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Guerra abierta en la UE: ¿quién pagará el rescate de Grecia?

El enfrentamiento entre Berlín, Madrid y el BCE marcará la cumbre en la que se decidirá el futuro de la Eurozona.

La crisis de la deuda pública de la Eurozona ya ha cumplido más de un año y medio y su fin todavía no aparece en el horizonte. A finales de 2009, el Gobierno griego reconocía que el agujero de sus cuentas era mucho mayor de lo esperado y comenzaba a hablar de "evitar la bancarrota". Pocos prestaron atención entonces a lo que ocurría en aquel país. Parecía una noticia más entre el alud de malos datos económicos de la crisis que había comenzado en el verano de 2007. Sin embargo, la bola de nieve que comenzó a rodar en Atenas se ha ido agrandando y amenaza con convertirse en un alud que se lleve por delante, Dublín, Lisboa, Roma o Madrid.

Esta semana parece que se ha entrado en la fase decisiva de este proceso. La quiebra griega ya se da por descontada y lo que hay que decidir es cómo se llevará a cabo este proceso. La factura será alta y los socios de la Eurozona discuten quién la pagará. Mientras, los inversores observan entre expectantes y preocupados esta lucha, que determinará qué pasa con sus ahorros. El interrogante principal radica en saber si serán los acreedores de Grecia o los contribuyentes de los países ricos quienes asumirán el coste de la caída de Atenas. De su respuesta, dependerá el futuro de la Eurozona y la salida de la crisis.

En teoría, el viernes o el sábado hay convocada una cumbre de urgencia en Bruselas, aunque no es seguro que llegue a producirse, porque los países no quieren arriesgarse a un encuentro sin acuerdo y foto de familia feliz. Parece ser que Berlín es el menos entusiasta acerca de esta cita, porque quiere obligar a sus socios a aceptar lo inevitable antes de sentarse a negociar. Mientras, París y Madrid creen que será más fácil quebrar la voluntad de Angela Merkel si se produce un encuentro cara a cara.

Las siguientes serán las tres claves que determinarán el resultado de todo este proceso.

1. Los dos bandos

Tras meses de un tira y afloja soterrado, los contendientes se han quitado las caretas en los últimos días. A un lado del ring se encuentran Alemania y Holanda (apoyados por los demás países ricos, especialmente Finlandia); en la otra esquina, el BCE, Francia y España lideran a los periféricos.

La cuestión clave, alrededor de la que gira todo, es quién pagará la cuenta. La primera opción es que se produzca una "reestructuración ordenada" de la deuda griega: es decir, una quiebra con quitas en la que los acreedores privados pierdan parte de su inversión. Esta posibilidad aterroriza a los bancos europeos (por el golpe a sus balances) y al BCE (que ha aceptado bonos griegos como colateral de sus préstamos). Pero tampoco gusta nada a los gobiernos español e italiano. Ellos verían muy debilitada su posición, quizás por un razonamiento indirecto pero igualmente dañino. Hasta ahora, ningún país de la Eurozona ha quebrado. De hecho, parecía imposible que esto sucediera porque, además, seguramente implicaría su salida de la moneda única.

Pero una vez que se abre la puerta, será muy difícil cerrarla. El pensamiento es "si Alemania deja caer a Grecia, ¿por qué no a España?". Si se extiende esta idea, el coste de emitir deuda se incrementará de forma notable. Eso es precisamente lo que ha ocurrido esta semana con la prima de riesgo italiana y española, que se ha disparado ante las primeras señales de que la UE había decidido dejar caer a Atenas.

La segunda opción es que se amplíe el rescate a Grecia: es decir, que paguen los contribuyentes alemanes, holandeses y del resto de países de la eurozona. De esta manera, los tenedores de deuda helena cobrarían lo que se les debe, a cambio de que este país adquiriera nuevas obligaciones con el Fondo de Rescate de la UE (un eufemismo para ocultar lo que serían préstamos de los demás países, del FMI y del BCE). Pero incluso una entidad como el Commerzbank admite que será muy difícil evitar la quiebra, a pesar del daño que esto causaría al sistema financiero germano. Y George Soros pide que el proceso sea "ordenado" ya que no puede evitarse el resultado.

2. Mensajes cruzados

Después de mucho tiempo mareando la perdiz, las cartas están sobre la mesa: Alemania y Holanda han abierto la posibilidad a reconocer por primera vez que estamos ante quiebra ordenada. El BCE y José Luis Rodríguez Zapatero no admiten nada que no sea una "participación voluntaria" de los acreedores privados. Este martes, el presidente español pedía que cada país "asuma su responsabilidad" y abogaba por una posición común de la UE: "Sólo una respuesta de la zona euro va a devolver la confianza a los mercados". Es una apelación directa a Angela Merkel para que deje de deslizar mensajes sobre la bancarrota de Atenas y siga pagando. En su ayuda, aparecía Francia, poco amiga de soluciones drásticas y que intenta forzaar una reunión para el fin de semana.

Puede que las palabras de Zapatero y el mensaje del BCE hayan servido de algo, porque este miércoles, Alemania ha dado su brazo a torcer y ha admitido que se use el Fondo de Rescate europeo para comprar bonos. Esto sería como rescatar a Grecia por la puerta de atrás. Sin embargo, a continuación, el ministro de Finanzas alemán ha asegurado que le parece "interesante" la propuesta del Commerzbank sobre quitas de hasta el 30%. Es decir, que ha dado una de cal y una de arena, dejando la situación en un impasse que probablemente llegará hasta el fin de semana.

Porque lo que parece claro es que Berlín, Amsterdam o Viena no pueden llegar a todo. Si siempre pagan los derroches de sus vecinos, los incentivos de los periféricos para corregir sus cuentas públicas serán mucho menos importantes. Además, cada vez es más difícil de vender estos enjuagues a su opinión pública. Incluso en España, más de la mitad de la población ya no apoya el rescate a Grecia.

Ante la reunión del viernes, todos buscan una solución de emergencia. Lo ideal para los gobiernos sería la "participación voluntaria" de los acreedores privados. Es decir, que los bancos europeos acepten ampliar los plazos de vencimiento (quizás hasta 20 ó 30 años) o que recompren bonos griegos cuando los que poseen lleguen a su vencimiento (en la práctica sería como alargar el vencimiento). Pero si esto se pacta por los Gobiernos, la "voluntariedad" queda en entredicho: sería una simple forma de tapar la quiebra, sin declararla de forma oficial. También existe la posibilidad de emitir eurobonos: Grecia emite deuda respaldada por sus socios, con lo que se aprovecha de la solvencia de sus socios a cambio de traspasarles el riesgo. Y queda la opción de declarar la quiebra oficialmente y aplicar quitas de forma abierta: en este caso, también será relevante el porcentaje de la quita (no es lo mismo un 10% que un 50%).

3. Tests de estrés

Y por si la situación no fuera lo suficientemente complicada, el viernes se darán a conocer públicamente los tests de estrés de los bancos europeos. Se habla de que más de 20 de las 91 entidades analizadas podrían suspender. Además, su situación se verá muy debilitada si comienzan las quiebras soberanas. Los bancos alemanes están muy expuestos a la deuda griega; los franceses, a la italiana; y los españoles a la portuguesa. Además, hispanos e italianos son los principales poseedores de los bonos de su propio país.

En este sentido, el incremento de la prima de riesgo y de la rentabilidad les deja en una situación más difícil. Cuando sube el interés en el mercado secundario, quiere decir que los compradores de deuda exigen más descuento para hacerse con la misma (quieren garantizarse una mayor rentabilidad porque piensan que ha subido el riesgo). Correlativamente, menos recibirán los tenedores de deuda (bancos) en el caso de que quieran deshacerse de ella.

Todo este cóctel tendrá efectos imposibles de predecir antes del próximo lunes. Por un lado, habrá que ver cómo salen los bancos de sus exámenes. Por otro, cómo les afecta el acuerdo (o falta de acuerdo) al que puedan llegar los políticos europeos. Y por último, habrá que seguir con cuidado la reacción de los mercados ante los movimientos.

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