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Invertir en países emergentes: riesgos y oportunidades

La inversión en países emergentes se caracteriza por la combinación de un elevado potencial de revalorización con una alta incertidumbre.

La inversión en acciones u otros instrumentos similares en países emergentes se caracteriza por la combinación de un elevado potencial de revalorización con una alta incertidumbre en torno a varios factores internos del país. En este caso, tanto las oportunidades como los riesgos no sólo procederán de elementos inherentes a las propias compañías, sino de su desempeño dentro de un marco institucional que en ese determinado momento propicia grandes crecimientos del PIB, pero que ofrece serias dudas sobre la sostenibilidad de ese vigor empresarial en el tiempo.

Estos países están diseminados en zonas de Asia, Europa del Este, Iberoamérica, África u Oriente Próximo y representan más del 60% de la población mundial. Se trata de países con población joven, con reducidos PIB per cápita y niveles consumo, pero que pueden estar implantando reformas políticas y económicas o tienen recursos naturales que les confieren potencial de crecimiento. Así pues, el ramillete de países que etiquetaríamos como "emergentes" es muy variado: con distinta velocidad de convergencia en nivel de vida con los países más desarrollados; con mayor o menor población interna; algunos son productores de energía frente a los que carecen de recursos energéticos.

Lo que viene a ser común a la mayor parte de estas regiones es lo limitado y poco sofisticado de los mercados de capitales y de crédito. Las instituciones propias de un mercado desarrollado, ya sea la existencia de buenas infraestructuras, formas jurídicas para constituir empresas, la bolsa, el acceso crédito, etc., no se han desarrollado de manera extensa.

Asimismo, hay dudas persistentes sobre el entorno institucional. En no pocas ocasiones, nos genera gran incertidumbre la falta de seguridad jurídica y de respeto de los derechos individuales y de propiedad, la falta de controles internos y efectivos al Gobierno, la arbitrariedad política y la extensión de la corrupción, el recurso fácil a las expropiaciones o nacionalizaciones en tiempos de crisis o los giros en la política económica, monetaria y de divisas que tratan de perpetuar en el poder al régimen actual y poner en el disparadero al tejido empresarial en tanto que lo esquilman.

Por supuesto, se puede argumentar sin estar faltos de razón que estos peligros que planean sobre una inversión realizada en estos países pueden igualmente identificarse dentro de los países más avanzados. Bien cerquita, sin necesidad de mirar más allá de nuestras fronteras, somos testigos y víctimas de un deterioro institucional y social galopante en los últimos años. No en vano, hay algún país emergente en una posición mejor que España en el Índice de Libertad Económica que confecciona anualmente la Heritage Foundation. Y es que otro argumento que puede aducirse es que, aun existiendo estos peligros en los países emergentes, no tienen por qué hacerse realidad los peores augurios en cada uno de ellos. Revisando este índice, podemos hacernos una idea de si el rumbo de las políticas regulatorias, fiscales y monetarias, entre otras muchas variables analizadas, posibilitará un futuro económico y político más optimista en el país en cuestión.

Introducimos algunos elementos que nos darán claves para alentar o desanimar nuestra inversión en estos países cuando detectamos oportunidades de inversión, ya sea como país en crecimiento (creciendo nosotros con los índices de la bolsa), ya sea con alguna compañía en particular mediante inversión directa o indirecta.

Razones para invertir en los países emergentes

  • Crecimiento económico sólido: Aquellos países que estén destacando por factores que impulsan el crecimiento como tasas históricamente altas de ahorro e inversión, la existencia de ciertos recursos naturales, capacidad de producir con costes bajos, crecientes infraestructuras y cambios regulatorios favorables al mercado, fuerza laboral cada vez mejor formada o clases medias crecientes, inflación controlada y tipos de interés atractivos, entre otros.
  • Este crecimiento a menudo está desvinculado de los ciclos en los países avanzados, lo que convierte a la inversión en mercados emergentes, además, en un vehículo ideal de diversificación o de rotación en casos de mercados seculares bajistas en las zonas desarrolladas. Por ejemplo, un país como Perú, cuya economía está fuertemente vinculada a la actividad minera, durante los últimos años ha experimentado una bonanza económica que contrasta fuertemente con el estancamiento de buen número de países desarrollados.
  • Asimismo, estos mercados suelen tener menos seguimiento por parte de los analistas y, por tanto, ofrecen buenas oportunidades de batir a los índices de referencia (lo que se conoce como aportar alpha) a través de análisis de compañías particulares que cotizan en esos mercados.
  • La India y China o Brasil más recientemente (aunque con no pocas dosis de recalentamiento de la economía esta última) son algunos casos paradigmáticos.

Riesgos y amenazas

  • Exposición a riegos tales como la actividad económica y la inflación del crédito globalizadas que pueden producir huidas precipitadas de capitales (véase, por ejemplo, Tailandia, Malasia o Indonesia en la crisis asiática del 97); también existe el riesgo derivado de las políticas proteccionistas de los países más desarrollados o de cambios en la posición relativa en la cadena de creación de valor (cuando aquello en que el país está especializado ya no aporta tanto valor en el comercio internacional por cambios tecnológicos, etc.). Igualmente, el riesgo de devaluaciones (devaluación del real brasileño en el 98 propició la crisis argentina subsiguiente) y prácticas competitivas de países que rivalizan por los mismos mercados (como por ejemplo la manufactura textil china que ha perjudicado a países como El Salvador).
  • Realidades geopolíticas difíciles: ya sea por falta de oportunidades de inversión internas o por los problemas institucionales mencionados más arriba que desalientan especialmente la inversión directa por el peligro de que las ganancias sean confiscadas de una manera u otra. Véase el caso de Venezuela con las empresas españolas, incapaces de repatriar sus beneficios. A ello se debe unir infraestructuras insuficientes (África), dificultad en la resolución de conflictos, deficientes prácticas contables, etc.
  • Elevados costes de transacción y custodia, mercados relativamente ilíquidos, prácticas de mercados de capitales poco convencionales, inestabilidad en la moneda, etc., son otros factores que pueden desalentar la inversión.

En el gráfico del MSCI Emerging Market Index Fund, se aprecia la alta revalorización obtenida en los últimos ocho años por este tipo de inversión, que sin embargo sufrió, como el resto de mercados, la brutal caída de la crisis de 2008-2009.

Fuente: Yahoo Finance

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