Seguimos inmersos en una crisis económica y financiera. Lo digo por si a alguno se le ha olvidado o, de tanto escuchar cantos de sirena, se cree que las cosas se han solucionado solas. Las crisis se caracterizan por cosas como provocar una pérdida generalizada de riqueza y destruir un gran número de empleos. Ambas cosas, en realidad, tienen una huella muy clara y definida en uno de los parámetros más relacionados con el nivel de vida: el consumo energético.
En el período comprendido entre 2000 y 2005 el consumo de energía primaria crecía en nuestro país a una tasa aproximada del 3% anual. Entonces la economía comenzó a dar signos de debilidad acompañada por un descenso en el consumo energético. Así, en 2008 asistimos a una caída energética del 3,6% y, en 2009 caímos por un apocalíptico precipicio que arrojó un descenso adicional del 8,6%. Algunos sectores –extraordinariamente alejados de la realidad– interpretaron estos datos como positivos, aduciendo que estábamos haciendo esfuerzos en materia de ahorro y eficiencia energética y que los resultados comenzaban a vislumbrarse. ¡Cuánto desatino!
Las cosas son mucho más sencillas e intuitivas, en realidad. Imagine que tiene usted una empresa que le proporciona el sustento, una empresa pequeña con tres trabajadores. En un proceso de crisis disminuye el consumo, la gente le comprará menos cosas. Como usted vende menos, automáticamente va a producir menos porque no será capaz de vender lo que produce. Como usted produce menos consume menos energía. Además, los transportistas que llevan sus productos consumirán también menos energía porque llevarán menos productos. Como usted vende menos, no le alcanza para pagar los tres sueldos de su empresa y despide a uno de los empleados. Este trabajador perderá poder adquisitivo, disminuyendo aún más la demanda de bienes y, por si fuera poco, el Estado nos subirá los impuestos a todos para mantener los "derechos sociales", disminuyendo la capacidad de ahorro y gasto de la sociedad en general. El proceso se hace extensivo a toda la economía y el resultado lo conocemos muy bien, vamos por cinco millones de parados.
Si se fijan, la disminución del consumo energético precede a la destrucción de empleo. La industria deja de producir bienes, reduciendo su gasto de energía y, posteriormente, despide a parte de su plantilla de trabajadores. La recuperación será similar, hasta que la industria no aumente la producción –gastando más energía– no comenzará a generar empleo de nuevo. Si leen ustedes a los economistas que saben de esto, hay un consenso generalizado en que no crearemos empleo hasta que la economía crezca sostenidamente a un 2%. Estamos aún lejos de eso.
Otra de las consecuencias del descenso en el consumo energético fue, obviamente, la disminución en las emisiones de gases de efecto invernadero. Nuevamente, este hecho fue erróneamente interpretado por ciertos sectores. Así, durante el 2009 y el 2010 fuimos testigos de titulares en prensa que atribuían el descenso de dichas emisiones a la obra y gracia de las energías renovables. Pero ¡qué tozuda es la realidad! Siempre empeñada en quitarnos la razón. Las emisiones, tras un descenso mundial en 2009, tocaron el récord histórico en 2010, con un 5% de subida sobre el récord previo correspondiente a 2008. ¿Las renovables o la crisis?
Si cada vez hay más energías renovables instaladas, ¿cómo se explica entonces que las emisiones hayan aumentado nuevamente después del año 2009? La mayoría de países del mundo fueron saliendo de sus recesiones respectivas, recuperando el consumo energético, la generación de riqueza y aumentando las emisiones. En España aún no hemos llegado a este punto, vamos con retraso respecto al resto de potencias económicas, pero el momento llegará.
Más cuando la política del Gobierno consiste en cerrar centrales climáticamente inocuas, como las nucleares, y cambiarlas por centrales de gas o carbón tal y como reza la sentencia de la Audiencia Nacional sobre el cierre de Garoña. Los grupos ecologistas se felicitaban por la misma, a pesar de que el juez había desestimado todas sus demandas en el proceso. Ahí los tienen, poniendo denuncias para que emitamos cada vez más CO2, y encima lo admiten sin tapujos, prefieren contaminar la atmósfera. Cerrar las centrales nucleares sería como tener 15 millones de coches más en España, pero es que las centrales nucleares son tan malas... y nosotros somos tan verdes.