Hace unos días, en una entrevista a la CNBC, Warren Buffett afirmó que podía acabar con el déficit público en cinco minutos: "sólo hay que aprobar una ley por la que, si el déficit público supera el 3% del PIB, todos los miembros del Congreso quedan automáticamente inhabilitados para la reelección". El exitoso inversor estadounidense puso el dedo en la llaga respecto a la crisis de deuda que se vive a ambos lados del Atlántico: nos recuerda que el problema es puramente político. Pese a que nuestros gobernantes insistan en culpar a los mercados, una crisis de deuda soberana se genera cuando los políticos gastan tanto dinero que no sólo hay que pedir prestado, sino que comienza a sospecharse que ni siquiera podrán devolverse esas deudas si no hay rescate de por medio. Y para llegar a ese punto hay que gastar mucho.
En la antigüedad, cuando sucedía algo que no era posible explicar, se solía recurrir al brujo de la tribu. Cuando una enfermedad, por ejemplo, asolaba el poblado, como no se sabía que las causas procedían de un determinado tipo de germen, se buscaba el remedio al problema con una exótica danza del chamán, implorando al cielo la solución. Es razonable, porque la explicación a los sucesos no estaba a su alcance. Lo absurdo es que, hoy en día, nuestros gobernantes sigan recurriendo a los chamanes cuando no comprenden lo que sucede en materia económica. Y es que, después de que se disparara la prima de riesgo española e italiana a cotas desconocidas, el Gobierno ha descargado toda la responsabilidad sobre Jean-Claude Trichet, el presidente del BCE. El banquero central de la eurozona es, para Zapatero, el brujo de la tribu, pues con darle un botón es capaz de solucionar el problema de la deuda. Es lo que sucede cuando quien gobierna no conoce las consecuencias de sus acciones. Porque, aunque lo niegue, en este caso el germen que ha engendrado la enfermedad es el propio Gobierno.
El Gobierno, al pedir públicamente al Banco Central Europeo que compre deuda pública española, lo que está haciendo es solicitar el más deshonroso de los rescates. No estoy seguro de que Zapatero lo sepa. Este mecanismo de salvamento está envuelto en múltiples capas que le dan apariencia de ser extremadamente complejo, tal vez para ahorrarse las explicaciones. Pero su esencia es muy sencilla: consiste en imprimir dinero e intercambiarlo por deuda pública. O sea, darle a los gobiernos billetes recién sacados de la impresora para que no tengan que responsabilizarse de sus gastos. Es evidente que en el mundo real la magia no existe. Es decir, que ese agujero tendrá que ser pagado por alguien. No tenga ninguna duda al respecto: será usted. Verá como la moneda se deteriora, y su poder adquisitivo se desploma. Cuando vea que su bolsillo sigue menguando, recuerde que los problemas están donde señalaba Warren Buffett: sentados en el Congreso de los Diputados.