Esther Vivas, profesora de la Universidad Pompeu Fabra, aseguró en El País: "Las causas del hambre son políticas"... y a continuación afirmó que lo malo es el mercado: "hoy, los alimentos se han convertido en una mercancía y su función principal, alimentarnos, ha quedado en un segundo plano".
Ni por un momento se le ocurrió que si los alimentos dejaran de ser una mercancía, si dejaran de ser comprados y vendidos, un porcentaje quizá apreciable de la humanidad moriría de inanición.
Su obsesión es, precisamente, la libertad, "una globalización al servicio de intereses privados", como si el hambre se produjera en los países más globalizados, y no, como sucede, en los menos. Le echa la culpa a los mercados desregularizados, como si tal fuera la característica de los mercados en Corea del Norte o Zimbabue. O, típicamente, a las multinacionales, como si su presencia explicara el hambre: que doña Esther mire los países con hambre y verá que allí lo que no abundan, precisamente, son las empresas multinacionales y los mercados libres.
Y hablando de mercados, H. Knaup, M. Schiessl y A. Seith publicaron en Der Spiegel un artículo que tradujo El País con este impresionante titular: "El hambre cotiza en Bolsa" –¡el hambre, oiga!–
Llegan estos señores al disparate de asegurar lo siguiente sobre los mercados de materias primas: "El hambre del planeta se organiza aquí, además de la riqueza de unos pocos".
No explican por qué la gente compra hoy más materias primas que antes, y qué tiene que ver la malvada especulación con la mayor liquidez provocada por las autoridades, con la recesión que siguió a la burbuja, inflada también por las autoridades, y con los temores derivados de la insostenibilidad de las finanzas públicas, pura responsabilidad de los gobernantes. Lógicamente, al ser incapaces de ponderar la nociva labor de los Estados, no se les ocurre más solución que... más intervención de los Estados.
En fin, también leí en El País esta otra bobada: "Por supuesto, el hambre del mundo acabaría si se aprovecharan nuestros cubos de basura". Que no, señores, que no, que la pobreza en Cuba no tiene nada que ver con que ustedes terminen o no terminen su plato de comida en España. La pobreza en Cuba se debe a la falta de libertad y justicia, característica del comunismo, la misma libertad y la misma justicia que faltan en Corea del Norte, en Zimbabue, en Etiopía, y en todos los lugares donde todavía hay hambre.