Un dicho en Estados Unidos asegura lo siguiente: "Tan seguro como que el Sol saldrá mañana por la mañana es que subirá el techo de la deuda de EEUU". Y en eso están ahora mismo los dos principales partidos del país, mientras la deuda pública se aproxima rápidamente al máximo legal.
Este punto se ha convertido en un tema de actualidad política desde inicios de este año. Las encuestas demostraban que la mayoría de los ciudadanos, un 71% en enero, rechazaba tal incremento. Ya en febrero, Mike Lee, senador elegido bajo el apoyo del Tea Party, prometía oponerse al aumento del techo de deuda sin antes obtener recortes importantes en el gasto para poder alcanzar un presupuesto equilibrado a corto y medio plazo. Sin embargo, sesde entonces, se han producido muchas declaraciones de intenciones y grandes dosis de retórica política que, al final, se han convertido en nada. Y es que, el programa de recortes anunciado por el presidente de EEUU, Barack Obama, no servirá para reducir el abultado déficit público.
El problema es que la tensión de la cuerda sigue creciendo conforme se acerca peligrosamente el momento en que el Gobierno estadounidense se vería incapaz de pagar las enormes obligaciones en las que ha incurrido. De hecho, alcanzó el límite de la deuda el pasado 16 de mayo. Para sortear esta complicada situación, el Tesoro suspendió temporalmente las aportaciones al fondo de pensiones de los funcionarios federales. Según el secretario de este departamento, Tim Geithner, esta medida alargará la fecha límite hasta el próximo 2 de agosto.
Las elecciones de 2012 y, especialmente, la situación política del partido republicano, en el que Tea Party tiene mucho que ver, están complicando las negociaciones sobre la ampliación del techo de deuda. Por un lado, los demócratas quieren seguir gastando, mientras que los republicanos exigen como condición previa aplicar amplios recortes públicos -algo que, por cierto, no hicieron cuando gobernaban bajo el mandato de George W. Bush-.
Hasta hace poco los republicanos conseguían contentar a sus votantes prometiendo que no subirían los impuestos, y financiando así vía deuda el aumento de gasto del Gobierno. Pero los problemas fiscales del país y la influencia creciente de políticos como Ron Paul o el movimiento Tea Party en el seno del partido han despertado del sueño a las bases republicanas, que ahora exigen recortes públicos, poniendo contra las cuerdas al candidato que opte a la presidencia de EEUU en 2012.
Así, los republicanos votaron hasta 5 veces a favor de aumentar el límite de la deuda bajo el anterio gobierno de Bush. Antes de 2002, este límite se situaba en 5,95 billones de dólares y al acabar la legislatura llegó a los 9,815 billones, casi 4 billones más. Pero ahora se han plantado en seco ante Obama, con declaraciones como ésta:
Sin recortes importantes en el gasto y reformas para reducir nuestra deuda no habrá incremento del límite de la deuda [...] Deberíamos estar hablando de recortar billones, no sólo miles de millones.
La reacción de toda la maquinaria de prensa demócrata no se ha hecho esperar. Sus propagandistas habituales han señalado los supuestos efectos de no subir el citado límite, acusando a los republicanos de querer provocar una recaída en la crisis y tildándolos de terroristas ideológicos. Incluso el expresidente Bill Clinton aconsejó recientemente a Obama que no pestañee en este efrentamiento con los republicanos.
Historia del límite sobre la deuda
Para entender por qué ahora los republicanos han decidido oponerse a menos que haya grandes reformas es interesante estudiar la historia del polémico límite de deuda. A primera vista, está claro que este techo se ha aumentado siempre que el Gobierno lo ha precisado.
El límite de deuda para el Gobierno federal fue introducido por primera vez en 1917 como parte de las negociaciones para aumentar el poder de la Reserva Federal, y permitirle así financiar la emisión de bonos estadounidenses para afrontar los costes de la I Guerra Mundial. Pero pese a este límite el país sufrió una inflación de entre el 13% y el 20% durante varios años. En 1939 se eliminaron las diferentes regulaciones al respecto, unificándolas bajo un límite total de deuda pública.
Desde entonces, el límite de la deuda se ha ido ampliando una y otra vez -unas 78 veces sólo desde 1960- en base a diversas excusas. Al principio, la razón solía estribar en el elevado coste de las guerras, pero en las últimas décadas el creciente gasto corriente se ha convertido en la principal causa para elevarlo.
Aunque la postura republicana pueda parecer firme para poner contra las cuerdas al Gobierno de Obama e incluso obligarle a realizar fuertes recortes, en realidad, son los republicanos los que se encuentran en una posición más incomoda.
No en vano, negarse a subir el límite de la deuda traería importantes y desagradables consecuencias a corto plazo, sobre todo, de cara a las elecciones presidenciales de 2012. Los demócratas ya han insinuado que dejarán de pagar los cheques de la Seguridad Social si no se acuerda elevar el techo. Por otro lado, la reacción de los países acreedores de EEUU, especialmente China, es una incógnita.
Pero, al mismo tiempo, si los republicanos acaban cediendo -como es previsible- sin conseguir de la Administración Obama suficientes recortes en el gasto como para contentar a sus bases, el perjuicio electoral también sería importante. Así pues, el partido se encuentra entre la espada y la pared.