El presente ensayo de Alberto Recarte, que constará de seis entregas, es un análisis de los problemas de la economía española y de las reformas necesarias para salir de la crisis.
A la hora de proponer una política económica tenemos que tener en cuenta los cambios estructurales que se han producido en la economía española, alterada, permanentemente, por la globalización, por la pertenencia a la Unión Europea, por el euro, por el estallido de la burbuja inmobiliaria, por el crecimiento de las Administraciones Públicas y por la importancia del sector financiero. Esquemáticamente, la estructura de la economía española, desde el punto de vista de la producción de bienes y servicios, es la siguiente:
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El conjunto que forman el sector agrario y el industrial agroalimentario mantiene un peso en torno al 10% del PIB y sigue siendo competitivo internacionalmente. Está amenazado por el precio de la electricidad –disparado por la política de promoción de energías limpias a costes subvencionados hasta límites inconcebibles– y el del agua, pues las desaladoras no pueden suministrar agua a precios razonables por el alza del precio de la electricidad y de los combustibles.
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El sector industrial apenas supone el 13% del PIB. Está centrado en el sector de la automoción y en la industria de componentes. Son significativos el sector de bienes de equipo, que mantiene su peso gracias a su integración en las grandes multinacionales y el sector químico, pues España cuenta con grandes inversiones en ese sector. La industria tradicional, los textiles, el calzado, las industrias suministradoras de materiales de construcción y de bienes para el amueblamiento de viviendas y oficinas, se han desplomado y no recobrarán su tamaño anterior a la crisis.
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El sector de la construcción continúa reduciendo su tamaño, tanto por las menores necesidades de viviendas, oficinas, edificios civiles, comercios y naves industriales, como por la menor inversión pública en infraestructuras. En 2008, su peso llegó al 17% del PIB. Cuando termine el ajuste, en 2012 o 2013, su peso se podría reducir hasta el 8% del PIB. En los países europeos desarrollados oscila en torno a ese mismo porcentaje. Es un gran ajuste económico, con implicaciones irresolubles en el empleo, que tiene carácter permanente. A medio plazo, su importancia podría aumentar algo, cuando se venda el stock de viviendas nuevas que existe en la actualidad, y en la medida en que los extranjeros vuelvan a comprar residencias en España. En sentido contrario, la previsible disminución de la población –por emigración de inmigrantes y españoles de origen– reducirá las necesidades de nuevas construcciones y las limitaciones del gasto público afectarán a la construcción de infraestructuras de todo tipo. El sector no será un estímulo al desarrollo, como en los procesos de recuperación de las anteriores crisis. Una situación inédita en casi un siglo. Lo positivo de esta situación es que las necesidades de la población, en construcción e infraestructuras básicas, están moderadamente bien cubiertas, lo que aligera la necesidad de invertir en su desarrollo cantidades sustanciales de nuestro ahorro nacional, al menos durante los próximos años, como ha ocurrido en los últimos 50 de nuestra historia.
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«Las necesidades de la población, en construcción e infraestructuras básicas, están moderadamente bien cubiertas, lo que aligera la necesidad de invertir en su desarrollo cantidades sustanciales de nuestro ahorro nacional.»
Los otros sectores suministradores de bienes imprescindibles, de necesaria producción nacional por su naturaleza o los costes del transporte, como la energía, el suministro de aguas, saneamientos y los transportes, específicamente, registran excesos de capacidad, por lo que no podrán impulsar la recuperación, aunque permiten que el ahorro nacional se pueda dedicar a financiar otras actividades, como la I+D, o a devolver el principal de nuestra deuda con el exterior.
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El heterogéneo sector de servicios supone alrededor del 70% del PIB. Dentro del mismo es muy significativo el sector del turismo, que según diferentes estimaciones alcanza entre el 8% y el 10% del PIB. Ha soportado la crisis con dificultades, pero ha ajustado sus costes y ha logrado aumentar sus ventas al exterior, a lo que ha contribuido la actual crisis política del norte de África. Sin embargo, sus ventas dependen en casi el 50% del mercado doméstico. Su futuro depende de que sea capaz de ofrecer sus servicios al exterior a un precio competitivo y con la calidad necesaria para cada tipo de turismo.
Los servicios públicos de todo tipo, desde la policía hasta la justicia, la sanidad, la educación y los de carácter social –prestados por cualquiera de las tres administraciones y por empresas privadas en concertación con la administración–, han aumentado significativamente su peso en el PIB. En conjunto, emplean a 5 millones de personas y suponen alrededor del 30% del PIB. El coste directo de mantener a los empleados públicos, y los servicios que prestan, lo que se denomina el consumo público, alcanza el 17% del PIB. Las dudas respecto a estos servicios públicos son múltiples: aclarar hasta qué punto son necesarios, en qué medida están duplicados por las distintas administraciones y si, reducidos a lo imprescindible, se pueden financiar con los ingresos públicos ordinarios o si será necesario cobrar parte de esos servicios a los usuarios, como acaba de aprobar el legislativo italiano y ha propuesto el Gobierno de la Región de Murcia. Para evitar confusiones hay que distinguir entre el peso del gasto público, que alcanza más del 45% del PIB y que es la suma de todo lo que gasta, por cualquier concepto, el sector público, que se financia con impuestos y endeudamiento, y el coste de prestar ese servicio, es decir, el personal de todas las administraciones, funcionarios y empleados públicos y los gastos corrientes, desde alquileres hasta electricidad, que es el consumo público, y que representa ese 17% del PIB al que se ha hecho referencia.
Otro de los renglones cuantitativamente importante dentro del sector de servicios es el del comercio, que emplea en conjunto a casi 3 millones de personas. El aumento de los empleados en el comercio al por mayor refleja tanto el aumento del peso de las importaciones de bienes –en la medida en que, en lugar de industrias productoras de bienes, contamos con almacenes y centros de distribución–, como la realidad de que la sociedad española consume bienes muy diversos, que requieren una logística de distribución cada vez más compleja, de acuerdo con su desarrollo.
«La externalización de servicios está impulsada en España por la rigidez del mercado laboral, que penaliza a las empresas con mayor número de empleados.»Otro sector muy importante, integrado en el de los servicios, es el de las empresas que suministran servicios al resto de la economía en el que se contabilizan cerca de dos millones de personas. Pueden ser servicios jurídicos, de auditoría, de seguridad, limpieza, o informáticos. Es un sector mayor, proporcionalmente, que en otros países, porque la externalización de servicios está impulsada en España por la rigidez del mercado laboral, que penaliza a las empresas con mayor número de empleados.
El sector financiero todavía empleaba a cerca de 450.000 personas a finales de 2010. Tendrá que hacer una reducción de más de 50.000 empleos. Su importancia radica en que el subsector de banca es la única fuente de financiación de la economía. En otros países hay, además de la banca, un conjunto de entidades que suministran financiación al resto de la economía. En España todo depende del sector bancario. Una crisis como la actual, centrada en los sectores de la construcción y el inmobiliario, pero que ha afectado al sector financiero repercute, más de lo debido, en toda la economía. El sector financiero español, en su conjunto, tiene problemas de solvencia y de liquidez que afectan, gravemente, a su capacidad para dar nuevos créditos.
Los sectores que más crecieron desde 1994 hasta el estallido de la crisis fueron el de la construcción y la industria y los servicios dependientes de ella. El sector público no ha dejado de hacerlo desde que comenzó la Transición. Volver a crecer con la estructura productiva que se ha analizado no es nada sencillo. La crisis, como tal, lo único que está haciendo es adecuar nuestro consumo y nuestra inversión a nuestra capacidad productiva. Por primera vez desde la crisis de 1993-94 estamos viviendo casi de acuerdo a nuestras posibilidades, pues, aunque parezca mentira, seguimos endeudándonos, a pesar de los 5 millones de parados. El diseño de un plan de crecimiento, que supuestamente nos permitiría invertir en los sectores donde somos más competitivos, es imposible. Lo que sí puede hacerse es diseñar un plan que incremente nuestra productividad mejorando el sistema educativo, la formación, la inversión en I+D, flexibilizando el mercado de trabajo, recapitalizando el sistema financiero y reduciendo el tamaño del sector público y el intervencionismo público.
Junto a esos objetivos, ninguno sencillo y casi todos de los que sólo consiguen resultados a largo plazo, hay que acudir a analizar la economía española desde el lado de la demanda. Ese análisis nos permitirá saber qué sectores son más competitivos. La demanda interna está en cifras negativas. La suma del consumo privado, el consumo público y la formación bruta de capital está en cifras negativas. Lo positivo es la aportación de la demanda exterior. Mientras la demanda interna disminuye casi el 2% en lo que va de año, la demanda externa, la aportación del sector exterior, es positiva en un 2,6% del PIB. Prácticamente todas las importaciones están disminuyendo, excepto las de petróleo y otros productos básicos, que aumentan por incremento del precio de esos bienes. Entre las exportaciones crecen el turismo, el sector de la automoción, los bienes de equipo y los productos químicos. Entre los servicios adquieren peso las actividades exportadoras de las empresas constructoras, los bancos, las telecomunicaciones y las eléctricas. Son el reflejo del conjunto del Ibex 35. En los próximos años, nuestro plan de crecimiento en positivo debe centrarse en mejorar las condiciones de nuestras empresas, para que aumenten sus exportaciones y sean cada vez más el número de las que lo hacen. No hay otro camino.