Desde mayo de 2010 empiezan a barajarse escenarios impensables hace apenas un par de años, como es el hecho de una posible desintegración de la zona euro mediante la salida o expulsión de algún socio periférico o el abandono de alguna gran potencia como Alemania. De hecho, según los datos existentes, el riesgo de ruptura rondaba ya el 40% el pasado agosto. El pasado año, el BCE ya elaboró un polémico informe sobre este asunto.
En mayo de 2010, cuando España estuvo al borde de la quiebra, Bruselas, junto al apoyo del Fondo Monetario Internacional (FMI), puso en marcha una estrategia para rescatar a países insolventes. Desde entonces, ya son tres los rescatados (Grecia, Irlanda y Portugal) y otros dos los sostenidos por el Banco Central Europeo (BCE) mediante la compra de bonos (España e Italia).
Sin embargo, el primer rescate griego fracasó, hasta el punto de tener que aplicar un segundo plan para evitar la quiebra el pasado julio. El incumplimiento del objetivo de déficit público y la ruptura de negociaciones entre la troika (Comisión Europea, BCE y FMI) y Atenas han vuelto a disparar todas las alarmas acerca de un posible default (suspensión de pagos y expulsión del euro). De hecho, los bonos helenos a un año cotizan con una rentabilidad próxima al 80%, lo cual significa que los inversores apuestan casi el 100% por la caída del país.
Quizá por ello, algunos grandes bancos y analistas comienzan a barajar un hipotético escenario de desintegración monetaria. UBS acaba de lanzar un informe bajo el título "La ruptura del euro: consecuencias", cuyas conclusiones son, simplemente, demoledoras. Aunque la entidad suiza deja claro que se trata de un escenario aún improbable, lo importante aquí es que no lo descarta, de ahí sus estimaciones sobre los posibles efectos que conllevaría tal resultado.
Para empezar, el informe señala que la actual estructura del euro nunca debería haber existido, ya que "no funciona", tal y como han demostrado los últimos acontecimientos. "O bien la actual estructura cambia o bien su composición [número de miembros] tendrá que cambiar". Algunos países estarían hoy en mejor situación "si no se hubieran unido", indica el texto. Y es que, "una unión monetaria es, económicamente hablando, una buena idea si los miembros que la constituyen forman un área monetaria óptima", es decir, "o bien el área es tan homogénea que las economías se mueven en la misma dirección, una similar velocidad y al mismo tiempo", o bien "son lo suficientemente flexibles como para que sus diferentes resultados económicos puedan ser corregidos con relativa rapidez".
Parece ser que éste no es el caso de la zona euro, según UBS. Por ello, el banco suizo apuesta por la integración fiscal de la actual Unión Monetaria, tal y como vienen reclamando desde hace meses Merkel, Sarkozy y el propio BCE. ¿Por qué? Básicamente, porque la factura de la ruptura sería brutal para los países afectados:
1. El coste para los periféricos:
Si alguno de los países más débiles de la zona euro (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia o España) decide abandonar -o, más bien, es obligado a ello vía quiebra pura y dura- el coste sería muy importante: suspensión de pagos del Estado, extenso default empresarial, colapso del sistema bancario y del comercio internacional...
En concreto, a nivel económico, UBS se atreve a pronosticar que tal decisión supondría un coste aproximado de entre 9.500 y 11.500 euros por cada habitante del país tan sólo en el primer año, lo que equivaldría al 40% ó 50% del PIB. A partir de entonces, el coste se reduciría a entre 3.000 y 4.000 euros por persona y año durante varios ejercicios.
2. El coste para Alemania:
Por el contrario, si es Alemania el que decide de forma unilateral abandonar el barco del euro, los efectos se resumirían en: amplia suspensión de pagos de empresas, recapitalización del sistema bancario y colapso del comercio internacional.
En concreto, la entidad prevé un coste de entre 6.000 y 8.000 euros por cada adulto y menor de edad el primer año -entre el 20% y 25% del PIB-, y entre 3.500 y 4.500 euros per cápita en los años siguientes. Es decir, el coste de abandonar sería muy superior al de rescatar a Grecia, Irlanda y Portugal, lo cual UBS estima en unos 1.000 euros por alemán en un solo pago, si bien es cierto que la entidad no incluye la factura de salvar a España o Italia, llegado el caso.
3. Coste político y social:
Sin embargo, lo más curioso es que el coste económico sería, en realidad, el menor de los problemas. Lo que más temen los inversores, según UBS, son las consecuencias políticas y sociales de tal ruptura. Y es que, según ha demostrado la historia, la separación o desintegración de zonas monetarias comunes suele producirse con la concurrencia de algún tipo de "gobierno autoritario o militar" e, incluso, una "guerra civil".
"La ruptura de una unión monetaria es un evento muy raro. Además, la ruptura con un sistema de moneda fiduciaria (es decir, papel moneda) es extremadamente inusual", al contrario de lo que sucede con los esquemas de tipo de cambio fijo. En las fragmentaciones monetarias las consecuencias son "muy graves". Por un lado, se precisa de una "enorme presión" para que un gobierno llegue al punto de abandonar una moneda común dadas sus "graves consecuencias sociales".
En este sentido, UBS recuerda que los paralelismos históricos en esta materia son "desagradables". Las pasadas rupturas monetarias han ido acompañadas de uno de estos dos resultados: la instauración de un "Gobierno militar o autoritario para contener o reprimir el desorden social" o, de forma simultánea, el estallido de un gran caos social con el riesgo de producir una división interna o una "guerra civil". Aunque no son consecuencias "inevitables", todo ello refleja claramente que este tipo de rupturas no pueden ser tratadas igual que el abandono de un tipo de cambio fijo.
Así, por ejemplo, la fractura monetaria de las repúblicas Checa y Eslovaca en 1993 conllevó un cierre inmediato de fronteras, estrictos controles de capital y límites al retiro de depósitos bancarios. Aunque la nueva República Checa salió de la crisis monetaria como un país más libre, Eslovaquia sufrió un fuerte deterioro en materia de derechos políticos y libertades civiles, hasta el punto de ser calificado internacionalmente como un país "parcialmente libre". El desmoronamiento de la Unión Soviética, y su consiguiente unión monetaria, trajo como resultado la instauración de diversos regímenes autoritarios, recuerda la entidad.
Aunque este caso no es equiparable al de la zona euro, en donde existe un afianzado sistema democrático, la duda que surge es cómo reaccionaría la población ante tal escenario. En este sentido, los analistas de la entidad recuerdan que el abandono del patrón oro por parte de EEUU en 1933, en plena Gran Depresión, "vino acompañado de algo similar al autoritarismo".
No en vano, la toma de posesión del presidente Roosevelt fue descrita por la prensa de la época como una "capital [en referencia a Washington] asediada en tiempos de guerra". Otros ejemplos contemporáneos con resultados más o menos violentos a lo largo de la historia son, por ejemplo, la separación entre Irlanda y Reino Unido, las convulsiones de la Unión Monetaria Latina en el siglo XIX o la guerra europea franco-prusiana en 1870.
Unión fiscal
Pese a este hipotético futuro dantesco, UBS confía, como escenario más probable, en que, finalmente, la zona euro avance hacia una auténtica integración fiscal y económica, una especie de EEUU de Europa, manteniendo una integración monetaria similar a la del imperio británico o la unión de los múltiples estados que hoy conforman Alemania.
Aun así, el informe concluye con una advertencia: "¿Y si ocurre el escenario de desastre" pese a su baja probabilidad? "Las consecuencias serían horribles" en términos de crecimiento, estabilidad política y social. "La única manera de protegerse contra un escenario de ruptura del euro es no poseer activos en euros en absoluto".