Alberto Rercarte analiza el pasado, el presente y el futuro de la economía cubana en un nuevo artículo, publicado originalmente el nº 135 de la revista Estudios Empresariales de Deusto Business School - Campus de San Sebastián. Tras décadas de dictadura castrista, la nomenclatura, dirigida ahora con mano férrea por Raúl Castro, sigue manteniendo el control absoluto de los medios de producción, sumiendo a la población en la más absoluta miseria.
Y es que, el castrismo, como ideología, sólo tiene un dogma, "que el comandante es el único cubano con capacidad para pensar y decidir lo que necesitan sus súbditos", indica Recarte. Ello implica, por un lado, que "el poder tiene que ser absoluto" y, por otro, que "nadie pueda disponer de medios económicos suficientes para vivir al margen de lo que decida el líder máximo".
De este modo, todo el sistema sigue girando en torno a un eje clave: "El gran enemigo es la propiedad privada". Castro siempre ha tenido claro que "la propiedad privada es el germen de la libertad de pensamiento. Y en Cuba sólo él se considera con capacidad para pensar correctamente y decidir lo que conviene a todos y cada uno de los 11 millones de cubanos".
Recarte disecciona las principales características del sistema castrista:
- Lo único que realmente preocupa a la oligarquía es cómo reformar la economía para mantener el poder político absoluto de la nomenclatura. Sólo así se explican las tímidas reformas efectuadas por Raúl Castro en los últimos años. Tras la reducción de los subsidios concedidos por el régimen venezolano de Hugo Chávez, la dictadura castrista se vio obligado a permitir una "mínima racionalidad" para elevar la producción y evitar así hambrunas, pero "la propiedad privada sigue siendo, y es, el enemigo".
- Cuba sigue sin contar con un sistema de precios que permita asignar los recursos en función de su rentabilidad -"hay precios que no se han movido desde los años 60"-. "El único factor de homogenización para medir lo que se produce y lo que se invierte es el conjunto de precios del mercado negro".
- De este modo, los "planificadores" toman sus decisiones económicas en función de las carencias y no en función de precios de mercado.
- Los salarios, fijados de forma oficial por el régimen, tan sólo cubren unos mínimos suministros a través de una "raquítica cartilla de racionamiento", con los que es imposible vivir. "El resto es un lujo" para la población: alimentación no racionada, vivienda, electricidad, libros, sanidad, medicinas...
- Este "sistema" impide medir el PIB o la renta per capita, ya que "en Cuba no hay precios. Todo es tan falso como lo eran las estadísticas de Alemania Oriental".
Tal y como expone Recarte, los efectos de esta política han sido dramáticos:
- Cuba era un país próspero en 1959. Hoy es uno de los más pobres del mundo: "Muchas de las infraestructuras existentes en 1959 siguen siendo utilizadas en 2011; el más de 50 años tan sólo se han construido 300.000 viviendas, de una espantosa calidad, mientras la población se ha doblado".
- Cuba es el país que más ayuda exterior ha recibido del mundo, en términos absolutos y relativos.
- Cuba suspendió pagos en divisas en 1983, y 18 años después todavía no se ha sentado en la mesa de negociación con sus acreedores.
- Cuba sobrevive hoy, en gran medida, gracias a que el régimen permitió desde 1991 algunos sectores generadores de divisas, como el turístico. Sin embargo, el mayor generador neto de divisas sigue siendo la comunidad cubana exiliada: dos millones de personas envían a la isla casi 1.000 millones de dólares al año, que permiten la subsistencia de los cubanos.
El futuro, incierto
Por último, Recarte avanza el incierto futuro de la Cuba tras la desaparición de Raúl Castro: "El poder se lo disputaran los militares y la policía política y el resultado es imprevisible". Pero, más allá de que existe una revolución violenta o pacífica, lo único cierto, según Recarte, es que, "económicamente, Cuba pasará por una época caótica".