María Dolores de Cospedal me ha sorprendido con su drástico plan de recorte del gasto público. No sé si es por ideología o por necesidad, pero lo cierto es que si esta es la política –inspirada en lo que viene haciendo desde hace tiempo Esperanza Aguirre en Madrid– que va a seguir el PP si gana las elecciones generales, creo que este país puede tener solución.
El plan de Cospedal entiende que las autonomías no son Estados en miniatura ni, por tanto, tienen que repetir la estructura institucional de la Administración central, lo cual no supone más que un derroche permanente de recursos. Las comunidades autónomas, en realidad, están para prestar servicios a los ciudadanos en razón de su mayor proximidad. Es una cuestión de eficiencia porque, al estar más cerca de los contribuyentes, pueden conocer mejor sus necesidades y actuar en consecuencia. Ello, sin embargo, no implica reproducir el modelo de Estado a escala regional; tan sólo dotarse de los instrumentos adecuados para el ejercicio de las competencias que la Constitución atribuye a las autonomías. Sólo eso y nada más que eso.
El plan entiende que los presupuestos públicos no son, ni tienen por qué ser, una bolsa común en la que los gobernantes pueden meter la mano a su gusto para colocar a sus amigos y correligionarios a través de los contratos laborales y las empresas públicas. El dinero de todos los ciudadanos no está para eso, y menos en unos momentos en que empresas y familias necesitan de esos recursos más que nunca para poder sobrevivir y salir adelante. De la misma forma, los presupuestos no son un abrevadero sin fondo al que puedan acudir todo tipo de organizaciones en busca de unos recursos que deberían proceder de sus afiliados y de los servicios que puedan prestar a la sociedad. Por ello aplaudo la supresión de las subvenciones a sindicatos y patronales y lamento que no se extienda esta medida a todos los demás colectivos y asociaciones que viven del presupuesto.
Por último, me parece igualmente importante el valor que ha demostrado Cospedal con la presentación de este plan, con el que va a pisar muchos callos y muy dolorosos. Sin embargo, y sabiéndolo, la presidenta de Castilla-La Mancha no se ha andado con los complejos que suelen caracterizar a la derecha española y ha cogido de verdad el toro por los cuernos, huyendo de subidas de impuestos para mantener los privilegios de la casta política regional aunque con ello se hundan empresas y familias. Por supuesto, los perjudicados, los ‘indignados’ y demás fauna que pulula por estos pagos se le van a echar encima. Pero si queremos sacar a España de la crisis, todos los niveles de la Administración tendrán que transitar por esta misma senda en la que acaba de entrar Cospedal. Esperemos que cunda el ejemplo.