos con mucho que ocultar, impotencia del Banco de España a la hora de imponerse a las entidades, problemas políticos derivados de la pérdida de poder financiero a nivel regional...
En el caso que nos concierne, la solución pasó por la creación de una "gran Caja gallega", del gusto de todos los políticos locales y autonómicos, defendida a capa y espada como mejor opción "para mantener el ahorro de los gallegos en Galicia", "para evitar que el ahorro y la inversión de los gallegos acabe controlada desde Madrid". Todo muy patriota y muy gallego.
El intento fallido de captar inversores
Una vez optada por esta vía, las condiciones establecidas por el Gobierno eran claras, segregación del negocio hacia una nueva entidad con ficha bancaria y salida a mercado, bien en Bolsa, bien mediante inversores privados, quedando la antigua Caja con estructura de Fundación, a través de la que canalizar las actividades específicas de obra social.
Este proceso tiene una parte burocrática, que se completó sin incidencias, y una parte financiera, que es donde era previsible, y de hecho se produjeron, la mayor cantidad de problemas. Para sacar al mercado una empresa, es necesario valorarla a fin de establecer un precio de las acciones, que los mercados y los inversores puedan utilizar para decidir si optan por entrar en la misma y en qué volumen. Una valoración excesivamente cara dará lugar a una falta de interés por parte de los inversores, a lo que se unen las especiales circunstancias de falta de liquidez que estamos viviendo (véase el caso de la OPV de Loterías, fiasco épico y muy caro para los bolsillos de los españoles). Una valoración excesivamente barata sembrará dudas entre los inversores, que en estos tiempos, más que ver un regalo, lo que ven es un muerto.
Por otra parte, la entrada en el capital con fuertes paquetes de inversión requiere del acceso a los libros por parte de los grandes inversores, y ha sido práctica habitual en estos tiempos el negar el mismo, como si un gran patrimonio decidiera invertir cifras millonarias en un proyecto basado en un Powerpoint y un folleto para mercado minorista.
A esta actividad, y es de suponer que es la razón del fichaje de José María Castellano, se dedicó la nueva cúpula del recién nacido banco, a captar inversores dispuestos a adquirir participaciones relevantes, iniciando para ello una gira por diversos países, en los que supuestamente el prestigio y contactos de este nuevo equipo actuaría como catalizador de la captación de capitales interesados en entrar en esta nueva fase de la megaCaja o megaBanco gallego. Sin embargo, las semanas y los meses han ido pasando, sin que apareciera nada en concreto. Mientras, el Banco de España ha ido concediendo plazos cada vez más dilatados, con el fin de cerrar definitivamente el proceso, con resultados negativos hasta el momento.
Nacionalización a precio de saldo
Presionado por los calendarios, finalmente el Banco de España opta por la nacionalización de NovaCaixaGalicia, adquiriendo el 93% de las acciones del banco a través del FROB, mediante una valoración que supone un 88% de descuento sobre el valor en libros, lo cual podría interpretarse como un puro valor de liquidación, aunque otros lo ven como una valoración ridícula, realizada para regalarles a los futuros inversores la joya de la corona a precios de risa.
Con este acto, el FROB inyecta 2.465 millones de euros, apuntalando de este modo el "core capital" de la entidad, con el fin de cumplir con los requerimientos del 10% respecto a activos ponderados por riesgo. Al final, a la Xunta de Galicia le han pegado un revolcón, pues si bien se apresuró a anunciar que NCG ostentaría un 15%, finalmente se ha quedado en un exiguo 7%. Ya se sabe que, quien paga, manda.
Un plan de viabilidad irreal
Hasta el momento, debemos recordar que la aventura de NovaCaixaGalicia ha costado a los españoles la friolera de 3.627 millones de euros, esto es, 603.482 millones de las antiguas pesetas. El destino de dichos fondos ha sido principalmente el pago de prejubilaciones y reducción de estructura. Y esto nos lleva al asunto de verdadero interés: la viabilidad del Plan presentado por la Dirección.
En dicho Plan, del que apenas se conocen unas páginas de Powerpoint, a pesar de que son los contribuyentes españoles los que financian la operación, la apuesta por el futuro de la entidad se sustenta en el incremento de eficiencia derivado del ajuste de infraestructura y personal. Sin embargo, dicho Plan está lleno de sombras e incógnitas sin resolver. Entre ellas, destacan las siguientes:
- El Plan no contempla escenarios futuros fuertemente adversos: crisis de la eurozona, incrementos de morosidad hasta los dos dígitos, estrechamiento de márgenes o continuación de la sequía en los mercados mayoristas, entre otros.
- Fiar la viabilidad a un aligeramiento estructural de la entidad, si bien es un punto esencial para la recuperación del equilibrio, no deja de ser un atajo fácil, financiado con dinero público, con el que enterrar posibles conflictos.
- Como en el resto de Cajas de Ahorros españolas, se sigue imponiendo la "omertá", es decir, el pacto de silencio cómplice entre el Banco de España y los directivos. Y es que, a día de hoy se desconocen las cifras reales en balance, la concentración de riesgo en el inmobiliario, la morosidad real que están soportando, las prácticas que han llevado a estas entidades a la insolvencia. Todo ello es un lastre que genera desconfianza en los inversores internacionales, y que acabamos pagando todos con mayores tipos de interés y sequía crediticia.
Es decir, el Plan de viabilidad presentado por la caja se centra en la reestructuración organizativa mediante el recorte de plantilla y oficinas, sin prestar atención al meollo de la cuestión: el necesario saneamiento del balance, como resultado de la depreciación de activos inmobiliarios y el aumento de la morosidad de promotores y particulares. Ante tal situación, según las fuentes del sector consultadas, no es de extrañar que a NovaCaixaGalicia le esperen nuevos capítulos por escribir, y no agradables precisamente.