La larga y extenuante reunión de la Eurozona que concretó el rescate a Grecia tuvo también una serie de propuestas de algunos países que quieren garantizar que el país heleno responda.
Así por ejemplo, el Corriere della Sera citando fuentes diplomáticas asegura que en un momento de la reunión Finlandia pidió que Grecia ponga su patrimonio estatal como garantía en este proceso de rescate. Y pidió varias cosas: la Acrópolis, incluido su integrante más famoso, el Partenón, y algunas de sus islas. El Ejecutivo finés ha cuantificado estos activos en 300 millones de euros (en el caso de los monumentos, lo que solicita como garantía son los beneficios de su gestión, evidentemente, no llevárselos piedra a piedra a Helsinki).
La petición es llamativa, pero lógica. Cuando una persona acude a un banco a pedir un préstamo y la entidad piensa que será difícil que le devuelvan el dinero, suele pedir una garantía: aval de un familiar, alguna propiedad, etc... Grecia tiene un amplio historial de incumplimientos en cuanto al control de sus gastos públicos. Por eso, es normal que Finlandia, que sí ha sido un país austero, quiera asegurarse de que recuperará el dinero que le entregue al Gobierno heleno.
Muchas veces, los políticos hacen declaraciones asegurando que ya se han apretado lo máximo posible el cinturón, que no hay de dónde recortar el gasto o que no hay forma de reducir la deuda. Sin embargo, eso es muy cuestionable. Grecia tiene numerosos bienes que podrían valer bastante en el mercado. Por ejemplo, muchos de sus principales sectores económicos (energía, telecomunicaciones, transporte, correos...) están nacionalizados. Hace unas semanas se anunció su privatización parcial, pero manteniendo el Estado la mayoría de las acciones de las nuevas compañías.
Además, el país tiene islas, playas y otros parajes que podrían venderse (o conceder una concesión a muchos años) sin menoscabo de su soberanía. No sólo aportarían fondos a corto plazo, sino que ayudarían al establecimiento de nuevas empresas que podrían generar trabajos y relanzar la economía de las regiones donde se situasen.
Sin embargo, el Gobierno heleno se niega tanto a vender por completo aquellas compañías públicas como a poner en el mercado edificios, islas y otros bienes similares. Ahora, los finlandeses han puesto el dedo en la llaga. Habrá que ver la respuesta de Atenas.