Recuerdo cuando, hace escasos meses, se decía que el verdadero problema de Europa era que no tenía un presidente. Mientras que en Estados Unidos había una voz política predominante, hoy Obama, Europa era una suerte de hidra con innumerables cabezas. Era un auténtico gallinero de líderes que creían gobernar el continente, pero que sólo lograban liar la legislación y aumentar el número de trabas al ciudadano. Nos prometieron que la solución era nombrar un presidente que fuera la única voz política europea. Y así se creó una nueva cabeza europea. Pero ésta jamás sustituyó a los demás, sino que se sumó a ellas ampliando el desconcierto existente. Si usted pregunta por la calle si saben quién es el actual presidente europeo no obtendrán respuesta. Y es que a Herman Van Rumpuy no lo conocen ni en su casa.
Éste mismo proceso parece que va a volver a repetirse con la excusa de crear un nuevo Gobierno económico europeo. Como han descubierto que la economía europea va muy mal, han decidido que para remediarlo deben seguir haciendo lo de siempre. Porque aunque a los inocentes ciudadanos nos vendan la idea de que lo que pretenden es sustituir las decisiones de política económica de cada país, como las relacionadas con el presupuesto o la fiscalidad, cualquiera sabe que ése no es el objetivo real de los políticos europeos. No van a sustituir los gobiernos económicos para crear uno único, sino que van a añadir un nuevo eslabón a la infinita cadena de manos por la que pasan nuestros impuestos. Ampliar ese monstruo es el verdadero objetivo de los burócratas europeos.
Es curioso. En España vivimos desde hace años un descontrolado proceso de descentralización, en el que las autonomías engordan a marchas forzadas. Y, a la vez, estamos viviendo otro de centralización, en el que Europa crece sin contemplaciones. La conclusión lógica de estos dos procesos es que el Gobierno central Español debería estar a punto de desaparecer. Sin embargo, en la práctica también está aumentando de tamaño. El Estado central español está firmando cifras de gasto público, que es medida del tamaño y poder del Estado, jamás vistas anteriormente. La conclusión es aplastante: por mucho que nos vendan la moto, la intención de quienes quieren un Gobierno europeo único no es arreglar la economía, que seguirá retrocediendo, sino aumentar el lío que les da fácil acceso a nuestras carteras. Quieren un Gobierno único, básicamente, para sacarnos la pasta.