El cambio de gobierno en Portugal y las medidas del nuevo Ejecutivo parecen no ser suficientes para calmar a los mercados en relación al futuro de la economía lusa. Días antes de que comenzara la tormenta que está azotando especialmente a Italia y España, Moody’s rebajó la calificación de la deuda portuguesa hasta el nivel de bono basura. La última colocación salió peor de lo previsto y los rendimientos de la deuda lusa –el coste al que le cuesta financiarse a su Gobierno- se han disparado.
Para conocer en mayor profundidad la situación de la economía portuguesa, entrevistamos en exclusiva a André Azevedo Alves, economista portugués y profesor de la Universidade de Aveiro, doctor por la London School of Economics, y editor de uno de los blogs de análisis económico-político más populares de su país, O Insurgente.
Recientemente participó en un panel sobre el futuro del Estado del Bienestar en la XIX Reunión Internacional en Estudios Políticos celebrada en Estoril (Portugal) y organizada por la Universidad Católica Portuguesa.
Pregunta (P): ¿Por qué la economía portuguesa ha llegado al momento tan delicado en el que está ahora?
Respuesta (R): Ha habido varios factores, tanto internos como externos, que han contribuido a la situación actual. Después de años de crecimiento rápido del gasto público y niveles crecientes de deuda pública y privada, el país alcanzó una posición insostenible. Esto se agravó por el estancamiento económico –en la última década, la economía portuguesa tuvo un crecimiento medio del PIB de menos del 1%- y por graves problemas en términos de competitividad internacional.
Tras un impulso inicial en la segunda mitad de la década de los 80, provocado por la entrada en la Unión Europea y algunas reformas internas significativas pro-mercado, Portugal entró gradualmente en una senda de acomodamiento a las transferencias financieras de la UE y al dinero fácil debido a los tipos de interés decrecientes.
La combinación de un clima político e intelectual de fuerte oposición hacia políticas de libre mercado, junto a las oportunidades de búsqueda de rentas en el poder político proporcionadas por la integración en la UE, demostró ser una combinación letal para la economía portuguesa.
Estas ideas están más desarrolladas en mi artículo The Portuguese Malaise: Structural Causes of the Crisis and Lessons for the Eurozone, recientemente publicado en Economic Affairs 31 (2): 47–52.
P: ¿Cuáles han sido las principales medidas anunciadas por el nuevo Gobierno hasta el momento? ¿Cuál ha sido la reacción generalizada de la población?
R: Hasta ahora, la medida más importante ha sido el anuncio de un nuevo incremento de impuestos sobre los ingresos, que tomará la forma de un tributo del 50% sobre la paga extraordinaria de diciembre a los trabajadores asalariados. El nuevo gobierno también ha anunciado su intención de acelerar el programa de privatización y el final de las "golden shares" (derechos especiales del Estado) en algunas compañías importantes de servicios públicos. La mayoría de los recortes de gasto público anunciados hasta ahora han sido simbólicos, así que las expectativas de nuevos recortes son, lógicamente, altas.
Las reacciones hasta ahora han sido mayoritariamente pacíficas, pero conviene tener en cuenta que el nuevo Gobierno acaba de ser elegido y que había notable insatisfacción con el anterior. En su historia reciente, Portugal ha tenido menos confrontaciones sociales violentas que Grecia, pero es difícil de predecir qué sucederá si la situación económica continúa deteriorándose.
P: ¿Qué opina acerca de estas medidas? Si no son suficientes, ¿qué es lo que debería hacer el nuevo gobierno portugués para poner las finanzas públicas en orden y generar crecimiento económico?
R: Aunque no fue del todo sorprendente dado el complicado contexto, la subida de impuestos fue muy decepcionante ya que continúa con la senda de intentar equilibrar el presupuesto mediante una recaudación mayor. Si Portugal quiere mejorar su situación el enfoque debe desplazarse rápidamente hacia reducciones importantes e inmediatas del gasto público.
Al mismo tiempo, el país necesita mejorar notablemente su competitividad y eso solo puede hacerse a través de políticas que conduzcan a una mayor libertad económica. Como evidencia la mala posición de Portugal en las clasificaciones de los índices de libertad económica, hay gran margen de mejora en este sentido, pero apuntaría tres prioridades: 1) reducir las interferencias distorsionadoras del Gobierno en la actividad empresarial, 2) promover un mejor funcionamiento del sistema judicial y hacer que sea más confiable, y 3) aumentar la flexibilidad en el mercado laboral.
P: Ante la nueva rebaja de calificación de Moody’s a Portugal se han vuelto a escuchar críticas aceradas por parte de la Unión Europea. ¿Qué piensa de la actuación de las agencias de calificación en relación a los países periféricos?
R: Las agencias de calificación han tendido a seguir a los mercados más que a liderarlos, por lo que creo que su importancia está a veces sobrevalorada. En el caso de Portugal, la rebaja de la calificación tiene poco efecto en el corto plazo dado que el país en buena parte está fuera de los mercados de deuda y que el Banco Central Europeo continuará aceptando deuda portuguesa como colateral. En cualquier caso, considero la virulenta reacción de los gobiernos en contra de las agencias de calificación como una mala señal, porque parece como si los gobiernos nacionales y las instituciones europeas estuvieran señalándolas como el chivo expiatorio de sus propios fracasos.
Es cierto que existen conflictos de interés en el funcionamiento de las agencias de calificación y que el mercado está concentrado, pero el actual oligopolio es en sí mismo principalmente una consecuencia del marco regulatorio. Y crear nuevos organismos nacionales o una agencia de calificación europea no haría más que incrementar estos conflictos de interés.
P: ¿Cómo ve desde su país la situación de España? ¿Piensa que está en una posición significativamente mejor que Portugal y que no necesitará ser rescatada ni intervenida?
R: Es difícil hacer predicciones en un contexto tan volátil, pero me parece que España en la actualidad tiene fundamentos macroeconómicos algo más sólidos y también un mayor crecimiento potencial cuando se la compara con Portugal. No obstante, España también ha tenido una burbuja inmobiliaria mucho más grande y se enfrenta a un problema de desempleo tremendo. Su país necesita cambios importantes y su capacidad de evitar un rescate dependerá de ajustar las finanzas públicas, reformar el sector bancario y promover un entorno más competitivo que permita la creación de empleo en la economía privada.
P: El Banco Central Europeo acaba de volver a subir los tipos de interés. ¿Cree que es una decisión adecuada en el contexto actual?
R: Aumentar los tipos de interés es una decisión perfectamente razonable dados los niveles de inflación de precios. Las crecientes presiones sobre el BCE de perseguir una política monetaria más expansiva son la mayor amenaza para la Eurozona. La tentación política de financiar el gasto público a través de la monetización de deuda es siempre fuerte e incrementará todavía más si la tendencia hacia la centralización de la política económica a nivel de la UE continúa.
P: Por último, ¿ve probable que Portugal abandone la Unión Monetaria? ¿Sería deseable?
R: Por el momento todas las opciones están encima de la mesa. Si la situación no empieza a mejorar rápidamente, particularmente en términos de consolidación presupuestaria, es bastante posible que el abandono del euro se convierta en una realidad. Abandonar el euro facilitaría al Gobierno la solución de sus problemas mediante una devaluación de la moneda. Sin embargo, además de conducir casi seguramente al impago de la deuda portuguesa nominada en euros, esto también implicaría un coste brutal para la población y la situación social en el país se deterioraría.
A nivel europeo, tener mayor competencia monetaria (que no necesariamente significa abandonar el euro) y menos centralización de las políticas sería preferible. Pero en el contexto actual, creo que el deseo de pertenecer a la Eurozona continúa teniendo algunas influencias positivas importantes en términos de la decisión sobree políticas económicas para países como Portugal o España. Esto es, por supuesto, una apuesta muy arriesgada en el contexto de una moneda única, dado que asume que el BCE será capaz de mantener una política monetaria relativamente sólida, a pesar de todas las presiones políticas para no hacerlo. Para Portugal, el escenario de permanecer en la Unión Monetaria está lejos de ser brillante, pero las consecuencias de abandonarla pueden ser incluso mucho peores.