Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía, cree entender de capitalismo, finanzas y pasiones. Y nos cuenta que "la crisis económica ha puesto de manifiesto la singular transformación emocional del capitalismo contemporáneo". Antes la codicia era una pasión útil, motivadora y socialmente útil. Pero en la actual "economía financiarizada" tal vez la codicia es una "dinámica de los sistemas" (suena bien, pero a saber lo que quiere decir) o "un deseo ilimitado cuyo placer no se cifra tanto en la consecución como en la expectativa".
Hablar de deseos ilimitados resulta bastante absurdo: la capacidad del ser humano de desear cosas no es infinita; si se refiere a que algunos seres humanos siempre quieren más, convendría aclarar qué hay de malo en ello. Respecto a la diferenciación entre consecución y expectativas, muchos placeres son así: se puede disfrutar tanto con la imaginación del fin deseado como con el fin deseado mismo.
Según Innerarity ,"los mercados financieros han permitido estimular continuamente las expectativas de mayores ganancias y más arriesgadas. Cuanto mayor es la disposición al riesgo, mayores son las ganancias posibles y menor el sentido de la responsabilidad". Olvida mencionar que a más riesgo también son mayores las pérdidas posibles, y que la reducción del sentido de la responsabilidad no es una consecuencia necesaria de la mayor asunción de riesgos, la cual puede hacerse de forma responsable o irresponsable. La irresponsabilidad no suele proceder de la excitación de la codicia, sino de saber que las pérdidas pueden transferirse a otros (el riesgo moral, una más de las clamorosas ausencias de su artículo): es posible asumir riesgos excesivos con toda tranquilidad y de forma perfectamente racional.
Sigue afirmando que "los bancos apenas pueden poner límites sistémicos frente a los mercados financieros, de manera que no limitan el incremento de beneficios de los valores especulativos". No entiende que los bancos son parte esencial de los mercados financieros: al expandir el crédito (algo que pueden perfectamente limitar si así lo deciden) pueden contribuir a incrementar los precios de los valores especulativos. No es que los bancos no puedan limitar al sector financiero, es que son parte fundamental de su descontrol.
Innerarity distingue entre el negocio del crédito por los bancos y su participación en la especulación en los mercados financieros. En el ámbito del crédito habla de "actividades económicas con fines y objetivos" (como si hubiera alguna sin fines ni objetivos) y de que "en su dimensión temporal se extienden a lo largo de una duración prolongada y no dependen de acontecimientos o decisiones": no está claro lo que quiere decir con esa presunta independencia de acontecimientos o decisiones, pero obviamente no sabe que existe el crédito a corto y muy corto plazo. Y no menciona uno de los problemas principales de las finanzas, el descalce o desajuste de plazos entre activos y pasivos bancarios.
En la especulación en los mercados financieros según él no hay inversiones "sino apuestas que no se identifican con los objetos sobre los que se apuesta y son pura autorreferencia". Esto puede parecer muy profundo pero en realidad es un confuso disparate. Toda apuesta tiene un referente que no puede ser ella misma; algunos productos derivados pueden referirse a otros productos derivados de forma recursiva, pero el encadenamiento de referencias múltiples tiene siempre un referente real final.
Al parecer "el especulador no trata de evitar esos momentos de incertidumbre que todo inversor de su propio capital pretende excluir en la medida en que sea posible", sino que quiere aprovecharlos y "los concibe como excitación que quisiera repetir continuamente". O sea que ningún inversor de capitales propios especula, faltaría más, y los especuladores son adictos a las emociones fuertes. ¡Qué profundidad en sus conocimientos de los entresijos de las finanzas!
Cuando habla de tiempos cortos y ritmos rápidos en los mercados financieros no es para analizar los desajustes de plazos sino para promover una psicología barata de "turbulencias emocionales" y "rápida secuencia de expectativa y decepción, euforia y depresión, codicia y miedo": o sea que todo va muy deprisa y por eso se caen.
Está tan despistado que cree que el ritmo rápido de las finanzas implica "una explotación excesiva del presente" y "una desconfianza generalizada en la capacidad de controlar el futuro". ¡Pobre presente sobreexplotado! No ve que lo que está sobreexplotado es en realidad el futuro, del cual se esperan unos beneficios (para pagar deudas) que no van a llegar por la expansión insostenible del crédito. No es que no se pueda controlar el futuro, es simplemente que es más barato (aunque más arriesgado) pedir prestado a más corto plazo y arbitrar sobre la curva de tipos de interés.
Innerarity no sabe explicar los problemas de la banca y las finanzas y tampoco es capaz de utilizar una metáfora adecuada: según él es como "aquella carrera de coches a toda velocidad hacia un muro en la que gana el último que frene. Como nadie está dispuesto a frenar porque el de al lado frenará un poco más tarde, finalmente todos se estrellan contra el muro". ¿Pero estas carreras existen o son ficción cinematográfica? ¿Y se ha comprobado que todos los participantes se estrellan? En la realidad de las burbujas financieras los hay más listos o prudentes que saben salirse a tiempo o apuestan a la baja. La "colectiva huida hacia delante, mimética y estúpida" no es en realidad tan colectiva.
Este filósofo ha perpetrado una falacia muy común entre los que no entienden de economía y finanzas: que la responsable de la crisis fue la codicia. Si aún no están ustedes convencidos de sus lagunas intelectuales, observen cómo llama "teoría de los mercados efectivos" a la hipótesis de los mercados eficientes. Que al parecer es una "instancia" que contribuyó, como las matemáticas del cálculo de los riesgos financieros, a "producir la ilusión de que las cosas estaban controladas".
Fíjense en las "instancias" que brillan por su ausencia en su exposición: el dinero de curso legal forzoso, las garantías de salvamento, los bancos centrales con su manipulación de los tipos de interés, y los reguladores y supervisores estatales.
¿Y cuál es la presunta solución tras este penoso análisis? "Reducir la gratificación que se concede a la codicia en los mercados financieros" y la "gobernanza financiera global". Pero ¿a alguien le pagan de verdad por ser muy codicioso independientemente de sus resultados? Quizás a los responsables de la gobernanza financiera global.