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Cristina Losada

Merkel y los Arcos Dorados

Mientras aquí andamos muy ocupados en conocer las peripecias de Belén Esteban, los equivalentes alemanes de La Noria celebran votaciones sobre si Grecia y España deben ser expulsadas de la UE y la eurozona.

Siento, desde la distancia, simpatía por la canciller Merkel. Es el vivo retrato de mis amigas alemanas más apreciadas. Pero la crisis, ay, eleva la exigencia. Ha puesto a prueba a los mejores y a los peores, no hace falta dar nombres, los ha barrido sin contemplaciones. Frau Merkel pronunció un discurso europeísta y su gesto, unido al visto bueno del Constitucional, trajo alivio a la delicada situación del enfermo. Temporal, a buen seguro, dado que la misión de salvar el euro requiere algo más que retórica, una medicina que ya se ha dispensado en abundancia. Pero es justo en la retórica donde la canciller desafinaba.

Así, cuando defendió el euro como una garantía de paz y puso a la historia por testigo de que los países con una moneda común no han librado nunca guerras entre sí. A vuelapluma surge la pregunta de cuántos Estados-nación que compartieran moneda ha conocido la historia; y ahí queda. Ya metidos en materia, también podemos invocar la teoría de los Arcos Dorados. Sostiene esa ley, formulada por Friedman (no Milton, sino Thomas), que jamás ha habido una guerra entre dos países que contaran con la presencia de la cadena McDonald’s. Si se trata de la paz, arreglamos con las hamburgueserías. Claro que así no se apoya mucho al euro. Pero tampoco parece indicado apuntalar la causa de la moneda común vinculando su existencia a la paz y, por tanto, su ausencia a la guerra. En la propia UE, antes CEE y CE, ha habido paz sin euro.

Lejos de pensar que Merkel no sabe lo que dice, colijo que su exceso verbal intenta contrarrestar otros excesos. Resulta que mientras aquí andamos muy ocupados en conocer las peripecias de Belén Esteban, los equivalentes alemanes de La Noria celebran votaciones sobre si Grecia y España deben ser expulsadas de la UE y la eurozona. Y que su prensa popular difunde que los sufridos alemanes están pagando la resaca de la fiesta de países manirrotos y holgazanes. De ahí que la canciller exhibiera la reforma constitucional española que introduce la estabilidad presupuestaria. "Los estamos metiendo en cintura", era el mensaje a cocina. Y cómo quejarse de que Merkel atienda las querencias de sus votantes cuando los socialistas españoles sólo han mirado por su interés partidario. ¡O todos o ninguno! El problema es que una vez subidos al tren de la moneda única, bajarse tiene un precio insoportable. 

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