Se acabó, c'est fini, auf wiedersehen... El Banco Central Europeo (BCE) está experimentando un histórico proceso de transición que, de llegar a completarse en los actuales términos, traerá consecuencias muy negativas para el euro a medio y largo plazo. Puesto que el sostén de la moneda única es el marco alemán, la productiva economía germana -motor de Europa-, los arquitectos de
Hasta ahora, la dirección del BCE contaba con la estrecha vigilancia de los denominados halcones germanos, miembros del Bundesbank cuya principal preocupación era mantener a raya la inflación de la eurozona, la única función que tiene encomendada el BCE en sus estatutos -a diferencia de
El entonces presidente del Bundesbank, Axel Weber, se opuso desde el primer momento al rescate indiscriminado de países y a la compra directa de bonos periféricos, así como a la aceptación de activos tóxicos como colateral para extender créditos extraordinarios a la banca europea. Puntos, todos ellos, que violan de forma explícita los principios fundacionales de
Pocos meses después es Jürgen Stark el que toma el mismo sendero. El ya ex economista jefe del BCE compartía, punto por punto, las reticencias mostradas por Weber sobre la deriva monetaria emprendida por Trichet. Stark también rechazaba los rescates soberanos y la compra masiva de deuda pública. De hecho, su abandono se debe, precisamente, a la decisión de adquirir bonos españoles e italianos adoptada por el BCE el pasado agosto. El euro también se desplomó tras conocerse la noticia. Curiosamente, Stark se despidió de su cargo lanzando un último mensaje a Irlanda: "Dublín debe rebajar los salarios en su sector público y acelerar la aplicación del plan de austeridad; debe ser, incluso, más ambicioso para rebajar su déficit público; creo que el Gobierno irlandés tiene la oportunidad de sorprender al mercado de manera positiva". Ése era Stark, el segundo y último gran halcón del BCE.
Y es que, sus sustitutos son mucho más blandos. Jens Weidmann, el nuevo presidente del Bundesbank, fue asesor económico de Merkel y discípulo de Manfred Neumann, uno de los eméritos más influyentes de Europa, partidario de las quiebras ordenadas dentro de
Al fin y al cabo, es un mandado de Merkel, y si algo ha demostrado ésta es que sus palabras poco o nada tienen que ver con los hechos. A la hora de la verdad, la canciller traga con todo, desde los rescates hasta la monetización de deuda y la cesión de soberanía a Bruselas vía eurobonos. Y ello, pese al rechazo de su electorado a estas políticas. Normal que sus socios de Gobierno amenacen con abandonarla a su suerte, ya que se está convirtiendo en la nueva líder de los socialistas germanos.
Curiosamente, la canciller ha elegido a un socialdemócrata, Jörg Asmussen, para suceder a Stark, una cabeza gris de alto perfil político y poco carisma económico muy próximo al sector financiero. No en vano, diseñó el rescate público de los bancos alemanes durante el auge de la crisis financiera internacional en 2009. Todo apunta a que Asmussen será más flexible en materia monetaria que su antecesor, abriendo así la mano a la compra de deuda y a la creación de eurobonos.
En definitiva, los halcones han sido devorados por las palomas. Si los medios germanos titulaban "El BCE ha muerto, viva el Bundesbank" en mayo de 2010, cuando Trichet comenzó esta senda, normal que ahora destaquen "El fin del BCE tal y como lo conocíamos". La entidad ya no está moldeada a imagen y semejanza del Bundesbank, y ese hecho cobrará pleno sentido cuando el italiano Mario Draghi suceda a Trichet este mismo otoño. La relativa ortodoxia se acabó, c'est fini, auf wiedersehen...