Si algo está demostrando la delicadísima situación de Grecia, cuya probabilidad de impago y salida del euro ronda ya el 90%, es la incapacidad de las autoridades europeas para contener la crisis de deuda y la inutilidad de los rescates soberanos. La cuestión es que España e Italia ya han sido salvadas de facto el pasado agosto por el Banco Central Europeo (BCE) mediante la intervención de sus respectivos mercados de bonos a fin de atenuar en la medida de lo posible el insostenible encarecimiento de la financiación (prima de riesgo).
Esta triste situación, admitida en privado por el propio Zapatero ante sus camaradas sindicalistas, es la prueba inequívoca de la enorme irresponsabilidad del Gobierno a la hora de afrontar la dramática situación que vive el país. Y es que Zapatero ha fracasado en su intento de evitar el rescate, pese a que la sombra de la intervención llevaba meses sobrevolando España. De hecho, tan sólo se ha dignado a anunciar nuevas medidas -insuficientes e incorrectas la mayoría- después de que Trichet le impusiera ciertas condiciones para comprar deuda española.
Sin embargo, la intervención del BCE no solventará el problema, se trata tan sólo de una medida temporal y limitada para ganar algo de tiempo mientras Bruselas, y en concreto Alemania, decide qué hacer finalmente para tratar de sostener a los socios díscolos de la zona euro. Eurobonos -previa unificación fiscal y económica-, incremento del actual Fondo de rescate, monetización ilimitada de deuda o quiebra ordenada de países dentro de la eurozona son algunas de las propuestas que se han barajado en los últimos meses. Pero, independientemente de la eficacia y conveniencia de una u otra, la cuestión es que sigue sin existir acuerdo entre los socios del norte sobre qué hacer con los del sur para evitar la desintegración de la Unión Monetaria. La interminable odisea que está atravesando Grecia así lo demuestra.
Mientras, la prima de riesgo ha vuelto a superar los 300 puntos básicos y el actual Gobierno socialista es incapaz de poner en marcha el drástico plan de reformas y recortes que precisa la economía nacional. El mercado, con razón, le está ganando la partida del euro a Trichet. Así pues, ya que por el momento sigue sin haber una solución definitiva y el BCE no va a poder sostener indefinidamente a España e Italia, ¿qué hacer? El Fondo Monetario Internacional (FMI) se está posicionando como el único candidato plausible para rescatar a ambos países llegado el caso.
A mediados de 2010 se empezó a configurar el mecanismo preciso para ello, consistente en otorgar un crédito de contingencia por valor próximo a los 250.000 millones de euros. Poco después, tanto la UE como el FMI trabajaban ya abiertamente en ese particular plan B, entre cuyas alternativas figuraba igualmente la concesión de un préstamo bilateral.
En este sentido, el ex director gerente del Fondo Hendrikus Johannes Witteveen acaba de ratificar que debe ser este organismo, y no el BCE, el encargado de proporcionar dinero a España e Italia de forma temporal. Y ello, gracias a las cuantiosas reservas que proceden de países árabes, China o Japón. Johannes, que se enfrentó a la crisis del petróleo de los 70 durante su mandato, argumenta que sólo esta entidad cuenta con capacidad financiera suficiente para sostener a ambos Estados frente a las claras limitaciones que presenta el balance del BCE y el propio Fondo de rescate europeo. Todo ello, claro, a cambio del tradicional recetario que impone la institución –reducir gastos, subir impuestos y reformas estructurales–. En resumen, tal y como están las cosas hoy por hoy en Europa, en caso de necesidad es mucho más probable que España recurra al FMI, tal y como advertimos, que esperar a que Alemania venga rauda y veloz en nuestra ayuda.