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José T. Raga

De insultos y contradicciones

¿Se imaginan al señor ministro situado en el podio de la inteligencia para valorar los insultos que a ella puedan dirigírsele?

Reconozco que una de mis carencias es ese esmero en guardar lo que un día alimentará el recuerdo y la contemplación histórica. Por eso mi admiración por aquellos cuyo interés por el hoy y por lo que el futuro deparará al hecho presente les lleva a atesorar un patrimonio de hechos, dichos o sentencias fundamentados sobre un dogmatismo, propio del que abunda en necedad.

A éstos, seguro que no les ha pasado desapercibido el insulto para la inteligencia al que ha aludido, ya digo que con su habitual tono dogmático e imperativo, el ministro señor Blanco. Para él, el insulto para la inteligencia viene producido por los sueldos de los banqueros. Ya sabemos que la izquierda se caracteriza no tanto por la consideración hacia los pobres como por su odio a los ricos. Es el resultado de la envidia a una situación en la que se quisiera estar. Como muestra, algún ministro socialista, presidente de una caja quebrada, además de alto se subió el sueldo.

Lo del señor Blanco hace unos días, dirigido a los banqueros, no tiene desperdicio. ¿Se imaginan al señor ministro situado en el podio de la inteligencia para valorar los insultos que a ella puedan dirigírsele? Si no fuera porque nos está gobernando, sería para pasar un rato inolvidable. Pero hombre, ¿por qué no se acuerda de los pobres, o de los parados, y lo hace precisamente de la inteligencia? Es una contradicción de las muchas con las que el gobierno de ZP nos ha obsequiado en los casi ocho años en el poder. Siempre habla quien más tiene que callar.

Y a propósito: el jefe del Ejecutivo, que es su jefe, también se ha desvelado con una delicia que merecerá recordar: reunidos los líderes de Alemania y Francia –los demás no cuentan–, deciden que Europa debería tener un mayor grado de gobierno económico, que garantizase la marcha de la Unión y la ausencia de despropósitos en unos, y de angustias en otros.

Pues bien, el señor Zapatero, sin ocurrírsele que España es uno de esos países que preocupan y generan angustias a la Unión, se apunta raudo a la idea y, como si la cosa no fuera con él, proclama que es una gran idea y una magnífica solución: un mayor gobierno de Europa y en Europa, y uno menor en los países miembros.

¿Pero cómo puede quien ha reducido el Gobierno de la Nación, incrementando los diecisiete regionales, admitir ahora el proceso inverso dando mayor gobierno a la Unión frente a los de sus miembros? ¿Por qué no empieza por España? La fórmula resultaría válida para tener menos Zapatero, pero no sería la solución. Ahora bien, que lo diga Zapatero, me parece la mayor de las contradicciones. La solución, sin embargo, pasa por menos Gobierno europeo y menos Gobierno de los Estados.

Íbamos al "corazón de Europa"... y nos hemos quedado en el extremo de los capilares del sistema, dispuestos a la amputación.

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