La economía española se encuentra en una situación crítica, en tan grave riesgo que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, no ha tenido más remedio que llamar al jefe de la oposición, Mariano Rajoy, para ponerle al corriente de la "tormenta perfecta" en la que ha entrado la economía nacional y pedirle implícitamente que no aproveche la tesitura para ahondar la brecha electoral.
Mientras Rubalcaba participaba en un posado de campaña con el director general de la Organización Internacional del Trabajo en Ginebra, la prima de riesgo española comenzaba una escalada vertiginosa que le llevaba a las nueve y cuarto de la mañana a sobrepasar los cuatrocientos puntos, en el umbral de no retorno de un hipotético rescate. En los minutos posteriores, el descrédito era de tal magnitud que obligaba a Bruselas a lanzar un aviso a través de su portavoz de Mercado Interior y Servicios, Chantal Hughes, quien negó, con no demasiada convicción, que se estuviera preparando un plan de rescate para España. Trataba de desmentir así los insistentes rumores sobre unos supuestos preparativos.
La siguiente señal partía de nuevo de La Moncloa. Desde allí se informaba que Zapatero aplazaba su salida hacia Doñana para seguir la crisis "desde más cerca", así como de que se había puesto en contacto con sus asesores y con el Ministerio de Economía. Nada más. Ni una comparecencia de la ministra Salgado, ni una nota ministerial, ni el más leve signo de respuesta más allá del aplazamiento de las vacaciones de Zapatero. Sólo José Blanco se atrevió a calificar el asunto de "transitorio", unas declaraciones que sólo permitieron constatar que el Gobierno mantiene la facultad del habla a través de su portavoz. Nada más para el que de momento es el día más negro de la economía española .