Desde su nacimiento en 1972, la tasa Tobin, o tasa a las intermediaciones financieras, ha sido el centro de muchas discusiones. Fue anunciada en 1972 y ampliada con más detalle en 1978 por el Dr. James Tobin, premio Nobel de Economía en 1981. Cada cierto tiempo, generalmente en periodos críticos de la economía como el actual, algún político vuelve a plantear su aplicación, centrada en gravar las transacciones financieras transfronterizas.
En su reunión bilateral del pasado martes, el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, y la canciller alemana, Angela Merkel, acordaron implantar, entre otras medidas, una tasa Tobin dentro de la eurozona, aunque todavía se desconocen los detalles e incluso el tipo a aplicar a la espera de una propuesta definitiva en septiembre.
Pero no es la primera vez que lo reclaman. Ya en 2010 el propio Sarkozy, ante la Asamblea general de la ONU con motivo de la Cumbre del Milenio, indicó: "Las finanzas se han globalizado, por lo tanto ¿por qué no pedir que participen en la estabilización del mundo mediante un impuesto a cada transacción?". El objetivo entonces era gravar aún más a los bancos para financiar posibles crisis futuras y así no tener que recurrir a los multimillonarios fondos públicos de rescate. La propuesta no llegó a fraguar debido a las múltiples críticas del sector financiero.
Merkel también la defendió en 2009, sin éxito. El ex primer ministro del Reino Unido, Gordon Brown, la propuso en 2010 y Mervyn King, gobernador del Banco de Inglaterra, la criticó: "Yo no conozco a nadie en el circuito internacional que está entusiasmado con ella [...] De todas las medidas en estudio, la tasa Tobin está, probablemente, en la parte inferior de la lista".
El desastre sueco, la única experiencia real
Auqnue los defensores de este impuesto argumentan que servirá para combatir las operaciones especulativas y la elavada volatilidad en Bolsa, la experiencia demuestra los efectos perversos de esta tasa.
El auge y posterior ocaso de la tasa Tobin se inició en la década de 1980. En enero de 1984, Suecia introdujo un impuesto de 50 puntos básicos en la compraventa de acciones, aplicable a todas las operaciones (y de opciones sobre acciones). La tasa se duplicó dos años más tarde. En enero de 1989, la renta fija también se vio gravada con un impuesto de 0,2 puntos básicos para los bonos con un vencimiento máximo de 90 días y tres puntos básicos para los de cinco años o más.
Sin embargo, al tiempo que el Gobierno sueco elevaba la presión fiscal de las transacciones las operaciones financieras se desplomaban, hasta el punto de que la recaudación en el impuesto sobre plusvalías se hundió. Como resultado, la aplicación de la tasa provocó una menor recaudación fiscal.
La experiencia sueca terminó en desastre, ya que la tasa Tobin diezmó los mercados de acciones y bonos. De hecho, en 1990 más de la mitad de todas las operaciones con acciones de Suecia se había trasladado ya a Londres; tan sólo durante la primera semana que se impuso sobre el mercado de bonos, el volumen de transacciones se desplomó un 85%; el comercio de futuros se derrumbó un 98% y las opciones de comercio se paralizaron; la negociación de valores en el mercado monetario se desplomó en una quinta parte... El experimento fue tan negativo, no sólo para el mercado sino para las arcas públicas, que Suecia decidió eliminar la tasa en 1991.
Reacciones críticas
Las reacciones críticas a la propuesta franco-alemana no se ha hecho esperar. El ministro holandés de Finanzas, Jan Kees de Jager, ha explicado que su Gobierno se opone, ya que esta tasa sólo podría funcionar a nivel "global". Y es que, en caso contrario producirá una "enorme distorsión porque la gente podría llevar fácilmente sus impuestos a otra jurisdicción".
Reino Unido considera que la plaza de Londres sería el más perjudicada por la medida. Por su parte, Suecia señala que no servirá para calmar a los mercados y recuerda su mala experiencia pasada. El Banco Central Europeo (BCE) ya criticó en su momento esta medida, bajo el argumento de que reducirá la actividad financiera y, con ella, la actividad económica. De hecho, hasta los liberales alemanes -socios de Merkel en el Gobierno- advierten de que sólo la apoyarían en caso de que los 27 socios de la UE la aprueben.
Recaudación potencial
Jon Peace, analista de Nomura, calcula dicho impuesto podría recaudar entre 30.000 y 50.000 millones de euros al año en caso de aplicarse un tipo del 0,1% sobre las acciones y del 0,01% sobre derivados, respectivamente. Esta cuantía representa casi la mitad de los beneficios netos registrados en 2010 (77.000 millones) por los 90 bancos europeos sometidos a los últimos test de estrés.